Aunque parezcan lejanas, las disputas territoriales en el mar de China tienen repercusiones para un país como Panamá vinculado al comercio marítimo procedente del Asia. Durante las últimas semanas ha subido la temperatura en esta región, después de que China estableciera una zona de identificación aérea bajo su control. Japón ha respondido con el incremento de su gasto militar, alejándose de la línea pacifista que mantenía desde el final de la Segunda Guerra Mundial. Mientras, en el litigio se involucra Estados Unidos, principal aliado de Tokio, que ordenó a dos bombarderos B-52 sobrevolar la zona, en un abierto desafío a China, incluso recientemente uno de sus destructores tuvo que realizar una maniobra evasiva para no colisionar con un buque chino que patrullaba la zona marítima de su jurisdicción.
China ha reiterado su disposición de ejercer soberanía sobre sus mares con el propósito de impedir la contención alrededor de sus costas que trata de imponer Estados Unidos, agravado con reclamaciones tanto en el mar Oriental como el mar del Sur de China. La zona defensiva aérea en el mar Oriental de China es una medida defensiva y, de acuerdo con voceros chinos, no está dirigida contra ningún país; sin embargo, Estados Unidos se ha sentido aludido ante sus pretensiones de establecer un dominio sobre el Pacífico occidental.
Las islas Diaoyu y las islas asociadas, que se encuentran dentro de la zona aérea delimitada, son reconocidas como parte intrínseca del territorio chino. Sin embargo, el primer ministro de Japón, Shinzo Abe, en su desafío a China aspira transformar las fuerzas de autodefensa japonesas en ejército regular, lo que implicaría reformar la Constitución de 1946. Como puede observarse, las crecientes tensiones territoriales con China alejan a Japón de las restricciones doctrinales que le impone su Constitución. Los dirigentes japoneses no se animan a seguir bajo el amparo de Estados Unidos y se proponen incrementar el presupuesto de defensa durante los próximos cinco años en la compra de armamento naval y aéreo. La nueva doctrina estratégica de Shinzo Abe pretende acabar con la autoimpuesta prohibición de importar armamento intentando cambiar por la fuerza el statu quo en los mares circundantes, algo incompatible con el orden internacional.
En ese mismo orden, la visita de Shinzo Abe al santuario Yasukuni tiene a nuestro entender dos lecturas: la primera sería mostrar una imagen de firmeza frente a China y la segunda, enviar un mensaje a las bases electorales de su partido identificadas con las posiciones ultranacionalistas; con esta visita se incrementarán las tensiones, dañando las relaciones bilaterales entre ambos países. Así lo ha ratificado el jefe del partido Nuevo Komeito de Japón, aliado de la coalición gobernante del Partido Liberal Demócrata, Natsuo Yamaguchi, que al deplorar la visita de Shinzo Abe al santuario Yasukuni sostuvo: "creo que el primer ministro Abe debería escuchar sus voces y demostrar la disposición de Japón a contribuir a la paz y estabilidad mundiales".
Es evidente que la visita al santuario ha despertado los fantasmas del violento pasado militarista japonés, lastimando el sentimiento chino y coreano. Además ha provocado críticas en China, Corea del Sur, Estados Unidos, Rusia, y la Unión Europea ha expresado sus preocupaciones y decepciones. Los Gobiernos de China y Corea del Sur han protestado enérgicamente por la visita de Abe a un lugar considerado como culto al militarismo japonés de la primera mitad del siglo XX. Para estos países, Yasukuni es un recordatorio de la sangrienta ocupación japonesa en sus territorios durante la Segunda Guerra Mundial. Entre los combatientes glorificados figuran más de un millar de criminales de guerra como el general Hideki Tojo, responsable de la invasión japonesa del territorio chino de Manchuria y primer ministro y máximo mando militar japonés durante la Segunda Guerra Mundial.
El potencial de conflicto está agudizado por el hecho de que se mantienen muy vivas en la memoria las atrocidades de soldados japoneses entre 1931 y 1945. Ante la amenaza de un conflicto se impone la mesura y el realismo para resolver las disputas territoriales a través de negociaciones pragmáticas que conlleven a la estabilidad; el escenario de un conflicto bélico en el mar Oriental de China, donde nadie parece desearlo en este momento, porque tendría graves consecuencias sobre la estabilidad económica de una región en la que se origina el comercio que pasa por el Canal de Panamá.
Para evitar un agravamiento de la crisis, resulta indispensable recurrir a los mecanismos de la diplomacia preventiva a fin de recuperar la confianza entre las partes, privilegiando el diálogo inspirado en el principio pragmático de ganancias compartidas. El liderazgo chino ha sido enfático en zanjar cualquier disputa territorial de forma bilateral y pacífica con cada uno de sus vecinos, en un legítimo esfuerzo para neutralizar la política de contención que amenaza el ascenso armónico y pacífico de China.
China ha reiterado su disposición de ejercer soberanía sobre sus mares con el propósito de impedir la contención alrededor de sus costas que trata de imponer Estados Unidos, agravado con reclamaciones tanto en el mar Oriental como el mar del Sur de China. La zona defensiva aérea en el mar Oriental de China es una medida defensiva y, de acuerdo con voceros chinos, no está dirigida contra ningún país; sin embargo, Estados Unidos se ha sentido aludido ante sus pretensiones de establecer un dominio sobre el Pacífico occidental.
Las islas Diaoyu y las islas asociadas, que se encuentran dentro de la zona aérea delimitada, son reconocidas como parte intrínseca del territorio chino. Sin embargo, el primer ministro de Japón, Shinzo Abe, en su desafío a China aspira transformar las fuerzas de autodefensa japonesas en ejército regular, lo que implicaría reformar la Constitución de 1946. Como puede observarse, las crecientes tensiones territoriales con China alejan a Japón de las restricciones doctrinales que le impone su Constitución. Los dirigentes japoneses no se animan a seguir bajo el amparo de Estados Unidos y se proponen incrementar el presupuesto de defensa durante los próximos cinco años en la compra de armamento naval y aéreo. La nueva doctrina estratégica de Shinzo Abe pretende acabar con la autoimpuesta prohibición de importar armamento intentando cambiar por la fuerza el statu quo en los mares circundantes, algo incompatible con el orden internacional.
En ese mismo orden, la visita de Shinzo Abe al santuario Yasukuni tiene a nuestro entender dos lecturas: la primera sería mostrar una imagen de firmeza frente a China y la segunda, enviar un mensaje a las bases electorales de su partido identificadas con las posiciones ultranacionalistas; con esta visita se incrementarán las tensiones, dañando las relaciones bilaterales entre ambos países. Así lo ha ratificado el jefe del partido Nuevo Komeito de Japón, aliado de la coalición gobernante del Partido Liberal Demócrata, Natsuo Yamaguchi, que al deplorar la visita de Shinzo Abe al santuario Yasukuni sostuvo: "creo que el primer ministro Abe debería escuchar sus voces y demostrar la disposición de Japón a contribuir a la paz y estabilidad mundiales".
Es evidente que la visita al santuario ha despertado los fantasmas del violento pasado militarista japonés, lastimando el sentimiento chino y coreano. Además ha provocado críticas en China, Corea del Sur, Estados Unidos, Rusia, y la Unión Europea ha expresado sus preocupaciones y decepciones. Los Gobiernos de China y Corea del Sur han protestado enérgicamente por la visita de Abe a un lugar considerado como culto al militarismo japonés de la primera mitad del siglo XX. Para estos países, Yasukuni es un recordatorio de la sangrienta ocupación japonesa en sus territorios durante la Segunda Guerra Mundial. Entre los combatientes glorificados figuran más de un millar de criminales de guerra como el general Hideki Tojo, responsable de la invasión japonesa del territorio chino de Manchuria y primer ministro y máximo mando militar japonés durante la Segunda Guerra Mundial.
El potencial de conflicto está agudizado por el hecho de que se mantienen muy vivas en la memoria las atrocidades de soldados japoneses entre 1931 y 1945. Ante la amenaza de un conflicto se impone la mesura y el realismo para resolver las disputas territoriales a través de negociaciones pragmáticas que conlleven a la estabilidad; el escenario de un conflicto bélico en el mar Oriental de China, donde nadie parece desearlo en este momento, porque tendría graves consecuencias sobre la estabilidad económica de una región en la que se origina el comercio que pasa por el Canal de Panamá.
Para evitar un agravamiento de la crisis, resulta indispensable recurrir a los mecanismos de la diplomacia preventiva a fin de recuperar la confianza entre las partes, privilegiando el diálogo inspirado en el principio pragmático de ganancias compartidas. El liderazgo chino ha sido enfático en zanjar cualquier disputa territorial de forma bilateral y pacífica con cada uno de sus vecinos, en un legítimo esfuerzo para neutralizar la política de contención que amenaza el ascenso armónico y pacífico de China.
No hay comentarios:
Publicar un comentario