Por Roberto Montañez.
La resonancia internacional del 9 de enero de 1964 tuvo lugar en el contexto de la Guerra Fría en los años 60, una década caracterizada por cambios en las distintas sociedades del mundo. La llegada al poder en Estados Unidos de un presidente liberal como John F. Kennedy, el rompimiento de relaciones diplomáticas con Cuba, la imposición del infame bloqueo económico y los paliativos de la Alianza para el Progreso, el Banco Interamericano para el Desarrollo y los Cuerpos de Paz dirigidos a disuadir los movimientos revolucionarios en la región. Un escenario político
internacional donde recrudeció la Guerra Fría, a tal punto que se estuvo en la antesala de una confrontación mundial con la crisis de los misiles nucleares instalados en Cuba.
Simultáneamente, en Estados Unidos, hace 50 años cobra vigor la campaña por los derechos civiles bajo el liderazgo del pastor Martin Luther King con su histórica marcha a Washington, una sociedad que posteriormente fue conmocionada por la conspiración del asesinato del presidente John F. Kennedy. Mientras que su sucesor Lyndon B. Johnson involucró a Estados Unidos en la Guerra de Vietnam, en un mundo donde el movimiento liberacionista cobraba fuerza con la independencia de las naciones africanas y asiáticas.
Los principales diarios del mundo condenaron la posición de Estados Unidos y reaccionaron solidariamente en favor de Panamá, enfatizando la desproporcionada acción militar contra un país percibido hasta entonces como un ostensible protectorado al amparo de un pacto a perpetuidad que ameritaba su imperiosa revisión total. Panamá recibió un amplio respaldo de la comunidad internacional, no solo de gobiernos sino de movimientos sociales de entonces. Pese a que la mayoría de los Gobiernos latinoamericanos compartían posiciones anticomunistas, reprobaron la agresión. En efecto, líderes políticos de entonces, tanto derechistas, como Rómulo Betancourt y Francisco Franco; así como izquierdistas, como Mao Tse Tung, Chou En Lai y Fidel Castro, condenaron en forma enérgica la agresión de Estados Unidos contra Panamá, incluso el líder egipcio Gamal Abdel Nasser sugirió la idea de nacionalización del Canal de Panamá por su legítimo dueño.
Las reacciones de senadores conservadores insinuaron influencia de la izquierda revolucionaria, incluso el expresidente Harry S. Truman, en acto que causó vergüenza en la comunidad internacional, justificó la agresión al sostener que: “Panamá es obra de Estados Unidos y ellos (los panameños) deben estar agradecidos por ello”. La Iglesia católica panameña, por conducto de monseñor Marcos G. McGrath, deploró las declaraciones de Truman calificándolas como una exagerada simplificación de la historia que desconocía el espíritu independentista del pueblo panameño. Pero más allá de las manifestaciones recalcitrantes de sectores estadounidenses, los acontecimientos de enero pusieron en evidencia ante el mundo la reacción de un pueblo contra la ostensible presencia militar extranjera. No existe la menor duda, la gesta de enero fue una expresión de una crisis latente en las relaciones entre Estados Unidos y Panamá y que estaba en sintonía con los movimientos de emancipación que experimentaba el mundo en los sesenta. Al reivindicar la desaparición del enclave colonial, Panamá recibió el apoyo unánime de la comunidad internacional, mientras que para Estados Unidos significó un retroceso en las relaciones de dependencia a nivel hemisférico que impulsaba a través de su proyecto de la Alianza para el Progreso.
El rompimiento de relaciones diplomáticas con Estados Unidos fue un hecho sin precedentes en la historia latinoamericana, porque Panamá condicionó la reanudación hasta que se acordara abrir negociaciones para un nuevo tratado. Por ello, el 9 de enero fue considerado el elemento catalizador de la lucha para eliminar el ignominioso pacto que consignaba un concepto de perpetuidad que empoderaba la visión colonialista del oprobioso apartheid de los zonians contra los panameños.
Memoria histórica, las nuevas generaciones están obligadas a reflexionar sobre los momentos más críticos que vivió la nación, en particular la conducta patriótica de los mártires, del presidente Roberto F. Chiari, el canciller Galileo Solís, del embajador Aquilino Boyd y del embajador Miguel J. Moreno que denunciaron con firmeza la agresión cometida contra el país. La gesta de enero es una referencia histórica que inspiró la internacionalización de la lucha por Omar Torrijos para reivindicar la soberanía nacional, lo cual hizo posible la convocatoria del Consejo de Seguridad de la ONU en 1973 y la firma de la Declaración Tack-Kissinguer como fundamento de la negociación para suscribir un tratado que erradicó las causas de conflicto con la salida de tropas militares, revirtiendo al Canal y su zona adyacente a la jurisdicción nacional. La causa del Canal ha sido y será el espíritu de lucha que ha unido al pueblo panameño, que se renueva ante la amenaza de frustrar la ampliación por inconfesables apetitos extranjeros de sacar provecho en el último minuto.
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