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jueves, febrero 20, 2014

Acceso no autorizado: Una novela culpable*

En Acceso no autorizado, de Belén Gopegui -donde la tecnología es mucho más que un escenario- el conflicto no es menos sangriento pero sí más clasista.  El ciberespacio, ese lugar en el que nos dicen que todo se diluye y terminamos siendo iguales, es desde donde miramos en esta obra la vida política española de los últimos treinta años.
Un abogado devenido hacker, un hacker transformado en semiesclavo de una empresa transnacional y una Vicepresidenta del gobierno español que al principio del libro aún cree en la socialdemocracia y en la posibilidad de gobernar, están en el centro de esta historia de corrupciones, amores imposibles, traiciones y heroísmos nada virtuales. Los ingredientes de algo que pudiéramos llamar thriller político-tecnológico son aquí la vía para recorrer los dilemas de una época, entre salas de prensa, despachos gubernamentales, lujosas residencias, y también locales oscuros y calles poco transitadas desde donde se penetran computadoras personales y servidores de grandes empresas con el suspense y la verosimilitud de la mejor novela de espías, que tiene, además, el rigor técnico e histórico de quien acostumbra a investigar a fondo antes de escribir.
Algunos han visto esta novela de Belén como “un misil” contra el Partido Socialista Obrero Español porque aquí está la traición a sus bases, la corrupción mafiosa de sus ejecutivos y el abandono del marxismo protagonizado  por Felipe González, en un Congreso que pocos recuerdan y que en este libro se narra con detalle.
Sin embargo, Acceso no autorizado es mucho más que eso. Es una reflexión amarga, conmovedora y lúcida sobre la debilidad de la lucha y la imposibilidad de alcanzar la justicia al margen de la militancia organizada. Si te cortan el audio, como le hacen a la Vicepresidenta que intenta convertir su destitución en denuncia, puedes ir más lejos con el streaming y los tweets pero sólo la acción colectiva hará que -como dijo Howard Zinn- los seres humanos organizados venzan a la tecnología organizada, es lo que parecen decirnos tantos fracasos y alguna escaramuza exitosa.
Preguntada si esta novela puede llamarse antisistema, la autora respondió “si llamamos prosistema a muchas de las que se publican”. Ella, que a fuerza de imaginación, oficio literario y rigor investigativo, ha obligado al sistema a publicar y difundir sus incómodas obras insiste en que “ningún relato es inocente” y este libro es absolutamente culpable. Culpable de adelantarse a que se conociera el caso de Eward Snoden, porque uno de sus protagonistas se le parece bastante: no trabaja para la NSA sino organiza “una red de teléfonos sombra” para gángsters coludidos con los organismos de seguridad del gobierno hispano, e intenta salirse de un negocio que lo hala como un imán.
Morir por saber demasiado no ocurre sólo a manos de la CIA y colarse en la computadora de la Vicepresidenta del gobierno español para salvar un amigo y terminar intentando intervenir políticamente para que no se privaticen las cajas de ahorro y los servicios públicos puede costar la vida.
La autora de este libro ha dicho que “el problema no es internet sino la desigualdad social y económica”, aunque los mercaderes de la cultura y la tecnología se empeñen en que olvidemos la causa última de todos los conflictos, más antigua que la misma literatura. Pocas descripiciones hay más exactas del sistema gobernante en buena parte del mundo que la que hace “El Irlandés”, quien encarna el poder real en Acceso no autorizado:
“La democracia no era más que el recambio de los vendedores, según quién estuviera en el gobierno serían unos y no otros quienes podrían ofertar sus ruinas para obtener a cambio millones de euros del común. También recambio de compradores que adquirían a precio de saldo inmuebles e infraestructuras puestas en pie por la comunidad. Todos lo saben y se rasgan las vestiduras de cuatro a seis y después vuelven a lo suyo. Yo he mediado con todos, les he visto malversar lo que debía pertenecer al país entero y a las generaciones por venir”.
Este libro es también culpable de adelantarse al estallido del 15M y seguir vivo tres años después, porque -como la buena literatura- no busca complacer los estereotipos que ha construido el mercado editorial, sino que nos habla de la condición humana y su relación con un sistema llamado capitalismo y lo hace con la poesía, dominio del idioma y la altura estética de quien es considerada por muchos la mejor escritora española de su generación. Quizás por ello, el diario El País- ese órgano oficial del capitalismo en idioma español- se posicionó rápidamente con respecto al libro: “esta novela no va”, escribieron allí. ¿Cómo va a ir? Si esta obra ataca, con efectividad demoledora, todo lo que El País representa.
No obstante, todavía hay espacios donde se puede decir lo que le duele a El País:
Blanca Berasetegui (El cultural, suplemento literario del diario El mundo): Belén Gopegui empezó a escribir Acceso no autorizado hace cuatro años. La interrumpió, escribió luego Deseo de ser punk y hace solo unos meses la retomó convencida de que “convenía dotar a la novela de una textura real”. Y eso lo ha conseguido. Todos los lectores sabemos qué vicepresidenta, qué ministro y qué militante del PSOE hay detrás de unos nombres ficticios. Acceso no autorizado es un durísimo relato de lo que pudo ser y no ha sido, o mejor: “lo que no pudo ser y fue en la novela”. En todo caso, la cruel, inteligente y poética historia de una desilusión. “.
Alex Gil (Qué leer):” Corren tiempos agitados e inciertos. Los políticos han dejado de representar a sus electores para jugar al juego que les marca el capital y que ha acabado con el mundo en ruinas. Las nuevas tecnologías se han instalado para quedarse y vivimos continuamente conectados. Empieza a moverse algo, empieza a haber un rumor y, si hay algún escritor que por estos lares sea capaz de captar ese pulso de nuestra sociedad, ésa es Belén Gopegui “
David Becerra (Rebelión) “Belén Gopegui ha cumplido, con Acceso no autorizado , también con la literatura. Ha estado a la altura de lo que el género narrativo exige. Porque, como ella misma dijo en una ocasión, es un requisito imprescindible seguir manteniendo la forma literaria para que la función política de la novela no pierda su eficacia: “… siempre pagando peajes, disimulando, poniendo un poco de complejidad formal o un poco de ironía o un poco de sentimentalismo para que el caballo [de Troya] tenga pinta de caballo o para que el capitalista piense que será más alto el beneficio obtenido que la cantidad de sabotaje que la novela o la película puedan contener”.
Marx, hablando de Charles Dickens, Charlotte Brontë y Elizabethh Gaskell dijo que eran “una espléndida cofradía de escritores de ficción ingleses, cuyas páginas elocuentes y vivas trajeron al mundo más alegatos sociales y políticos que todos los políticos, publicistas y moralistas profesionales juntos”. La literatura de Belén Gopegui busca también ese rol movilizador y aunque sabe esconderlo muy bien en sus libros, como el “caballo de troya ante la ciudad enemiga” o el virus que busca penetar y destruir desde dentro un sistema informático, tiene el valor de no ocultarlo en sus declaraciones públicas, como jamás ha renegado de su solidaridad con la Revolución cubana.
Gracias, Belén, por ser tan culpable, por escribir tan bien y por hacernos disfrutar tanto sin olvidar en qué mundo vivimos.
Y sobre todo, gracias, por muy marxistamente, ayudar a transformarlo. (Publicado en CubAhora)
*Palabras de presentación de la novela Acceso no autorizado, de Belén Gopegui, en la Feria Internacional del Libro de La Habana, 19 de febrero de 2014.
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