El anuncio ayer del presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, de romper relaciones diplomáticas con el Gobierno de Panamá, así como congelar los vínculos comerciales entre ambas naciones, no fue una sorpresa. El peón incondicional de EE UU, Ricardo Martinelli, había sido el escogido para solicitar el llevar, al ridículo "patíbulo" de la OEA, al gobierno venezolano, condenarlo y, por supuesto, abrir las puertas al injerencisco, la condena y una posible invasión.
Todo se había planeado tras bambalinas, bajo presiones de EE UU y Canadá, con la venia servil de José Miguel Insulza.
Zorro viejo, Martinelli trató de deslindarse de cualquier mala intención y asumió el papel de víctima ante la arremetida de Maduro. En su apoyo corrieron varios políticos, armados de dudoso nacionalismo, como el expresidente Ernesto Pérez Balladares y Carlos Eduardo Rubio, el candidato presidencial oficialista panameño, José Domingo Arias, así como varios escuálidos residentes en el país ismeño como Andreína Chacín y Orlando Goncalves.
Alineados junto a Panamá y su detestable papel lacayuno, se levantaron las voces más esperadas del gallinero derechista antivenezolano. La MUD fue una de las primeras, así como Fedecámaras y otros miembros de la derecha venezolana, entre los que se destacó el provocador Henrique Capriles. Por supuesto, Álvaro Uribe Vélez, enconado enemigo del chavismo, se sumó a los ataques ante la decisión de Maduro. expresando su apoyo a Martinelli.
La reacción de Maduro de desconocer cualquier rol de la OEA con respecto a Venezuela, excluyendo cualquier injerencismo y envío de comisiones verificadoras nada confiables, fue un golpe de dignidad soberana contra el complot.
Como era de esperarse, el embajador de Estados Unidos en Panamá, Jonathan Farrar, viejo conocido de los cubanos por haber sido remedo de ignorado pro cónsul de la SINA en La Habana, manifestó su apoyo a la sucia componenda, declarando que su gobierno estaba de acuerdo con el show de la OEA prevista para hoy.
Parte del alboroto surgido en Panamá fue protagonizado por el ex canciller panameño, Marcel Salamín, quien dijo que su país debe recurrir a la Organización Mundial de Comercio (OMC), así como a órganos de arbitraje internacional, para resolver los adeudos de Venezuela con la Zona Libre de Colón. A él se sumó también Severo Sousa, de la Asociación de Usuarios de la Zona Libre de Colón, quien pediría una reunión con Martinelli para ver cómo saldrían de la situación creada. No se quedó atrás el diputado perredista, Leandro Ávila, quien apoya las preocupaciones de los "canaleros" oligarcas, los que argumentan que comerciantes venezolanos deben a los empresarios de la zona franca panameña unos US$2.000.
Como contraparte, más de 20 organizaciones sociales y más de 50 personalidades políticas anunciaron en Panamá la creación del Comité Bolivariano en Solidaridad Latinoamericanista en solidaridad con el pueblo de Venezuela y su gobierno, según describe Aporrea. De la misma manera, varios expertos panameños culpan a la política exterior de Martinelli a la actual crisis entre ambas naciones, como son los casos de Julio Berrío y Miguel Antonio Bernal.
Mientras tanto, sesiona la reunión de embajadores ante la OEA, su Consejo Permanente, con cierta certeza de que no prosperará una cita de cancilleres en ese organismo y que no se adoptará enviar una comisión investigadora a Venezuela. Es una prueba de que la OEA ha quedado relegada, dentro del marco de las relaciones internacionales en la región, ante otros foros como UNASUR. Lo cierto es que el complot se frustró ante la solidaridad recibida por Maduro por parte de varios gobiernos latinoamericanos, tales como Bolivia, Ecuador, Argentina y Cuba, ante un frente derechista pusilánime integrado por el propio Panamá, Colombia y Chile.
Otra vez Latinoamérica ha ganado ante los planes del Imperio. En el tablero complicado del ajedrez en la región, EE UU ha visto que poco valen los peones que le quedan.
Percy Francisco Alvarado Godoy
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