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lunes, junio 23, 2014

"La risa no cree en nadie"

Imagen: La Jiribilla
Quien mucho se ríe… de su infancia se acuerda. Convendría la adecuación del adagio después de haber compartido una media hora de humor en serio con Alejandro García, "Virulo", recién nombrado Premio Nacional de Humor 2014, pues el también trovador comparte la idea de regresar a la niñez como única posibilidad de reconciliarse con la profundidad de un chiste.
Admito no sobreponerme todavía a la compleja yuxtaposición de profesiones que lo componen como ser humano y que lo dotan de una “inteligencia en gracia y graciosa”. Mosaico que complejiza la manera depurada de entenderlo en sus aportes. Si tuviera, sin embargo, que ponderar en su arte la valía de un elemento por sobre otro cualquiera, estaría en la solemnidad irreverente de su humor. La misma que nos pone a pensar melodiosa y rítmicamente nuestra realidad, desoyendo los cantos de sirenas que con peligro colonizan en el presente el gusto.

Virulencia desencadenada es, pues, la manera plaguicida y bíblica que dispone Alejandro García para dar nombre a un espectáculo, ahora a modo de entrevista, con la sola condición de prohibirle la entrada a aquellos que, accediendo al hastío y envanecimiento, extraviaron el boleto a la infancia y su sentido del humor.
Pongo en crisis si el humorismo fue vocación o profesión y qué fue entonces la arquitectura para Virulo ¿Por qué nunca vimos un edificio suyo y sí derrumbarse muchas mandíbulas de la risa?
El humor es una cosa con la que se nace. Es una manera muy especial de ver la vida. Decía un amigo venezolano que los humoristas somos gente que tratamos de hablar en serio y los demás se ríen porque tenemos como una manera equivocada de plantear las cosas o, no equivocada pero extraña de decirlas. Situación que hace que los demás se rían cuando tú estás hablando más en serio. Eso fue algo que a mí me pasó siempre, desde niño. En la escuela mientras más me enojaba y más trataba de hablar en serio, la gente más se reía con lo que yo decía.
Estudié arquitectura porque básicamente mi familia es de pintores. Mi padre y mi madre se conocieron en la Academia de San Alejandro y siempre soñaron con tener un hijo arquitecto. No me arrepiento de haber estudiado arquitectura porque ella a mí me ordenó la forma de pensar. La arquitectura es una manera de organizar el espacio, pero para hacerlo primero tienes que organizar tu mente. Eso es aplicable a cualquier rama del saber: a dónde quieres llegar, cómo quieres llegar y de qué manera vas a lograr cumplir tus objetivos. Esto puede llevarse desde un edificio hasta a una canción. De hecho, mi primer disco grande La historia de Cuba está hecho aplicando un principio del diseño que es el módulo. Eran 16 canciones que se ensamblaban unas con otras y hacían la historia completa de Cuba. Pero cuando tenía que hacer menos canciones porque era más corta mi presentación podía quitar algunas, reensamblar y volvía a sonar como un espectáculo completo.
Yo quería ser básicamente músico. En el segundo año de preuniversitario empiezo en la Nueva Trova. Es así como en 1972 me convierto en uno de los fundadores de este movimiento. Cuando me gradúo pues ya tengo de alguna manera una carrera como trovador. Incluso mi vida como estudiante de arquitectura fue muy accidentada porque la pasaba haciendo giras. Mientras estaba estudiando arquitectura fui de gira con Silvio a Venezuela, con él y con Pablo a Nicaragua, me presenté en Colombia, México y los EE.UU. Mi carrera como trovador me obligó a estudiar mucho porque la compartí con los estudios de arquitectura. También aprendí a trabajar duro y a disciplinarme porque tenía que actuar, estudiar y sacar buenas notas.
La arquitectura, por otro lado, me brindó cuantiosas satisfacciones en el sentido de que es una carrera que me sigue gustando mucho. Me fijo en los diseños, en los edificios. Disfruto observar todo el medio arquitectónico que hay a mi alrededor y aunque ya no me dedique a eso desde hace muchos años, no dejo de disfrutar la arquitectura como un arte tan maravilloso, que constituye una forma de vida.
¿Cuba se resiente de no exhibir una escuela de humorismo que propenda a la profesionalización de sus cultores?
Creo que es imposible hacer una escuela de humorismo. Lo que pasa es que hay cursos donde tú puedes aprender a actuar. Puedes aprender a expresarte, a dominar tu cuerpo, la expresión corporal, la gestualidad. Puedes estudiar a Stanislavski, a Grotowski, a quien desees para ser un buen actor, pero el humor siempre es una chispa misteriosa que no está al alcance de todos. Hay personas que por mucho que intentaran ser humoristas no lo iban a lograr. Esa gracia de decir algo, al parecer disparatado u ocurrente, pero que al mismo tiempo viene absolutamente al caso, es una manera muy extraña de pensar de los humoristas.
Una escuela de humorismo no creo que vaya a florecer. No me parece que por ahí vaya la cosa. Considero que la gente que generalmente tiene sentido del humor y que hacen buen humor necesitarían estar mejor formados. Sí necesitarían estudiar más. Especialmente en Cuba y en muchas partes el humor no siempre es sinónimo de inteligencia y de cultura, sino más bien se ha vuelto una expresión popular y a veces populachera de lo que siente el pueblo. Entonces creo que son expresiones que merecen la pena de ser refinadas. Hay ejemplos en toda la cultura de la humanidad de expresiones muy refinadas de humor desde los argentinos Les Luthiers, Monty Python, en Inglaterra, escritores maravillosos de humor como Mark Twain, que sigue siendo de mis preferidos.
En ese sentido le doy mucho la razón a Freud que hace un análisis en su libro El chiste y su relación con el inconsciente, donde plantea que cuando nos reímos con un chiste, de alguna manera regresamos a nuestra infancia porque volvemos a ser libres ante un mundo y una sociedad que nos han impuesto durante años sus taras, sus ataduras, sus convenciones. Es una manera de romper con los convencionalismos de una sociedad.
Hay un libro maravilloso que se llama En nombre de la rosa, de Eco, que habla justamente de eso. Se refiere a las páginas perdidas de Aristóteles sobre la risa y hay un monje que termina quemándolas porque dice que la risa es algo maligno. Fíjate que la humanidad siempre se ha debatido en qué nos causa risa y por qué. Sigue siendo un misterio y, sin embargo, es una expresión maravillosa de nuestra inteligencia que nos permite aliviarnos de las tensiones. Reírse a gusto es muy bueno para la salud: sube las endorfinas. Es decir, tiene una cantidad de efectos benéficos que son muy considerables. Sin embargo, hubo etapas de la humanidad en las que reírse era asociado al diablo porque la risa —y esto ya es un aporte mío— no admite jefe, ni dueño, ni comandante, ni generales, no gobernadores, ni alcaldes. La risa no cree en nadie. No cree ni en sí misma. El buen humorista tiene que ser capaz de estarse riendo de sí mismo constantemente.
Y en ese camino de hacer reír a los demás, ¿cuánto de llanto?
En general yo creo que mi carrera ha sido muy placentera. He tenido suerte. Hay un viejo dicho en Cuba que dice que “más vale car en gracia que ser gracioso”. He tenido la suerte de caer en gracia y ser gracioso muchísimas veces y cosas que probablemente a otras personas no les hubieran permitido decir, yo las he podido expresar sin graves problemas. No he tenido nunca un choque frontal con la censura. Me han censurado cosas, como a todo el mundo, pero nunca ha sido algo traumático o que después me impida levantarme y seguir andando.
Mis encuentros con esas almas perturbadas que no entienden el humor, siempre ha sido muy suave. Nunca ha sido frontalmente. No dejo de temerles porque la gente que odia la risa y odia el humor es gente peligrosa y, por lo general, gente con poder que les gusta ejercerlo. Los tiranos no tienen mucho sentido del humor que digamos. No creo que Hitler hubiera tenido mucho sentido del humor. Desconfío de la gente que no tiene sentido del humor. Ese tipo de gente me da mala espina.
El período en que se radica en México, ¿humor a la mexicana o Cuba en el corazón del chiste?
De hecho, fueron 20 años de vivir allí, pero mi vida artística en México es mucho más intensa que mi vida artística en Cuba. Me presento actualmente en México como cien veces al año y aquí en Cuba me presento tres, cuatro veces. Es decir, mi vida artística en México es muy intensa y lo ha sido desde hace 20 años.
Comencé en México yendo con el Conjunto Nacional de Espectáculos. Fuimos al Auditorio Nacional. Con Sara González cuando hice Génesis lo presenté hasta en la Catedral de Cuernavaca, invitado por el obispo a que presentáramos Génesis allí en el altar. El espectáculo se dirigía a un público que llenaba la catedral y que estaba un poco sorprendido de una cosa con sentido del humor que hablara de Dios. ¡Fíjate si el humor puede ser poderoso! Conservo aún una biblia que me regaló el obispo de Cuernavaca, donde decía: “Nunca antes se había interpretado el pensamiento del Antiguo Testamento con tanto sentido del humor”. Y él se divirtió porque, como decía, la risa nos regresa a nuestra infancia. Nos hace más sanos, más abiertos.
Después sí tuve un programa con Televisión Azteca que se llamaba Virulencia modulada. Estuve trabajando con ellos como dos años: el programa estuvo al aire como año y medio y otro medio año que estuve trabajando en otros proyectos allí en Televisión Azteca. Luego estuve dos años con un programa que se llamaba La coladera en el sistema mexiquense de televisión. Fueron entre cuatro y cinco años haciendo televisión en México.
El mexicano tiene muchísimo sentido del humor. Recordemos las películas de Tin Tan, de Cantinflas. Después a México le pasó lo que le sucedió a buena parte de América Latina, donde incluyo a Cuba. En el humor se empezó a confundir lo gracioso con lo grotesco y se comenzó a vulgarizar la expresión en todas partes. En esto tuvieron mucha culpa los medios masivos que confundieron al humorista con el clown. Empezaron a bajar el nivel en busca de más audiencia y cuando empiezas a bajar el nivel para lograr audiencia pues puedes llegar al piso y acabar negando las cosas esenciales de la manifestación. El humor debe ser una manifestación de la inteligencia, no de la estupidez porque él puede también servir para reafirmar la imbecilidad de la persona. Si te dedicas a hacer chistes de la suegra, los tarros, la raza, puedes ir reconfirmando los peores monstruos del hombre a través del humor. A través del humor puedes hacer también muchísimo daño. Entonces, ojo con eso, que es un asunto complicado.
Te contesto ahora la pregunta tuya que iba más que nada a cómo me entendí yo con los mexicanos. Tenía ya una previa comunicación con México de todas las veces que fui. Provengo de la Nueva Trova, como te decía. En la Nueva Trova teníamos un concepto muy universal del arte y de la música y ese concepto universal lo llevé al humor. La canción Rosa Denise tan bien como funciona aquí, funciona en México para los mexicanos. Muchas canciones mías que hago normalmente aquí en Cuba, funcionan en México. Hay temas especiales que de repente he tocado de la realidad mexicana y otros que he tocado de la realidad cubana, pero básicamente mi obra es universal. Se entiende. En México es donde más me presento, pero lo hago también en España, Colombia, Chile, Argentina y en esos lugares practico lo mismo. No cambio nada. Ni un punto ni una coma. Quizá alguna palabrita, pero esencialmente la estructura es la misma. También tengo a mi favor algo que es bien importante: la música. Es un lenguaje universal y a través de ella tú puedes hacer entender cosas que ni con la gestualidad pudieras hacer entender.
¿Qué ha representado en su profesión la muy socorrida trilogía Sexo, luego existo, después pienso; La soprano estreñida e Il medio Castrato?
Esa fue una trilogía que hice básicamente para sacarme la espinita de hacer un émulo de Johann Sebastian Mastropiero. Konstantin Vonsauerkraut es de alguna manera un alter ego de Johann Sebastian Mastropiero de Les Luthiers. Con esto le estaba haciendo como un homenaje a la obra de Les Luthiers y a la influencia que tuvo en mí. Por otro lado fue una práctica maravillosa y ardua de hacer humor de esa manera. Esa es una manera muy especial que no todo el mundo puede lograr hacer. La forma de hacer ese humor intelectual a través de juegos de palabras, de planteamientos, de hilvanar la historia con un personaje como es el caso de Konstantin Vonsauerkraut, que es el que va llevando toda la historia, y hacerlo además con una óptica cubana —porque aunque sea un homenaje esta trilogía tiene su personalidad y tiene sus seguidores y los seguidores de Konstantin Vonsauerkraut, son los de Konstantin, no son necesariamente los seguidores de Mastropiero— es su principal riqueza. El personaje de Konstantin tuvo suficiente fuerza y vitalidad como para imponerse él. Para mí fue el modo de demostrarme que esa forma de hacer humor la podía hacer sin problemas.
¿En el humor prefiere acogerse a la espontaneidad o al recurso meditado?
Las dos cosas. Con los años he descubierto un recurso maravilloso de la espontaneidad. La espontaneidad tiene que venir de una complicidad con el público, que la gente sea cómplice tuyo para entender de qué tú estás hablando y cómo lo estás hablando para que tú te sientas relajado. Por lo menos en mi caso, siempre que tengo dudas si me entienden o no me entienden, me cuesta trabajo improvisar, pero me gusta hacerlo. Últimamente he descubierto en mis conciertos en México que incorporo muchísimo la improvisación a partir de que ya es un público conocedor de mi obra, que me sigue, que sabe lo que estoy diciendo, dominan las canciones. Entonces empiezo a jugar con eso de una manera muy libre y puedo improvisar. Es algo delicioso cuando improvisas cosas que después pueden ser además irrepetibles. Así que creo que voy por las dos. De la improvisación a partir del conocimiento y no de la ignorancia. La improvisación a partir de la cultura, no de la estupidez. Siempre a favor de la inteligencia de la gente.
¿El humor es un don que madura con la persona o envejece en la angustia de los años, al tiempo que el humorista?
El humor puede envejecer. De hecho, si escuchamos los chistes que hacía mi abuelita hoy en día me parecerían absolutamente inocuos, demasiado blancos. La ingenuidad se va perdiendo con la vida, con los años y es parte del humor. Esa ingenuidad tiene que seguir siendo parte del humor. Fíjate que es una contradicción porque no puede ser tampoco tan ingenua al punto de apartarte de la realidad que estás viviendo. Eso es lo que sucede con los chistes de las abuelitas que son demasiado ingenuos. Están como muy idos de la realidad.
El humor es una manifestación difícil porque a nadie le gusta escuchar un mismo chiste tres veces. Los humoristas estamos condenados a estar creando constantemente, a estar haciendo y proponiendo cosas nuevas. Eso es maravilloso, pero muy angustiante a la vez porque llega un momento en el que dices: “Bueno, y ahora qué, de qué voy a hablar, qué cosa nueva voy a decir”. A veces tienes que retomar temas que hiciste hace muchos años y refrescarlos. Yo tengo una obra bastante grande son unos 16 discos que he grabado para las obras de teatro, los sketch, los monólogos y de vez en vez regreso a escucharlos y descubro cosas mías a las que les había pasado por arriba y no me di cuenta de lo utilizable que eran, la frescura que tenían. Entonces las vuelvo a agarrar y las vuelvo a hacer.
Es vital para un humorista estarse presentando, estar en contacto con la gente. Los humoristas no somos como los músicos que podemos estar haciendo un concierto cada seis meses, cada año. El humorista necesita estar en contacto permanente con sus públicos para irse nutriendo a partir de escuchar mucho a la gente y lo que les preocupa.
La angustia que mencionabas del envejecimiento y lo te puede provocar cuando te hace escapar de la realidad, te puede suceder. Eso siempre es un riesgo y algo con lo que tienes que estar muy alerta. Hay que vivir muy pendiente de todo lo que nos rodea. Por suerte el trabajo no te permite alejarte demasiado de la realidad.
Hablando de falencias y flaquezas del humor cubano actual conviene la idea de hablar de cierta ¿desprofesionalización?, muy a propósito de fórmulas que lo vulgarizan. ¿Cómo explica este fenómeno?
El humor siempre es el reflejo de lo que pasa en la sociedad. Creo que el humor cubano en este momento padece la misma incertidumbre que todos los ciudadanos que viven en Cuba: nadie sabe qué va a suceder. Estamos inmersos en una cantidad de cambios que nadie está claro de hacia dónde van, ni cómo va a ser la Cuba dentro de 20 años porque hay una lucha por mantener las cosas como las conocemos, pero hay fuerzas inexorables en el mundo, en la vida y en la economía que nos van llevando hacia lugares incógnitos. A eso súmale la pirámide invertida en que se ha convertido la sociedad cubana, donde los que tienen más poder adquisitivo son los más ignorantes. Los que tienen más preparación, desgraciadamente, los profesionales, son los que menos recursos tienen. Viven confiando en el estado, en el salario que proporciona que es el menor. Entonces la gente más culta de repente no tiene recursos. ¿Quiénes son los que los tienen? Los chanchulleros, los negociantes, personas que no son precisamente ejemplo de cultura y de algún modo imponen su gusto.
El humor es un plato que se sirve a gusto del consumidor y el consumidor en esos sitios nocturnos determina la calidad del humor. Muchas veces sucede que los humoristas confunden que están sirviéndole un plato frío a la gente, pues eso es lo que quieren consumir, y se olvidan de que pueden cocinar manjares exquisitos para hacerlos después en un teatro, en otros lugares. Ese mismo medio de hacer cosas baratas llega a los teatros y a todas partes porque sencillamente se está convirtiendo en un gusto y en una manera de ser. Creo que eso tiene muchísimo que ver con lo que está sucediendo en Cuba, lo cual me parece una cosa peligrosa porque estamos abandonando a toda la gente que formamos durante 50 años de Revolución, los estamos dejando a su suerte. Y el país está encaminándose a hacer negocios con los negociantes. Ojo con esto que estoy diciendo porque es muy terrible, pero es una de las cosas que a mí más me preocupa de la situación actual en la Isla.
El Premio Nacional de Humor 2014, ¿es la cosa más seria que le ha sucedido? ¿A quién lo dedica?
Me gustaría dedicarlo a los jóvenes que están empezando a hacer humor. Durante toda mi vida he rendido homenaje al humor inteligente, al humor culto, al humor elaborado. Dedicaría este Premio Nacional de Humor a que los jóvenes que están comenzando a hacer humor siguieran el camino ese de la inteligencia, de la crítica aguda, de la cultura y que no se vendieran a lo más barato. Que confiaran en que si uno hace las cosas creyendo en lo que realiza, y se crea con la confianza absoluta de que se está haciendo algo bueno por los demás, de alguna manera eso se va a reconocer en algún momento.

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