Cine Reverso/Octavio Fraga
No tenía dudas de usted. Sabía que haría
una pausa en su camino para declararse un insurgente. Un enemigo de la
muerte. Un rebelde de la maldad, del premeditado homicidio. De la
inaceptable cobardía y el cómplice silencio.
Nunca dude de sus palabras. De sus
intentos por hacer la mejor obra de su vida que es la obra por todos. A
fin de cuentas esta casa es un pedazo de mar, un bosque antiguo y una
ventana sin techos. Es en definitiva, ese espacio donde la luz abraza y
las estrellas vagan sin aspirar al pórtico del firmamento.
Nos toca cuidarla sembrado en sus
profundas grietas metáforas y besos. Hablo de ese espacio vital donde
habitan los abrazos, que son –y han de ser- el signo de la humanidad en
estos tiempos.
Aún nos quedan días en los que debemos de
caminar juntos. Todavía faltan muchas horas en las que tendremos que
seguir truncando los aterradores cantos de sirenas y los gritos del
dolor, ante esas lanzas que todavía vuelan con sabor a muerte, en medio
de los bosques cercos.
No está terminada esta obra marcada por
la furia del miedo antiguo. Por la fragmentación de los tiempos.
Mientras persista el último despertar de una bala asesina habremos de
juntarnos todos, pues esa será nuestra mejor obra donde la guerra nos
quiere dibujar el paisaje, rodeados de un muro y el silencio.
Queda por recomponer los destruidos
parajes de esas tierras encendidas, deshechas por la furia de morteros
que volaron ardiendo al corazón de una patria, de una vida, de cientos.
Urge sanar las heridas de los que aún
gritan su dolor por el trazo de metrallas que cercenan las mantas, las
flores secas y el desván de los aposentos.
Apremia compartir nuestros sueños con los
que ya no tienen casi nada. No hablo de objetos, de baldas o incólumes
vestidos de colores con sabor a farsa. He de ser preciso, hablo de
cobijos, de canciones, de poemas y risueñas danzas. Hablo de un abrazo,
de un empeño, de una palabra, de aciertos. Hablo de Palestina, de la
Palestina ocupada.
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