
- Reforma Constitucional: Proceso de consulta popular en aras de modificar y aprobar la nueva constitución en referéndum. Por acuerdo de la Asamblea Nacional, en sesión extraordinaria celebrada el 2 de junio de 2018, se inició dicho proceso y se creó una Comisión presidida por el General de Ejército Raúl Castro Ruz. La Comisión presentó un Anteproyecto de nueva Constitución de la República al VII Pleno del Comité Central del Partido y al Consejo de Estado, así como a los diputados de la Asamblea en su primer período ordinario de sesiones. El 22 de julio de 2018 el Parlamento acordó someter a consulta popular el proyecto desde el 13 de agosto hasta el 15 de noviembre.
- Proyecto Constitucional: Propuesta de una nueva Constitución de la República de Cuba que será sometida a referéndum que derivará de un proceso de reforma total al amparo del artículo 137 de la actual Carta Magna. Consta de un Preámbulo y 224 artículos, divididos en 11 títulos, 24 capítulos y 16 secciones.
Cuando ya hemos recorrido un buen trecho en el análisis de nuestro Proyecto de Constitución,
hay algunas cuestiones que inevitablemente se quedan por analizar.
Otras, por más que se tratan de hacer converger hacia una determinada
opinión, muestran que no todo está dicho en materia de Derecho y de derechos.
Es bueno ver el debate que se genera.
No solo gana en temperatura con los argumentos, sino también en
madurez. Y es lo propio de un ejercicio verdaderamente democrático:
saber que nuestra voz y participación sí determinan hoy en lo que
estamos construyendo.
Coincido con muchos criterios que, en función del ejercicio que nos hemos propuesto en Cubahora,
no plasmo. Pero también pienso que mis creencias tienen el sesgo
ineludible de mi generación; y si saco cuentas me percato de que la
Constitución vigente tiene ya 42 años. ¿Para quién estamos legislando
entonces? Creo que en el futuro los nacidos en Cuba
tendrán sus propias opiniones sobre lo que estamos discutiendo hoy, así
como mis dos hijos no me perdonarían no haber tomado partido en el bando
de los que están a favor de incluir más derechos.
Justicia, igualdad, libertad son
principios por los que el hombre ha luchado a lo largo de nuestra corta
historia, en este pedazo de materia al que llamamos mundo. Sin embargo,
el principal escollo ha sido uno: el propio hombre. No existen
ambigüedades en esta relación. El hombre lucha por imponer, limitar,
restringir… al hombre. Todo pasa por el tamiz de la autopercepción.
Juzgamos antes de empatizar, imponemos antes de negociar, atacamos si
nos sentimos violados en nuestros derechos y criterios, pero
-ojo- derechos y criterios no son lo mismo, ni se pueden sopesar igual.
El diálogo de sordos es difícil. Siempre se encuentra abono en el jardín
de las diferencias.
No es casual entonces que no logremos ver
el equilibrio. Se legislan derechos y, con ellos, se establecen los
límites. Hace unos días debatiendo sobre estos temas, una persona me
preguntó: ¿Y cuál es el espíritu de la Ley? ¿Qué queremos lograr con la
nueva Constitución?
Creo en las enseñanzas de los que
dedicaron su vida y obra a la construcción de nuestra nación. Sueño con
una Cuba inclusiva y vanguardista en lo que a desarrollo social se
refiere. Imponer criterios o preceptos en nuestro archipiélago es un
error. Ni por las buenas, con edulcoradas campañas de comunicación, ni
por las malas, con el ímpetu de los transformadores. Pero entiendo y
ratifico que para ser más justos, más libres y más unidos, hay que tener
más derechos.
Nuestro país ha cambiado mucho en los
últimos 10 años y estoy convencido de que no se parecerá a lo que
seremos en otros 10. Por eso, reconocernos a nosotros mismos como
sociedad, tal y como somos, es parte de ese sentimiento que debe primar
en el espíritu de nuestros análisis del texto propuesto.
Entrando ya en materia sobre el documento en consulta en comparación con el texto vigente, vemos que existen algunas variaciones en lo que a derechos y deberes políticos y cívicos respecta.

(Ilustración: Alfredo Martirena Hernández).
En cuestión de deberes,
se establecen un conjunto de obligaciones que se pueden interpretar como
principios cívicos de comportamiento social. Servir a la patria,
cumplir con la Constitución, contribuir con el gasto público (por ejemplo, a través del pago de impuestos), respeto a la autoridad y sus agentes y el servicio militar obligatorio.
Quiero detenerme en este último aspecto. Muchas personas planteaban la necesidad de eliminar la obligatoriedad del Servicio Militar Activo
(SMA). Aunque no se quiera ver de esta forma, el SMA es una necesidad
del Estado cubano. Nuestro país contiene a las amenazas externas a
través de su poderío militar, que a pesar de lo que a veces se piensa,
no es despreciable. Una parte importante de ese poderío lo constituyen
las tropas que mantienen vitales y en posición de combate a nuestros
ejércitos. Si nuestro Estado tuviera que profesionalizar dichos
ejércitos, no pudiéramos mantener la salvaguarda e integridad del
territorio nacional militarmente.
Hoy existen varias opciones para el SMA,
algunas, incluso, son un referente de trabajo social que debería ser
tenido en cuenta en otras instituciones. A ello le sumamos que la
disciplina y la organización, nunca son mal recibidas.
En el Proyecto se hace alusión a la
necesidad de respetar los derechos ajenos y a no abusar de los propios.
Entre otros preceptos, también se establece ser solidarios y respetar
las normas sociales. La solidaridad es
un valor compartido en nuestra sociedad, que (en mi opinión)
tristemente se ha resquebrajado. Ante cierta proliferación
de individualismo, debe ser una prioridad para nuestro sistema de
educación el trabajo en torno a la hermandad.
En cuanto a los derechos,
ambos textos son casi iguales. Hago la salvedad de que en el artículo
43 de la Constitución vigente son más explícitos algunos aspectos que a
continuación refiero:
– el derecho de ascender en todas las jerarquías en las instituciones militares.
– el derecho de establecer el domicilio en cualquier sector, zona, barrio y alojarse en cualquier hotel.
– el derecho a ser atendidos en los restaurantes y demás establecimientos de servicios públicos.
– el derecho a usar sin separaciones el transporte marítimo, ferroviario, aéreo y automotor.
– el derecho a disfrutar de los mismos
balnearios, playas, parques, círculos sociales y demás centros de
cultura, deporte, recreación y descanso.

En el actual contexto, tal vez se debería
reevaluar cómo formular la permanencia de estos derechos que no pueden
dejar de existir, ya que fueron base de la Revolución. Ya conocemos los ejemplos
de malas prácticas en nuestro país en el ejercicio de los mismos, pese a
que están explicitados en la actual Carta Magna. Las entidades
encargadas deben asegurar, primero, el cumplimiento de lo que establece
la Constitución y, después, la realización de su misión u objeto social,
sin que ello implique la violación de los derechos ajenos.
El artículo 93 de la nueva propuesta
sobre los derechos y deberes de los extranjeros, no expresa variaciones
en su contenido, salvo que se añade como garantía la posibilidad de
reclamar ante tribunales la restitución, reparación o indemnización de
derechos que puedan haber sido vulnerados.
Política educacional, cultural y científico-técnica
Si bien se trata de líneas de trabajo de
las cuales se desprenden muchas cuestiones, para ser un frente tan
amplio se cubre con una construcción quizás un tanto escueta.
Como preámbulo, referiremos que la cultura no
debe ser entendida solo como manifestación artística. La cultura son
también las tradiciones, los símbolos, los métodos y procedimientos que
empleamos en la cotidianidad, las percepciones y puntos de vista sobre
diferentes temas, los valores y la economía. Entiéndase, por ende, que arte y cultura no son sinónimos.
Cuba está inmersa en un contexto de guerra cultural, que tiene diferentes gradaciones. Hay una guerra cultural global, que encabeza Estados Unidos pero que cuenta con multiplicidad de actores, liderada por la industria del entretenimiento
y que va dirigida por igual a amigos y enemigos. Hay una guerra
cultural particular entre Cuba y Estados Unidos. Va desde el robo de
talentos en el béisbol hasta el fomento de la corrupción en nuestra
sociedad, pasando por el arte hipercrítico, la descontextualización y
reescritura de la historia cubana y la formación y deformación de
nuestra imagen e identidad cultural a la vista de otros.
En el pensamiento estratégico de Fidel Castro, la cultura desempeña un papel primordial pues contiene a la ideología, que es el motor real de la Revolución. Palabras a los intelectuales es
un texto imprescindible para entender la relación arte-Revolución. Este
texto nos acerca a la visión de Fidel en un momento histórico
determinado. Desde ese encuentro del líder histórico con un grupo de
intelectuales, Cuba ha cambiado mucho. La inversión de la Revolución en
la educación artística rindió frutos y hoy nuestro país cuenta con un
sistema de enseñanza y promoción artístico-literaria que van desde el
nivel comunitario hasta la superestructura.
Sobre ese sistema que cuenta con varios proyectos como las Casas de Cultura
municipales, no hay referencias en el texto que se propone. La
importancia del tema está en que la cultura reside en el pueblo. Es un
bien intangible e inmaterial. El estado no puede administrarla y
repartirla como se hace con otros recursos, por tanto, la lógica de su
tratamiento debiera estar despojada de visiones economicistas y
burocratizadas.
Para, como dice el Proyecto, elevar la
cultura del pueblo y fomentar y desarrollar la educación artística, la
vocación para la creación, el cultivo del arte y la capacidad para
apreciarlo, debemos, ante todo, hacer de la educación artística un
derecho consagrado de nuestro sistema de educación. No se trata de que
todos sepan tocar un instrumento o levantar un pincel, sino de incluir
como parte de la formación de los estudiantes de todos los niveles de
enseñanza la apreciación artística y literaria. Esa batalla se gana en
la comunidad, espacio sobre el cual no se hace referencia en este
apartado del Proyecto.

Por otra parte, la educación artística se
complementa a través de los medios de difusión masiva. Debería ser un
precepto que el aporte de la prensa, en tal sentido, fuera la
reproducción cultural enriquecedora y no el fomento del consumo acrítico
de la chatarra hegemónica.
El Proyecto ratifica en varias formas la
libertad de creación artística, siempre que esta sea consecuente con
nuestros valores e intereses sociales.
La educación, como una
dimensión de nuestra cultura, debe recibir -de igual forma- un
tratamiento diferenciado. Se hace mención a que la enseñanza es laica,
al igual que nuestro Estado y, por ende, sus instituciones. La misma se
basa en los avances de la ciencia y la técnica y en los valores de la
sociedad, y es gratuita hasta la universidad. Tal como analizamos en el trabajo anterior, ese derecho ya entraña un límite. Se promueve la historia nacional y la participación social.
Se omiten en el Proyecto, en comparación
con el texto vigente, referencias al sistema de becas estatales y a las
facilidades de estudio a los trabajadores. Son dos temas que
probablemente deberían permanecer, atemperándolos a las necesidades
actuales y futuras de la población.
El sistema de becas para la enseñanza
preuniversitaria ya cumplió su rol como parte indispensable del sistema
de educación; sin embargo, existen otros tipos de becas que se deberían
mantener, a nuestro juicio. Becas de creación, de entrenamiento, de
estudios específicos, deben tener consecutividad y no quedar al ánimo de
las instituciones. Por otra parte, la superación de los trabajadores es
un reclamo histórico. Todos tenemos derecho y deber de superarnos
profesionalmente para construir una sociedad más justa y digna.
Estas cuestiones que hemos tratado hasta
aquí, son parte de lo que en los debates se ha comentado más.
Continuaremos analizando en Cubahora el Proyecto de Constitución para hacer de Cuba un lugar más nuestro.
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