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lunes, enero 14, 2019

Julio Antonio Mella, a 90 años de su asesinato

Por Martha Gómez Ferrals
En 2019 se cumplen 90 años del vil asesinato del combatiente Julio Antonio Mella, derribado mortalmente, con solo 25 años, en las calles de Ciudad de México, por asesinos a sueldo del dictador cubano Gerardo Machado. Fue la noche del 10 de enero de 1929, y caminaba junto a su compañera de lucha y sentimientos, Tina Modotti, después de salir de una reunión.
Era un hombre de temple y de impronta formidable, a pesar de su extrema juventud. Su accionar de luchador revolucionario, comunista y antiimperialista, su movimiento incesante en reuniones, tribunas, mítines y desde páginas escritas, su coraje para enfrentar la persecución y la cárcel, le habían dado un prestigio incuestionable.
Solo la alevosía, la sorpresa y la traición allanaron el camino de las manos criminales en la oscuridad de la noche.
Su célebre frase pronunciada en la agonía: “¡Muero por la Revolución!” nunca ha sido olvidada, como símbolo de su trayectoria revolucionaria consecuente y expresión de que la fuerza de su ejemplo puede inspirar todavía.

En su tierra natal, Cuba, su vida había sido intensa, en el mismo vórtice del movimiento revolucionario estudiantil de su tiempo, desde el que también creó nexos e imbricaciones con la clase obrera y el resto de la sociedad. Gerardo Machado ensañó la persecución y el odio contra él, que ya se había iniciado desde la presidencia de otro entreguista al imperio, Alfredo Zayas.
Para nadie era un secreto que Machado presumía de ser furibundo anticomunista, de naturaleza sádica y criminal por añadidura. Reprimía con torturas, desapariciones y asesinatos a sus oponentes, así de sencillo. Mientras, por otro lado, amante del boato y el lujo de los sibaritas y ladrones del erario público, se empeñaba en mostrar una bonanza que no existía construyendo ciertas obras públicas claves y edificios fastuosos.
Mientras, el hambre, el desempleo, la extrema pobreza y enfermedades curables, mataban a los más humildes.
El líder estudiantil comunista Julio Antonio Mella era tal vez la mayor de las pesadillas de ese gobernante llegado al poder en 1925, y quien no descansó hasta que planificó e hizo cumplir el asesinato del joven en el exilio.
Mella, radicado en la capital azteca desde 1926, continuó fiel a su ideario. Se afilió luego al partido comunista de ese país, del cual llegó a ser miembro de su buró político, así como se vinculó a una organización revolucionaria venezolana que también pretendía abatir la dictadura en su territorio.
En México trabajó activamente para la Internacional Comunista continental. Creó en 1924 la sección cubana de la Liga Antimperialista de las Américas, más tarde se afilió a la mexicana. Difundió con tesón las ideas marxistas desde las filas del periodismo y era un promotor de la Reforma Universitaria en América Latina, un movimiento de avanzada. En fin, fue un dirigente que rebasó con creces los límites nacionales.
No dejó de padecer, en tal quehacer, incomprensiones y acusaciones infundadas de parte de elementos que minaban las filas de los comunistas. Pero el joven nunca perdió su fe, honestidad y verticalismo. No cejó jamás en su empeño de luchar para derrocar la dictadura de Gerardo Machado, en su amada patria.
En 1928 organizó una expedición armada que debía partir de esa nación hermana contra el tirano, para la cual consiguió un alijo de armas.
Una traición hizo fracasar ese plan, cuya información conoció Machado. Esto marcó, afirman, la sentencia de muerte de Julio Antonio. El dictador mandó a asesinarlo y con ese fin su sicario se personó en Ciudad de México, a fines de ese año.
No podemos pasar por alto la fulgurante trayectoria de Mella y sus aportes a la revolución única, en Cuba. Había nacido en La Habana el 25 de marzo de 1903.
Cuando cursaba Derecho, Filosofía y Letras en la Universidad de La Habana, creó la revista Alma Mater, de la cual fue su administrador y uno de los principales redactores.
Una obra magna, que lo honra y pervive hasta el presente, es la fundación a fines de 1922 de la Federación Estudiantil Universitaria, la emblemática FEU, que se convirtió en instrumento de lucha contra la corrupción en los claustros, por la reforma en esa enseñanza y la expansión de los vínculos de la institución con la sociedad y otras organizaciones en auge.
En 1923 auspició el primer Congreso Nacional de Estudiantes y allí fue uno de los principales autores de sus bases mediante un manifiesto que proclamaba la creación de la Universidad Popular José Martí, que abrió las aulas de la educación superior, de manera gratuita, a los sectores más desprotegidos de la sociedad.
Y tal vez su obra de mayor alcance político-ideológico fue la creación en 1925, junto al luchador independentista Carlos Baliño, del primer Partido Comunista de Cuba.
Tanto en la Isla, como más tarde en el exilio, Mella resultó un marxista convencido de que no podría cumplirse un proyecto de justicia social si antes no se producía la emancipación nacional, la independencia de los dictados externos. En ello difería con la mayoría de sus compañeros.
En ese mismo calendario fue encarcelado y protagonizó una huelga de hambre que conmocionó a la nación contra los desmanes del tirano. En 1926 fue expulsado de la Universidad. El acoso aumentó y ya su vida no valía dos centavos en su terruño. Fue obligado a salir del país.
El entreguismo al imperio de un presidente corrupto y criminal acabó con su prometedora vida. Sin embargo, es uno de los símbolos más hermosos e inspiradores de los revolucionarios y de la juventud cubana.
Fue precursor de aquel incuestionable despertar de la conciencia patriótica nacional de los años 20 del pasado siglo y pronto se verían sus gloriosos resultados. Constan en la historia.

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