Tal como un día se quitó el permiso de salida y el de residencia, desearía que, en algún momento, se eliminara cualquier trámite que condicione el estatus de residencia y los derechos en Cuba de los cubanos que estamos fuera. Por supuesto, también desearía que se eliminara el bloqueo y tuvieran buen curso las transformaciones económicas que se están llevando a cabo, para que Cuba esté en mejores condiciones de normalizar todos estos procesos. Lo primero sé que es muy posible que suceda; la eliminación del bloqueo, no me consta. En mi Gobierno confío, en el otro, no.
Al eximir a los viajeros cubanos del trámite consular de prórroga de estancia en el exterior, el Gobierno de Cuba ha dado muestras, una vez más, de sensibilidad y capacidad de diálogo, así como de la voluntad política de rectificar cuando es pertinente y justo, incluso, ante quienes, a pesar de hablar todo el tiempo de democracia, libertad de expresión y pluralidad, no hacen más que ofender, atacar y calumniar al Gobierno cubano.
Por mucho tiempo ha prevalecido la idea de que Cuba por ser socialista (con una economía bloqueada, es válido aclarar, aunque es algo que se intenta pasar por alto como parte esencial de la propaganda contra la Isla), es el único país del mundo donde quien trabaja no puede viajar, comprarse una casa, un carro, ahorrar, etc. Sin embargo, con los reclamos por la imposibilidad de asumir el costo del trámite de prórroga, nos percatamos de que no todos los que viven fuera de Cuba cuentan con 40 dólares mensuales, que hay quienes tampoco pueden pagar un pasaje, que la vida es muy difícil, que el salario no permite ahorrar y se vive al día, que con esta situación de pandemia muchos están varados en una crisis, que la abundancia del capitalismo es un cuento muy mal contado, que pagar 40 dólares pondría a no pocos cubanos en una situación de miseria en un país donde nadie les garantiza nada, que muchos tendrían que elegir entre pagar la prórroga y comer. Yo me pregunto, ¿dónde quedó la prosperidad capitalista y todas sus oportunidades? Ese es también el rostro del capitalismo, aunque en nuestras redes sociales en internet y en nuestros viajes a la Isla, no siempre sea la versión que elegimos contar.
Entonces, cómo es posible para algunos insultar públicamente tan fácil y tan duro al Gobierno cubano, mientras del sistema capitalista que los vulnera y del país donde se vive en una condición de precariedad no se dice nada. Los que vivimos fuera de Cuba estamos viendo atrocidades, cosas que no ocurren en Cuba y, sobre eso, ¿no tenemos una sola palabra que alegar a pesar de vivir en lo que se dice que son «prósperos paraísos democráticos»?
Pero contra un Gobierno que, con un bloqueo clavado en la yugular, garantizó atención médica a cientos de miles de cubanos, sí enseguida se puede arremeter, no importa que entre esos cientos de miles hayan podido estar nuestros padres. Un Gobierno que está en medio de una crisis tremenda resistiendo para no seguir el camino de un cambio estructural neoliberal, y quienes hemos visto el rostro del neoliberalismo en Argentina, Ecuador, Brasil, México, Chile, EE. UU. y Europa, ¿lo vamos a insultar ante la primera oportunidad que encontramos? Un gobierno que va a devaluar moneda y a bancarse los subsidios de las empresas estatales que no puedan afrontar la inflación para que no pierdan el empleo centenares de miles de cubanos, ¿vamos a calumniarlo, quienes sabemos lo que es un paro y lo que es morirse sin conseguir una plaza fija y digna a pesar de títulos, doctorados y mucho talento?
Yo iba a pagar los 40 dólares, en primer lugar, porque si los tengo es gracias a la formación que recibí en Cuba, que me permite sobrevivir en un contexto donde las mujeres que nacen pobres y negras no tienen mi destino. Mi educación no fue gratis porque el Estado la haya costeado con lo que dejó de pagarle a mis padres. En muchos de los países donde vivimos la mayoría está muy explotada –y con lo que les dejan de pagar se enriquecen unos pocos– sin que el Estado les garantice nada. Los iba a pagar también porque mi madre y mi abuela, de casi 90 años, y muchos familiares y amigos queridos están en Cuba, y ante la menor tos o fiebre sé que les van a hacer una prueba por la que tengo que pagar aquí en México miles de pesos, más de 40 dólares, por cierto, y van a ser atendidos por un personal de Salud de muchísima calidad y con el amor que yo no podría darles por la distancia, y eso no tiene cómo pagarse. Y si no hubiese tenido los 40 dólares para pagarlos, me hubiera expresado públicamente, sin insultos, convocando al Gobierno en Cuba para que repensara la medida, pero con la misma valentía iba a denunciar las miserias humanas que se viven en el capitalismo.
Hay mucha propaganda política contra Cuba en los entornos que habitamos, no aticemos con nuestra postura ese fuego contra nuestro país. Ojalá pudiésemos dejar a un lado tanto resentimiento ante un Gobierno que muestra la disposición de escucharnos. El resentimiento es una actitud regresiva e infantil. Depositar en otro toda la responsabilidad de lo que creemos que nos merecimos y no nos fue dado, nos coloca en un círculo vicioso de demanda y queja sin que nosotros mismos estemos ya en condiciones de aportar nada. El resentimiento pudre el alma y el carácter: es la más triste y cobarde de las pasiones. ¡Seamos críticos, pero no resentidos!
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