Por: Arthur González
Una
prueba de este es el resultado de la reciente visita a Cuba del senador
Tom Harkin y la valoración que se llevó de regreso a Estados Unidos
sobre el sistema de salud de los cubanos, comentada el 30.01.2014 en el
diario The Washington Times.
Es ampliamente conocido que los
integrantes de la mafia anticubana radicada en el sur de la Florida y
los que han alcanzado posiciones en el Congreso norteamericano, como
Ileana Ros-Lehtinen, Lincoln y Mario Díaz-Balart, Albio Sires, Robert
Menéndez y Marco Rubio, se niegan con odio enfermizo a que los
ciudadanos norteamericano visiten el archipiélago cubano.
El pretexto es gastado y tonto, basado en el supuesto argumento de que “el dinero que dejen será solo para los gobernantes, y servirá para legitimar al gobierno comunista” y otros similares carentes de razonamiento objetivo y sentido común.
Ejemplo de lo anterior fue el rumor que
la CIA echó a rodar en 1960, sobre la supuesta Ley que preparaba el
gobierno revolucionario para privar a los padres de la patria potestad
sobre sus hijos, situación que diera origen a la emigración de 14 mil
048 menores de 16 años sin sus padres, separando familias enteras que
pasaron años para reencontrarse, génesis de la llamada comunidad cubana
en Miami.
El motivo real de esa negativa es que los
norteamericanos en sus viajes a Cuba, no se percaten de la realidad y
descubran las mentiras y tergiversaciones con las que durante medio
siglo han engañado a la opinión pública estadounidense.

De acuerdo con ese diario para el senador, “Cuba
es una nación subdesarrollada que tiene la mejor protección de los
niños en América. Un país pobre, pero con una tasa de mortalidad
infantil más baja que la nuestra y la esperanza de vida es ahora mayor
que la nuestra. Su sistema de salud pública es bastante notable”.
Es evidente que esa no es la imagen que
venden los mafiosos anticubanos, todo lo contrario, de ahí que desgarran
con fiereza a los que se atreven a viajar, amparados en las múltiples
licencias que autoriza el Departamento de Estado para aquellos que
viajen a trasladar los valores del modo de vida norteamericano, y lograr
la deseada transición al capitalismo.
Pero todos los cubanos saben leer y
escribir gracias a la Revolución, estudian de forma gratuita en todos
los niveles de enseñanza, la cual es obligatoria hasta 9no grado,
disfrutan del servicio de salud gratis y no son desalojados de las
viviendas que el Estado revolucionario les entregó en propiedad, a
partir de la aprobación de la Ley General de la Vivienda.
Otro caso elocuente es el de Jordyn Perry, de Greenwood, Indiana, quien durante su visita pudo experimen
tar
personalmente sobre la cultura cubana. Perry, de 21 años, viajó con
una licencia como parte de un programa de investigación auspiciado por
el programa Break Aways, del Illinois Collage, universidad de artes
liberales de Jacksonville.

En Cuba trabajó con botánicos, maestros y
médicos cubanos para examinar los beneficios y las ventajas del sistema
socialista de atención a la salud, con el fin de aplicarlas en su
propia carrera como terapeuta ocupacional.
El viaje la ayudó a corregir algunas
nociones erradas que tenía sobre el supuesto odio de los cubanos hacia
Estados Unidos y le permitió observar una tierra a la que los viajeros
estadounidenses no han tenido acceso por años.
De acuerdo a lo que declaró al Daily
Journal, en La Habana, ella y sus compañeros de estudio al no hablar
español, se sentían perdidos. Sin embargo, recibieron el apoyo de todos
los cubanos, tanto en las calles como en ómnibus y taxis, afirmando que “la
gente con la que se cruzó en las ciudades cubanas a menudo la ayudaban
más que muchas personas que conoce en su propio país, algo que no se ve
en Estados Unidos”.
El grupo regresó el 11 de enero y según expresó Perry “el viaje me cambió mi forma de ver la vida”, razón primordial por la cual la mafia anticubana se opone a esos viajes.
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