Iroel Sánchez
Cuando tuvo ante sí la posibilidad -finalmente frustrada- de hablar en la ceremonia de los Premios Oscar, sin dudas la mayor tribuna mediática que un intelectual cubano haya podido imaginar jamás, Tomás Gutiérrez Alea no vaciló en anunciar -junto al codirector de la película Fresa y chocolate, Juan Carlos Tabío- que utilizaría esa oportunidad para condenar el bloqueo de Estados Unidos contra Cuba.
“Sabemos que
es una ceremonia muy difundida internacionalmente pero también sabemos
que el bloqueo de Estados Unidos contra Cuba está afectando
terriblemente toda la vida cotidiana de nuestro pueblo y perjudica a
toda la sociedad”, afirmó desde la ciudad de Los Ángeles Gutiérrez Alea,
quien fuera,
sin dudas, uno de los más sistemáticos, auténticos y
profundos críticos de la obra revolucionaria comenzada en 1959. El director del mítico filme Memorias del subdesarrollo, calificó entonces de “infamia” esa política contra su país, en unas declaraciones que recogió la agencia de prensa Notimex el 26 de marzo de 1995.
No creo necesario aclarar que Tomás
Gutiérrez Alea era un intelectual revolucionario, no una celebridad que
va por el mundo complaciendo lo que los grandes medios de comunicación
quieren escuchar sobre Cuba.
¿Es hoy menos fuerte el bloqueo que en
1995? Pues no, lo que ha sucedido después de esa fecha es todo lo
contrario de un relajamiento de esa política de cerco económico. En
1996, el presidente Bill Clinton firmó la Ley Helms Burton que
recrudeció la persecución económica contra Cuba y la administración del
presidente Barack Obama ha sido la que más multas ha impuesto a
entidades norteamericanas y extranjeras por violar lo que el gobierno de
EE.UU. llama embargo.
¿Es común que los grandes medios de
comunicación hablen del bloqueo y de los problemas que este le causa a
Cuba, o más bien su cobertura es funcional a este cuando abordan las
dificultades que enfrentamos quienes habitamos esta Isla, pero ocultando
siempre el objetivo
declarado de tal política norteamericana de provocar “hambre,
desesperación y el derrocamiento del gobierno”?¿En esas circunstancias,
es compatible con la herejía intelectual callar sobre las agresiones de EE.UU.
contra Cuba al acceder a esos grandes medios?¿Es herético para un
cubano tener un contrato con un gran medio y no cuestionar los
estereotipos que estos imponen sobre Cuba?
¿Hay menos debate intelectual y apertura
hoy en Cuba que en 1995?¿O existen muchos e importantísimos problemas
por debatir, solucionar y abordar pero sería faltar a la verdad
responder afirmativamente a esta pregunta?
¿La actitud de Gutiérrez Alea es parte de una tradición ética en la que se inscribe el reclamo de Juan Formell de solicitar a
los artistas y agrupaciones musicales que viajan desde Cuba a la ciudad
de Miami que cuando sean entrevistados allí reclamen la libertad para
los héroes cubanos condenados en EE.UU. por proteger a sus compatriotas del terrorismo, como ha hecho recientemente Francis del Río, y lo hace siempre Silvio Rodríguez sobre Los Cinco, y también acerca del bloqueo, sin dejar de opinar libre y criticamente sobre todo lo que ocurre en su país?¿O son más libres que ellos quienes callan, o enmascaran, las agresiones de EE.UU.
contra Cuba?¿Guarda relación la percepción de que es de buen gusto
hacer esto último con el crecimiento de manera exponencial, en los
últimos 20 años, del dinero que EE.UU. dedica a la propaganda contra Cuba, incluyendo el pago a columnistas
en importantes medios de América Latina y España? ¿Qué peso ha tenido
en esa percepción el abuso por los medios cubanos de un lenguaje
retórico y plagado de consignas, donde los adjetivos no pocas veces han
sustituido a los datos?
¿Es el reconocimiento por el presidente
Raúl Castro de las limitaciones y deficiencias del modelo económico
cubano justificación para no aludir a la política de agresión de Estados
Unidos contra Cuba al ser interrogado sobre la situación del país por
los mismos que silencian esas agresiones? Raúl dijo
“¡La tierra está ahí, aquí están los cubanos, veremos si trabajamos o
no, si producimos o no, si cumplimos nuestra palabra o no! No es
cuestión de gritar Patria o Muerte, abajo el imperialismo (Aplausos), el
bloqueo nos golpea y la tierra ahí, esperando por nuestro sudor” y poco
después recalcó en el mismo discurso que vencer las dificultades que el
país enfrenta “es sin duda un enorme reto, en medio del bloqueo
económico y de muchas otras agresiones concebidas precisamente para
impedir el desarrollo de la nación”.
No hay que ser un visionario para estar
seguro de que ni a Gutiérrez Alea, ni a Silvio, Francis o a Formell los
hubiera buscado la corporación británica BBC para un espacio donde no cupo ni el equidistante Fernando Ravsberg en su infeliz descubrimiento de que allí se puede jugar con la cadena pero no con el mono si el mono se llama Estados Unidos. Para su nuevo espacio Voces desde Cuba, BBC ha
contratado a cuatro cubanos residentes en la Isla y si revisamos sus
respectivas procedencias hayamos una exacta coincidencia con sectores
priorizados por EE.UU. en su
estrategia de “cambio de régimen”: un intelectual, un joven
“emprendedor” y bloguero, una mujer “disidente”, y un joven periodista
al que ya se acuñó previamente como “oficialista”, devaluando de
antemano cualquier juicio que emita.
No entraré a discutir los diferentes grados de verdad presentes en los planteamientos de los tres columnistas cubanos de BBC
que hasta ahora he leído. El intelectual le dice “embargo” a lo que
Tomás Gutiérrez Alea y Tabío cometieron la herejía de llamar bloqueo, la
“disidente” relativiza la injerencia histórica de EE.UU.
en Cuba y pinta preferible la realidad prerrevolucionaria a la actual y
el emprendedor titula su texto “No es fácil ser perro en Cuba”. Es su
derecho y al respecto sólo diré que comparto la postura de Fernando Martínez Heredia cuando escribió en un texto titulado “Cuba, EE.UU. y el mundo de los contratos“: “me
preocupa que en la ampliación de los contratos en unas relaciones que
crecen, ellos lleguen a incluir el tratamiento de nuestras cuestiones
sociales en los medios del imperialismo”.
Del gesto de Gutiérrez Alea y su
compañero Juan Carlos Tabío nos seguimos acordando hoy, la suerte de
quienes hicieron carrera mediática en Occidente como testimoniantes
asalariados sobre el llamado socialismo real enseña que sólo existieron
mientras sirvieron a los que manejan los reflectores. Sobre los
beneficiarios de los contratos con los grandes medios en la Cuba que
estos aspiran a hacer futura, un testimonio de Ryszard Kapuściński
-quien desafió con enorme talento el modelo comunicacional de estilo
soviético, a la vez que fue un antimperialista y tercermundista
esencial- es muy ilustrativo:
“En mi último viaje a
Moscú, quería encontrarme con una demócrata que conocí en otros tiempos.
Y ella exigió dinero por esta cita… Quería cobrar por expresar sus
opiniones porque ella ya era una capitalista y le interesaba ganar
dinero: es así como esta mujer entiende el capitalismo. Casos como éste,
de una confusión total de conceptos, nociones y categorías, abundan en
toda Rusia.”
La ética y los grandes medios suelen ir por caminos separados. Kapuściński lo explicó muy claramente:
“Todo el lado humanista
de nuestra escritura de reporteros radica en el esfuerzo por transmitir
la imagen del mundo auténtica, verdadera, y no una colección de
estereotipos. (…) Mucho me temo, sin embargo, que todo lo que nos rodea,
en especial los medios de comunicación, actúa y avanza en dirección
contraria: hace lo posible por fijarlos. Mucho me temo, sin embargo, que
todo lo que nos rodea, en especial los medios de comunicación, actúa y
avanza en dirección contraria: hacen lo posible por fijarlos”.
En el caso de Cuba ignorar que existen
esos estereotipos, construidos desde los grandes medios, al extremo de
llegar a constituir reflejos condicionados en las audiencias, es ignorar
una parte fundamental de la verdad. “El poder”, esa abstracción de la
que muchos hoy se apuran en declararse “independientes” ya no está en
los gobiernos sino en las empresas comunicacionales y las corporaciones
de la industria cultural. Creerse libre cobrando por complacer su agenda
es un derecho, pero
no da mucha autoridad para brindarnos lecciones. Cierto que existe una
diferencia entre opinar y decidir pero cuando desde fuera de Cuba pagas
por una opinión el equivalente a varios salarios de periodistas cubanos
-y BBC no es el único que lo hace- entonces también estás
decidiendo, no porque le digas a los contratados qué deben decir sino
porque los seleccionaste sabiendo previamente qué es lo que dicen, ya
que todos se expresan habitualmente en la red. Tampoco hay que
explicarles lo que no pueden decir, para eso está el aleccionador
ejemplo de lo que le pasó a Ravsberg.
Es un método efectivo y con mucho futuro.
No por gusto la Junta de Gobernadores para las Transmisiones
(Broadcasting Board of Governors –BBG-) del gobierno de Estados
Unidos se ha propuesto para su Plan Estratégico 2012-2016 la creación
de una nueva entidad que los transformaría -incluyendo Radio y TV Martí-
en una entidad al estilo de Radio Nederland y BBC. Como ha explicado
la Doctora Olga Rosa González acerca del tema, dicha estructura
“funcionaría como una corporación privada públicamente financiada, las
audiencias verían sus contenidos de manera diferente porque ya no
serían, legalmente, voceros oficiales del gobierno”. La efectividad
superior que puede llegar a tener ese traslado hacia “el sector educado
de nuestros enemigos” en la guerra cultural contra Cuba la describió
Martínez Heredia en el texto citado anteriormente:
“puede ser un vehículo
mucho más eficaz que los medios de comunicación que hacen el trabajo
sucio, si se trata de confundirnos, dividirnos, ponernos a pelear
alrededor de nuestros males y deficiencias, y de sembrar desconfianza y
cizaña entre nuestros amigos de la América Latina, el Caribe y los
propios EE.UU.”
En un acto de auténtica herejía, el
periodista británico Glenn Greenwald, que está filtrando las
revelaciones el ex agente de la gencia de Seguridad Nacional de los
Estados Unidos, publicó -a propósito del escándalo desatado por el programa ZunZuneo- documentos de Cuartel General de Comunicaciones del Gobierno británico que prueban la labor conjunta de los británicos con EE.UU.
y otros gobiernos que “amenazan la integridad de la propia Internet,
utilizada como espacio para la propaganda difundida por Estados que
disfrazan su voz en línea, y la presentan como libre expresión y
organización”.
Si denunciar lo anterior es incompatible
con el periodismo dominante, y sumarse a quienes lo pagan es ser
crítico y libre, entonces podemos comprender por qué Edward Snowden no
tiene una columna en la BBC, por qué Greenwald tuvo que crear
un sitio en Internet para publicar sus revelaciones y por qué no existen
en la corporación británica Voces desde Colombia, Honduras o México, por mencionar sólo tres lugares donde hacer periodismo -incluso sin ser hereje- puede costar la vida. (Publicado en CubAhora)
No hay comentarios:
Publicar un comentario