No obstante, los chilenos están frente a una posibilidad concreta de dar un giro a la Historia y cambiar el rumbo del derrotero de su nación. En el mes de noviembre cuentan con esa posibilidad.
NO CABE DUDA que las intenciones más nobles de la mayoría de las tiendas partidistas, y de sus dirigentes en general, pueden resumirse en una simple frase: “hacer de Chile un país mejor”. El problema se suscita cuando a esos partidos políticos se les pregunta “cómo lograrlo”, o “cómo hacerlo”, ya que afloran de inmediato los intereses personales y las fantasías ideológicas que apuntan no sólo a la forma con la que se procurará convencer a la sociedad toda sino, también, al sistema mediante el cual podrá desplumarse a la nación.
El genial humorista y actor del cine norteamericano en la década de los años 40, Groucho Marx, aseguraba que “la política es el arte de buscar problemas, encontrarlos, hacer un diagnóstico falso y aplicar después los remedios equivocados”. Lo que pudiera parecer gracioso se tornó definitivamente inaceptable, ya que no bien se produjo la caída de los muros ideológicos en 1989 y la URSS dejó de existir, el mundo soportó la embestida del capitalismo salvaje, prohijado por algunas poderosas naciones occidentales que desestabilizaron la balanza del poder adueñándose de la humanidad, sueño que, por otro lado, había sido la perenne ambición de la banca internacional y de los especuladores financieros.
De ahí en más, el planeta ha vivido bajo los parámetros de diagnósticos falsos y remedios equivocados. Para no ser menos que el resto ni ir en zaga de lo que ordenan los ‘amos’ de lenguas enrevesadas y siniestras, Chile ha hecho lo mismo. En nuestro caso, la obediencia y dependencia han alcanzado su grado máximo: la desvergüenza. Ella se desglosa de la inefable forma en que nuestra nación ha sido administrada, pues… ¿cuando se gobierna un país, qué se gobierna?, ¿para qué se gobierna?
Quizá, la pregunta correcta debería ser: ¿para quién o quiénes se gobierna? Tampoco es necesario hacerse 'cachirulos' esperando respuesta, pues bien sabemos que desde el momento mismo de nuestra independencia -en el siglo diecinueve- la casta oligarca y burguesa ha sido quien se apoderó de las riendas del país. Podría pensarse que aquella clase social enriquecida y soberbia ha administrado Chile para privilegiar únicamente su personal beneficio, pero ello sería no sólo un error sino, principalmente, una falacia, puesto que se ha preocupado de honrar su indigna obsecuencia con algunos países del hemisferio norte y, muy en lo principal, adorar el dinero extranjero por sobre el auto respeto, lo que también debe entenderse como un innegable desdén hacia lo propio, hacia sus raíces y su terruño.
Lo anterior permite ahorrar palabras al momento de explicar “para quién o quiénes” ha gobernado, y gobierna aún, esta élite burguesa empinada en la cúspide de la pirámide social y económica desde los tiempos de pelucones y pipiolos. No es para Chile ni para su gente. No, claro que no. Y ni siquiera es para sí misma en términos absolutos. Nuestras clase social ‘aristocrática’, o ABC1, en términos fríos y asertivos, constituye un porcentaje (y no el más relevante) de la peonada bien vestida que en Sudamérica ordena y paga el gran capital norteño anglosajón y sus socios europeos.
Quiéranlo o no, les guste o les disguste, nuestros burgueses chilensis, en Washington, Londres, París y Madrid, siguen siendo mirados por sobre el hombro, y considerados como “buenos chilenitos bien dispuestos a seguir permitiendo la expoliación –casi gratuita- de su pequeño país por parte de nuestros gobiernos y nuestros mega empresarios”.
Estos mitómanos ABC1 nuestros se han tragado la falacia de que Chile está ad portas del desarrollo. ¿Chile a las puertas del desarrollo? ¿Y cómo? Nuestro ingreso per cápita alcanza hoy los US$17.000, lejos aún del umbral requerido, el que supera los US$ 24.000… y lejos también del “salario promedio” de todo país desarrollado. En España (nación hoy afligida por graves problemas económicos y laborales) el salario promedio es de US$2.000, agregando que esa cifra es 15% menor al promedio de los salarios de la Comunidad Europea. ¿Y en Chile, cuál es el ‘salario promedio’? Menos de US$1.300.
US$1.349 millones versus US$304… esa es también la diferencia entre el PIB de la complicada España con el nuestro, el “jaguar de Latinoamérica”. ¿A las puertas del desarrollo” A otro perro con ese hueso. Los números, fríos y objetivos, no mienten. Nuestras autoridades y nuestra prensa lacaya, sí.
http://www.indexmundi.com/map/?v=65&l=es
Y si nos constreñimos a datos y cifras de nuestra principal riqueza mineral, el cobre, la sorpresa se viste de indignación. ¿Cuánto ha perdido Chile debido a la propiedad del 70% de nuestro cobre en manos privadas? Mientras en la última década Codelco tributó 41.160 millones de dólares, las 10 mayores mineras privadas, es decir, las que producen 5 mil toneladas de cobre efectivo, llegan casi a la mitad de esa tributación con tan sólo 22 mil 807 millones.
El economista de la Universidad de Valparaíso, Gaspar García Huidobro, asegura que: “las empresas mineras tienen que pagar el 19% del IVA, más el 35% a la inversión extranjera. Estos serían tributos que se añadirían, pero en realidad se descuentan. Entonces el 19% ya está inscrito en el 35%, y si se aplica la depreciación acelerada, en efecto, pagan como impuesto sobre ganancia el 18% por ciento. Eso es menos de lo que una persona paga cuando va a comprar el pan”.
Volvemos a la pregunta inicial. “¿Para quiénes gobiernan y han gobernado nuestros mentirosos, demagogos y traidores representantes políticos, primos hermanos en el consorcio duopólico binominal, grey principalísima del neoliberalismo en América Latina y herederos nostálgicos de la dictadura?”. Obviamente, para Chile y su gente, no.
Como nunca antes en estas últimas décadas, los chilenos están frente a una posibilidad concreta de dar un giro a la Historia y cambiar el rumbo del derrotero de su nación. En el mes de noviembre cuentan con esa posibilidad. Como todo largo camino, este comienza también con un primer paso… y es el que la sociedad civil chilena puede dar, desechando las falacias explicitadas por los nostálgicos vástagos del pinochetismo rastrero y vendepatria encarnados en la fundamentalista Alianza, así como imponer la agenda legislativa que la mayoría de los ciudadanos y el pueblo en general exigen, considerando a las siguientes materias con la calidad de asuntos prioritarios: la salud, la educación, la sindicalización y el derecho a negociación colectiva para todos los trabajadores del país, la renacionalización de nuestras riquezas minerales, la redacción de una nueva Constitución Política, el regreso al sistema de reparto solidario en pensiones y jubilaciones, y el término absoluto y total del sistema binominal electoral.
Hay consenso en la clase trabajadora, así como en los estamentos intelectuales y artísticos, que las impetraciones mencionadas constituyen pasos vitales y condición sine qua non para aproximarse de verdad al desarrollo real, sustentable y democrático.
NO CABE DUDA que las intenciones más nobles de la mayoría de las tiendas partidistas, y de sus dirigentes en general, pueden resumirse en una simple frase: “hacer de Chile un país mejor”. El problema se suscita cuando a esos partidos políticos se les pregunta “cómo lograrlo”, o “cómo hacerlo”, ya que afloran de inmediato los intereses personales y las fantasías ideológicas que apuntan no sólo a la forma con la que se procurará convencer a la sociedad toda sino, también, al sistema mediante el cual podrá desplumarse a la nación.
El genial humorista y actor del cine norteamericano en la década de los años 40, Groucho Marx, aseguraba que “la política es el arte de buscar problemas, encontrarlos, hacer un diagnóstico falso y aplicar después los remedios equivocados”. Lo que pudiera parecer gracioso se tornó definitivamente inaceptable, ya que no bien se produjo la caída de los muros ideológicos en 1989 y la URSS dejó de existir, el mundo soportó la embestida del capitalismo salvaje, prohijado por algunas poderosas naciones occidentales que desestabilizaron la balanza del poder adueñándose de la humanidad, sueño que, por otro lado, había sido la perenne ambición de la banca internacional y de los especuladores financieros.
De ahí en más, el planeta ha vivido bajo los parámetros de diagnósticos falsos y remedios equivocados. Para no ser menos que el resto ni ir en zaga de lo que ordenan los ‘amos’ de lenguas enrevesadas y siniestras, Chile ha hecho lo mismo. En nuestro caso, la obediencia y dependencia han alcanzado su grado máximo: la desvergüenza. Ella se desglosa de la inefable forma en que nuestra nación ha sido administrada, pues… ¿cuando se gobierna un país, qué se gobierna?, ¿para qué se gobierna?
Quizá, la pregunta correcta debería ser: ¿para quién o quiénes se gobierna? Tampoco es necesario hacerse 'cachirulos' esperando respuesta, pues bien sabemos que desde el momento mismo de nuestra independencia -en el siglo diecinueve- la casta oligarca y burguesa ha sido quien se apoderó de las riendas del país. Podría pensarse que aquella clase social enriquecida y soberbia ha administrado Chile para privilegiar únicamente su personal beneficio, pero ello sería no sólo un error sino, principalmente, una falacia, puesto que se ha preocupado de honrar su indigna obsecuencia con algunos países del hemisferio norte y, muy en lo principal, adorar el dinero extranjero por sobre el auto respeto, lo que también debe entenderse como un innegable desdén hacia lo propio, hacia sus raíces y su terruño.
Lo anterior permite ahorrar palabras al momento de explicar “para quién o quiénes” ha gobernado, y gobierna aún, esta élite burguesa empinada en la cúspide de la pirámide social y económica desde los tiempos de pelucones y pipiolos. No es para Chile ni para su gente. No, claro que no. Y ni siquiera es para sí misma en términos absolutos. Nuestras clase social ‘aristocrática’, o ABC1, en términos fríos y asertivos, constituye un porcentaje (y no el más relevante) de la peonada bien vestida que en Sudamérica ordena y paga el gran capital norteño anglosajón y sus socios europeos.
Quiéranlo o no, les guste o les disguste, nuestros burgueses chilensis, en Washington, Londres, París y Madrid, siguen siendo mirados por sobre el hombro, y considerados como “buenos chilenitos bien dispuestos a seguir permitiendo la expoliación –casi gratuita- de su pequeño país por parte de nuestros gobiernos y nuestros mega empresarios”.
Estos mitómanos ABC1 nuestros se han tragado la falacia de que Chile está ad portas del desarrollo. ¿Chile a las puertas del desarrollo? ¿Y cómo? Nuestro ingreso per cápita alcanza hoy los US$17.000, lejos aún del umbral requerido, el que supera los US$ 24.000… y lejos también del “salario promedio” de todo país desarrollado. En España (nación hoy afligida por graves problemas económicos y laborales) el salario promedio es de US$2.000, agregando que esa cifra es 15% menor al promedio de los salarios de la Comunidad Europea. ¿Y en Chile, cuál es el ‘salario promedio’? Menos de US$1.300.
US$1.349 millones versus US$304… esa es también la diferencia entre el PIB de la complicada España con el nuestro, el “jaguar de Latinoamérica”. ¿A las puertas del desarrollo” A otro perro con ese hueso. Los números, fríos y objetivos, no mienten. Nuestras autoridades y nuestra prensa lacaya, sí.
http://www.indexmundi.com/map/?v=65&l=es
Y si nos constreñimos a datos y cifras de nuestra principal riqueza mineral, el cobre, la sorpresa se viste de indignación. ¿Cuánto ha perdido Chile debido a la propiedad del 70% de nuestro cobre en manos privadas? Mientras en la última década Codelco tributó 41.160 millones de dólares, las 10 mayores mineras privadas, es decir, las que producen 5 mil toneladas de cobre efectivo, llegan casi a la mitad de esa tributación con tan sólo 22 mil 807 millones.
El economista de la Universidad de Valparaíso, Gaspar García Huidobro, asegura que: “las empresas mineras tienen que pagar el 19% del IVA, más el 35% a la inversión extranjera. Estos serían tributos que se añadirían, pero en realidad se descuentan. Entonces el 19% ya está inscrito en el 35%, y si se aplica la depreciación acelerada, en efecto, pagan como impuesto sobre ganancia el 18% por ciento. Eso es menos de lo que una persona paga cuando va a comprar el pan”.
Volvemos a la pregunta inicial. “¿Para quiénes gobiernan y han gobernado nuestros mentirosos, demagogos y traidores representantes políticos, primos hermanos en el consorcio duopólico binominal, grey principalísima del neoliberalismo en América Latina y herederos nostálgicos de la dictadura?”. Obviamente, para Chile y su gente, no.
Como nunca antes en estas últimas décadas, los chilenos están frente a una posibilidad concreta de dar un giro a la Historia y cambiar el rumbo del derrotero de su nación. En el mes de noviembre cuentan con esa posibilidad. Como todo largo camino, este comienza también con un primer paso… y es el que la sociedad civil chilena puede dar, desechando las falacias explicitadas por los nostálgicos vástagos del pinochetismo rastrero y vendepatria encarnados en la fundamentalista Alianza, así como imponer la agenda legislativa que la mayoría de los ciudadanos y el pueblo en general exigen, considerando a las siguientes materias con la calidad de asuntos prioritarios: la salud, la educación, la sindicalización y el derecho a negociación colectiva para todos los trabajadores del país, la renacionalización de nuestras riquezas minerales, la redacción de una nueva Constitución Política, el regreso al sistema de reparto solidario en pensiones y jubilaciones, y el término absoluto y total del sistema binominal electoral.
Hay consenso en la clase trabajadora, así como en los estamentos intelectuales y artísticos, que las impetraciones mencionadas constituyen pasos vitales y condición sine qua non para aproximarse de verdad al desarrollo real, sustentable y democrático.
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