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jueves, marzo 27, 2014

La campaña presidencial promete más de lo mismo

Quedan menos de 40 días para que los panameños concurran a las urnas y elijan cerca de 900 mandatarios para un nuevo período de cinco años. El gran ganador de las elecciones será, sin duda, el próximo presidente de la República. Manejará un presupuesto de cerca de 20 mil millones de dólares, presidirá sobre una economía que genera riquezas por cerca de 40 mil millones de dólares. También heredará una deuda (interna y externa) de 17 mil millones de dólares.

En el plano militar el próximo presidente tendrá a su disposición un ejército de cinco mil hombres distribuidos entre el Servicio Nacional de Fronteras (SENAFRONT) y el Servicio Naval Aéreo Nacional (SENAN), que entrena en misiones de control y represión en las áreas más marginadas del país (Darién, el golfo de Panamá y las comarcas indígenas).

EE. UU. trata de mantener un perfil bajo en sus operaciones militares en Panamá. El presidente Ricardo Martinelli y sus predecesores han sido muy liberales con la presencia de instructores y ‘especialistas’ de esa potencia en Panamá. El próximo primer mandatario heredará una política exterior sin rumbo aparente, prácticamente destruida en los últimos cinco años. Las acciones de los responsables de la Cancillería panameña han dejado al país sin aliados en América latina y lo han convertido en una ‘bufonada’ a escala mundial.

El endeudamiento irracional del presidente Martinelli ha llevado al sector agropecuario a la bancarrota. El sistema educativo ha dado su último suspiro y el sector salud se encuentra luchando contra cinco epidemias a la vez. El crecimiento urbano se ha hecho sin plan alguno, creando cuellos de botella a lo largo de la ciudad de Panamá y otras urbes del país. La pobreza y la desigualdad social son los signos que aún caracterizan el país.

Ante el panorama descrito cualquier analista concluiría que el candidato presidencial del partido gobernante, Cambio Democrático (CD), José Domingo Arias, estaría ocupando los últimos puestos en las encuestas. Al contrario el CD se encuentra al frente en todos los sondeos. Hay dos razones poderosas para explicar este desajuste. En primer lugar, el gobierno y el CD han invertido más dinero en las campañas de sus candidatos que el resto de los partidos juntos. En segundo lugar, los candidatos con dinero de la oposición —tanto del PRD como del Partido Panameñista— no han presentado un programa alternativo que los diferencie del gobierno.

Los tres candidatos que representan a los intereses pudientes del país están sometidos totalmente a las políticas neoliberales, sin margen alguno de movimiento. El Tratado de Libre Comercio los neutraliza en el sector agropecuario, no les permite enunciar una política para el sector manufacturero y los obliga a promover con sus discursos el endeudamiento del país. Incluso, frente a todas las ‘bufonadas’ en política exterior del actual gobierno, los candidatos de la oposición tradicional han tenido que inclinarse ante la Embajada de EE. UU.

La imagen que proyecte el ganador de la elección presidencial, dependiendo de quién sea, puede ser distinta cuando asuma el poder. Sin embargo, todo indica que no introducirán cambios en las políticas económicas y sociales que se han ejecutado en los últimos 25 años.

En las cinco elecciones anteriores, de 1989 a 2009, los gobiernos salientes fueron castigados por el voto popular. Los gobernantes de turno no lograban presentar una alianza que les permitiera triunfar en las urnas. En 1989 los militares fueron aislados por una alianza que respaldó a Guillermo Endara (los militares resultaron malos perdedores y anularon las elecciones). En 1994, la alianza de 1989 se dividió y ganó Pérez Balladares (PRD). En 1999 se volvió a unir la alianza de 1989 y derrotó al PRD. En 2004 se produjo nuevamente la misma división y regresó al poder el PRD. En 2009 la ‘oposición’ se unió (con ayuda de la Embajada de EE. UU.) y llevó a Martinelli a la Presidencia.

En 2014 el desgaste del proyecto de alternabilidad, concebido a principios de la década de 1990, ha creado una competencia a tres bandas relativamente equilibrada. Si gana el ungido por Martinelli, es probable que todo el tejido armado por la clase dominante (o como popularmente la llama el pueblo panameño, la oligarquía) se desmoronará. En el horizonte se levantan dos alternativas políticas prometedoras: por un lado, el FAD con los obreros a la cabeza; por el otro, la candidatura independiente de Juan Jované.

SOCIÓLOGO


 

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