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sábado, abril 05, 2014

Las amenazas a Rusia y los turbios orígenes de un imperio terrorista

Los jerarcas de las potencias capitalistas se reúnen para amenazar a Rusia. Prepotentes y ciegos están acercando al mundo a una catástrofe.

Con su violenta oposición a la voluntad libre y democrática del pueblo de Crimea, los jefes del Imperio y la Unión Europea prueban que no se detendrán en Ucrania, ya que su objetivo es Rusia. Sigamos escarbando en el lodo cenagoso del que surgió el Imperio: es posible que encontremos otras culebras.

LAS AMENAZAS QUE A LA HUMANIDAD AMENAZAN
Debo decir antes que nada que el presidente Vladimir Putin cometió un error al decirle a Ángela Merkel que iba a retirar un batallón de las zonas cercanas a la frontera con Ucrania. ¿Lo retiró o no? Nadie lo sabe, pero es suficiente con que se lo haya dicho a la canciller alemana. Lo peor que se puede hacer ante el bárbaro Imperio y sus cómplices es mostrar una señal de debilidad, por muy pequeña que sea. Los pueblos que han vencido al Imperio, como el vietnamita en la guerra y el cubano en la paz –toda llena de agresiones--, lo han hecho porque jamás han mostrado ni una sombra de debilidad. El Imperio siempre ha abusado de los débiles. En la Primera Guerra Mundial no llegó a Europa hasta 1917 y en la Segunda, hasta junio del 44 –lo de Anzio fue una operación contra el Duce debilitado por su propio partido, no contra el enemigo real--, cuando ya había en ambas guerras millones de muertos. Es un imperio cobarde y abusivo.
Lo que ha pasado en Ucrania no es una simple disputa territorial. Es algo mucho más grave. Es la vertical confrontación entre el Imperio y los gobiernos que no se someten a su napoleónica y hitleriana actitud de gobernar al mundo como si sólo fuese un solo país. Por eso Obama comete la tremenda insolencia de exigirle a Putin que mueva sus tropas de un lugar a otro del propio territorio ruso.
El Imperio tiene cientos de miles de soldados no en su territorio, sino en otros países. Es el Imperio el que tiene que retirar esa fuerza intervencionista. Ningún país debe tener soldados en otro país. Lo que debe tener son médicos que curen y maestros que enseñen, como Cuba. Ésa es la aguda diferencia entre el imperialismo y la solidaridad.
No hay la menor duda que la sangrienta revuelta que derrocó al presidente Yanukóvich fue perpetrada por mercenarios que querían integrarse a la Unión Europea y convertirse en otro Estado-esbirro de la OTAN.  Los francotiradores que asesinaron a decenas de ciudadanos para que se culpase al gobierno de Kiev eran agentes terroristas del imperialismo, lo mismo que sucedió en Libia. La prensa vendida y bandida se encargó de divulgar las mentiras sobre lo que sucedía en Ucrania y muchas personas se confundieron, entre ellas algunas que dicen que son de… izquierda.
Anoche, el gobierno terrorista de Kiev dio a conocer una supuesta investigación que culpa a Yanukóvich de las muertes durante la rebelión, o sea los asesinos acusando a los asesinados, y esto se prueba ahora en que han sido detenidos en Rusia 25 terroristas ucranianos que preparaban atentados en varias ciudades. Ahí debe estar el brazo secreto  de la CIA al que llamamos Al-Qaeda.
Uno de los terroristas que más influyen en el gobierno de Kiev es Dmitry Yarosh, líder del movimiento neonazi ucraniano que hasta hace pocos años se dedicaba a divulgar las ideas de Hitler y Goebbels. Sin embargo, el régimen genocida de Israel apoyó el golpe terrorista y mantiene buenas relaciones con Kiev, con lo cual le da la razón a quienes dicen que sionismo y nazismo son gemelos.
En el colmo de la prepotencia criminal, Obama no sólo le exige al presidente Putin que retire sus tropas del territorio ruso próximo a Ucrania, sino que ahora quiere que los países de Europa que importan sus fuentes de energía de Rusia dejen de hacerlo. Al respecto dijo:
--Europa tiene que hacer mejor uso de sus recursos naturales para no depender de Rusia.
Entonces propone un tratado comercial por el que Estados Unidos puede exportar a los países de Europa inmensas cantidades de gas de esquisto que resolvería los problemas de energía de muchos países.
El gas de esquisto se obtiene a través de la técnica conocida como fracking o perforación en las rocas que se hallan en el subsuelo terrestre, lo que puede provocar graves daños. Veamos algunos:
--Es un hidrocarburo más contaminante que el gas natural y el petróleo. Su huella carbónica es mayor que la de ambos.
--Aumenta el peligro de terremotos.
--Como se necesitan inmensas cantidades de agua para extraerlo disminuye las reservas de hidrológicas y aumenta los desiertos.
--En las químicas que se inyectan con el agua para extraer este gas se encuentran el benceno y el tolueno, sustancias cancerígenas
--La extracción genera gas metano, uno de los que más influyen en el aumento de la temperatura global.
Europa adquiere el 70% del petróleo y el 65% del gas natural que Rusia exporta. El 54% de todo lo que Rusia exporta proviene de Europa y eso representa casi la mitad del presupuesto federal ruso. Ahora Obama quiere que Rusia pierda sus exportaciones. Por menos que eso muchos países han ido a la guerra.    
Este martes, día 31, los 28 cancilleres de los países miembros de la OTAN se reunieron en Bruselas para aumentar la presencia militar en los países de la Europa oriental próximos a Rusia.
Anders Fogh Rasmussen, Secretario General de la OTAN, dijo antier, en una entrevista televisada, que se van a establecer bases militares en varios países de Europa del este, entre ellos Ucrania. El Kremlin ha dicho que no lo va a permitir. Como es lógico, sólo puede evitarlo invadiendo a ese país. No tiene otra salida. La humanidad se halla ante el peligro mayor desde octubre de 1962.
LAS AMENAZAS A VENEZUELA Y CUBA
El presidente Nicolás Maduro tiene mucha razón cuando en un reciente artículo suyo en The New York Times acusa al Imperio de intervenir en los asuntos internos de Venezuela, una doble violación a las Cartas de Naciones Unidas y la OEA. Al igual que en la breve caída del presidente Chávez, en abril del 2002, el Imperio promueve y financia la campaña terrorista que trata de derrocar al gobierno constitucional, libremente elegido por el pueblo, de Venezuela, un escenario muy similar al de Ucrania.
El Imperio jamás ha abandonado su psicótico capricho de derrocar a la Revolución Cubana. Ha fracasado cien veces, pero sigue y sigue y sigue y sigue “hasta que se destarre”, como decimos los cubanos. Yo participé en el más famoso de esos caprichos, Playa Girón, cuando no era este Carlos sino el otro Carlos, cuando creía que la mentira era verdad y la verdad, mentira, hasta que me convencí, unos años después, que la verdad siempre es verdad y la mentira es siempre mentira. Ahora se descubre un plan en que el Imperio estuvo financiando, por dos años, una red social de la internet –creo que le dicen Twitter o hasta algo peor: no tengo la menor idea  de lo que sea eso y no me interesa averiguarlo no vaya a ser que me vuelva psicótico como el Imperio--. La red se llamaba Zunzuneo y tenía el propósito de buscar el apoyo de cientos de personas en Cuba para que realizaran actividades contrarias al gobierno. El escándalo ha sido mundial porque, como en el caso de Venezuela, es también una violación de las Cartas de la OEA y Naciones Unidas que le prohíben a los países miembros intervenir en los asuntos internos de los otros países miembros, lo que el Imperio ha hecho, con la mayor desfachatez y el más descarado cinismo, miles de veces. El precioso y minúsculo colibrí al que llamamos Zunzún sigue siendo cubano. En este país no hay zunzunes.  
Regresemos al mugriento cieno del que surgió el Imperio hace más de dos siglos.
LOS PRÓCERES
Ninguno de los fundadores del Imperio tiene el menor parecido moral con los próceres de la libertad en América, quienes, lejos de enriquecerse con las causas que defendieron, se sacrificaron al máximo y murieron en la pobreza.
Louverture, Miranda, Bolívar, San Martin, Belgrano, Artigas, O’Higgins  y Duarte murieron en la pobreza. Hidalgo y Morazán fueron fusilados, sus únicas riquezas eran las ropas que llevaban encima. Sucre fue asesinado en una emboscada, sus únicos caudales eran su coraje y su caballo.
Carlos Manuel de Céspedes, Padre de la Patria cubana, liberó a sus esclavos, le dio candela a su hacienda y murió en batalla, en la miseria. Otros hacendados cubanos prefirieron la libertad a la riqueza. Unos años después, Martí murió en batalla también, con una sombra en los bolsillos y una luz en la conciencia.
Cuando los próceres de América se alzaron en armas, lo hicieron para defender la libertad, aherrojada por el Imperio Francés y el Imperio Español. Sus ideales no eran conquistar las riquezas materiales, sino la libertad y la dignidad de la persona humana. Nunca ponderaron si el dominio extranjero era bueno o malo para las economías de sus países: lo menos que pensaron fue en eso.
Nuestros próceres de América jamás hablaron de aranceles ni actas comerciales ni estampillas tributarias ni impuestos directos ni indirectos ni nada que tuviera que ver con la economía ni la hacienda pública. Ni aumentaron la tragedia de la población que ya vivía en sus países antes de Colón ni empeoraron la situación, ya de por sí terrible, de los esclavos que llegaron después de África. Nuestros próceres hablaron de principios, sensibilidad, conciencia, dignidad, deberes, cultura, alma, coraje, libertad. Jamás pensaron en oro ni en tierras ni en mansiones ni en lujos ni en prebendas ni en negocios.
LOS EMPRESARIOS
En Estados Unidos sucedió todo lo contrario porque su lucha por la independencia fue por intereses económicos. Fue empresa, no causa.
Algunos historiadores afirman que los “padres fundadores” de este país fueron los que firmaron la Declaración de Independencia, en Filadelfia, en 1776; pero otros incluyen, además, a quienes forjaron la Constitución, en la propia ciudad, en 1787. A los primeros se les llamó “founders” –fundadores--, y a los segundos, “framers” –formadores--.
No hubo uno solo de ellos, ni uno solo, que sacrificara un ápice de su patrimonio material, al contrario. Todos se enriquecieron aun más en el transcurso de la lucha por la independencia y fundaron una república imperial en la que por mucho tiempo hubo enormes injusticias sociales que, en parte, aún perduran. Comparar las campañas de Washington con la Revolución Francesa o los movimientos independentistas de América es una estupidez en la que sólo caen quienes no saben lo que dicen.
Todos los motivos que encontraron los padres fundadores de este país para rebelarse contra el Imperio Británico están relacionados exclusivamente con la economía. El Stamp Act de 1765, el Townshed Act de 1767, el Indemnity Act, el New York Retraining Act, el Commissioners of Customs Act y otras layes adoptadas por la corona para explotar aun mas a sus colonias de Norteamérica fueron repudiadas por los independentistas que las llamaron Actas Intolerables y fueron las causas inmediatas, y únicas, por las que se rebelaron.
Es natural que los hijos de este país vean en George Washington a un héroe y un patriota. Cada país admira a sus fundadores y eso está bien; pero hay que decir la verdad sobre ellos, toda la verdad que en este país siempre se ha ocultado por lo que la población tiene una imagen de sus fundadores en extremo tergiversada. No tiene la menor idea de lo que fueron.
Cuando el Congreso Continental lo nombró, en 1775, comandante en jefe de las fuerzas independentistas, Washington tenía menos de 50 esclavos; al morir, 24 años después, tenía más de 300. (El esclavo ha sido siempre la propiedad más infame y cruel de la historia). Su hacienda heredada, Mount Vernon, tenía 2,650 acres en 1775; en 1799 tenía más de 10,000 acres. Ya vimos que sus hermanos Lawrence y Augustine eran dueños de la Compañía Ohio. Después que la Nueva Francia fue ocupada por el Imperio Británico, esta compañía se apropió de una parte del Valle de Ohio y sus ganancias fueron fabulosas. Hacia fines del Siglo 18, la familia Washington era la más rica de Norteamérica.
Washington y sus sucesores fueron grandes imperialistas, esclavistas y violadores de los derechos humanos en cuyos gobiernos menos del 10% de la población tenía derechos civiles: los pobres, las mujeres, los habitantes  autóctonos, los esclavos, los negros “libres” y algunos grupos de inmigrantes, como los irlandeses.
Para proteger a los grandes intereses capitalistas, Washington reprimió dos movimientos populares, la Rebelión del Whiskey y la Rebelión de Daniel Shays
Thomas Jefferson, terrateniente y esclavista también, se enriqueció aun más en los años de la lucha independentista y, ya gobernante, violó la Constitución al duplicar el tamaño del país original con la adquisición inconstitucional, o sea fraudulenta, del Territorio de la Luisiana, que formaba la mitad occidental de lo que había sido la Nueva Francia.
El tercer gran imperialista fue James Monroe, quien creó una estrategia política, conocida como Doctrina Monroe, para enfrentarse a la penetración económica y política de las potencias europeas en este Continente con el objetivo de que esa infiltración imperial fuese sólo de Estados Unidos.
El cuarto fue Andrew Jackson, que se robó la Florida y asesinó a decenas de miles de ciudadanos autóctonos de Norteamérica.
El quinto fue James Polk, que le arrancó a México más de la mitad de su territorio y mató a decenas de miles de seres humanos, incluyendo los siete mil soldados estadounidenses que cayeron, porque eran pobres, en aquella trampa imperial en la que un país medio salvaje despojó a una nación civilizada, de milenaria cultura, de sus tierras más fértiles, en las que después se descubrirían el oro y el petróleo que le permitieron a Estados Unidos su desarrollo material.
Es más que evidente que sin las riquezas auríferas, agrícolas y petrolíferas de México, Estados Unidos no sería hoy la primera potencia militar y económica del mundo, sino un país de segundo orden.
El despojo que el Imperio le hizo a México fue mucho mayor que el que las potencias colonialistas europeas le hicieron a África, Asia y América, porque los territorios adquiridos por ellas fueron siempre colonias y, eventualmente, alcanzaron su independencia. Lo que el Imperio le arrancó a México pasó a ser parte territorial de Estados Unidos y aún sigue ocupado por su gobierno.
Detrás de esa cínica máscara de “tierra de libertad y campeón mundial de los derechos humanos” que el Imperio ha llevado por tanto tiempo, se vislumbran los colmillos de un hambriento lobo.
LA TORTURA COMERCIAL
Uno de los negocios más salvajes de las colonias británicas de Norteamérica fue la esclavitud que empeoró en el nuevo país imperial.  
Los franceses y españoles habían sido mucho menos brutales con sus esclavos que los británicos. Ese tratamiento empeoró aun después de la abolición de la trata, en enero de 1808 (la trata no se abolió por humanidad, sino porque el gobierno, entonces aún el de Jefferson, temía que muchos más esclavos, apoyados por los nativos, pudieran provocar una rebelión)
En 1685, el Imperio Francés aprobó el Code Noir, Código Negro, que regulaba el trato que los colonos franceses tenían que darle a sus esclavos, haciéndose responsable del mismo a las autoridades coloniales, o sea la ley. Un siglo después, en 1785, el Imperio Español aprobó el Código de la Esclavitud, copia del francés.
El Imperio Británico jamás aprobó nada parecido y, en cuanto al tratamiento a los esclavos, adoptó el sistema de “self governing”, el autogobierno, por el que el esclavista era responsable ‘sólo ante Dios’ por el trato a sus esclavos. Esto provocó los peores salvajismos. Se instituyó en las colonias británicas lo que fue conocido como el public flogger”, o azotador público, a quien se le pagaba para que azotara al esclavo por ‘haber cometido una falta’. Cada azote tenía un precio fijo como si fuese una taza de café.
Por los códigos de Francia y España, las familias esclavas que llegaban a las colonias no podían ser divididas. Si se trataba, por ejemplo, de un padre, una madre y dos niños, el negrero tenía que comprarlos a todos juntos, no podía separar al núcleo familiar. En las colonias inglesas no fue así: cuatro negreros podían, por ejemplo, comprar en los infames “slave auctions” –venta de esclavos-- a cada uno de los miembros de esa familia y éstos no se veían más porque, por lo regular, los compradores vivían en regiones distintas.
Esa bestialidad sólo existió en las colonias inglesas y empeoró a partir del nacimiento de Estados Unidos, porque ya los public floggers no eran sólo unos cuantos que a veces había que llevar de otras regiones y esperar a que llegaran, entonces cada condado tenía su “public flogger” con su negocio abierto en medio del pueblo, como si fuese una barbería o una tienda de ropas, sin importarle que los gritos de dolor de los esclavos pudieran ser oídos por las personas que pasaban por allí. Cerca de estos comercios de la tortura estaban las iglesias, indiferentes, negocios también.
Las familias esclavas, que eran divididas en los “slave auctions”, iban a regiones más apartadas porque ya el país no estaba en la zona costera del Atlántico, ya entonces abarcaba hasta el Mississippi y, después, a todo el continente, de costa a costa. Ya desde aquella época la tortura era algo muy natural en este país, un negocio, una empresa, una práctica cotidiana. Abú Ghraib y Guantánamo no fueron  primicias.
LA MASACRE SULLIVAN –SULLIVAN RAID--.
Aquella guerra del naciente imperio contra la población nativa tuvo su bautismo de sangre, en el verano de 1779, cuando los generales John Sullivan y James Clinton, ayudantes de Washington, atacaron a las cuatro naciones de la Confederación Iroquesa que estaban apoyadas por los tories, conservadores norteamericanos que eran enemigos de la independencia. Sólo hubo una batalla en la que 4,000 soldados continentales a las órdenes de Sullivan y Clinton vencieron a 700 iroqueses y tories , en Newtown, a orillas del río Chemung, en el oeste de Nueva York.
Lo que sucedió después es propio de una película de terror. Las aldeas iroquesas fueron destruidas en una terrible campaña de schorched earth, tierra arrasada. Los soldados continentales daban candela por la madrugada a las tiendas en las que dormían mujeres, ancianos y niños y luego se situaban frente a ellas para dispararle a quienes salían con vida (lo mismo sucedería, el 10 de marzo de 1945, cuando el gran bombardeo incendiario al barrio obrero de Tokio, en que los aviones del Imperio volaban bajo y ametrallaban a las familias que escapaban del gran círculo de fuego; por la mañana, en las calles calcinadas del humilde barrio, se hallaron más de 100,00 cadáveres carbonizados o ametrallados de civiles inocentes, pues los soldados estaban en las trincheras de la costa)
Más de mil mujeres, ancianos, niños y hombres adultos fueron asesinados por Sullivan y Clinton, no en una batalla, sino en una masacre. Unos meses después, ya en pleno invierno, 5,000 iroqueses, tratando de huir de sus verdugos que aún los perseguían, se refugiaron en los montes nevados cercanos a las Cataratas del Niágara. Cientos murieron congelados, entre ellos muchos niños.
Más que a la torrencial belleza del Niágara, Heredia debió dedicarle su lírico canto a aquellos pequeños cadáveres de hielo

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