Por Ramón Bernal Godoy
Las recientes elecciones en el hermano
país de Colombia y el triunfo de Juan Manuel Santos dejan varias
lecturas, pero sin dudas una de ellas es el mazazo que acaban de recibir
los círculos de poder norteamericanos comprometidos con la ultraderecha
de ese país y de la región latinoamericana en general.
Efectivamente, no se trata de un triunfo
de la izquierda sobre la derecha o viceversa, como suele suceder en este
mundo “político” caracterizado por una farsa electoral tras otra. Tanto
Oscar Iván Zuluaga como Juan Manuel Santos provienen y poseen una línea
de acción identificada con la derecha de su país, sin embargo,
existieron marcadas diferencias que no se deben ignorar.
Zuluaga representaba al ex mandatario
Álvaro Uribe, Uribe a la ultraderecha estadounidense (alias los Bush,
Noriega y compañía) y el sector más ultraconservador de Colombia,
mientras Santos buscaba el apoyo de un amplio espectro de colombianos,
los de “su derecha” y también los militantes de izquierda que aunque no
de acuerdo con sus propuestas de gobierno sí lo estaban con su proyecto
de PAZ y contra el Uribismo. Es decir, eran dos alas de un mismo pájaro
pero que no volaban a la par, algo que ha quedado evidenciado por
expertos en el tema y por los propios ciudadanos colombianos en su
accionar a través de las redes sociales y otros medios de expresión.
Por mi parte felicito a todos los que
prefirieron la victoria del triunfador, pero como no soy colombiano
prefiero quedarme con una lectura muy particular: “una amplia mayoría
votó por el candidato que fue acusado durante la campaña de querer
imponer el “Castro Chavismo”, que defiende un proyecto de PAZ que se
desarrolla en La Habana, que ha sido respetuoso con el Gobierno de la
isla, Ecuador, Venezuela y otros gobiernos progresistas de la región, en
lugar de votar por un segundo candidato abiertamente ligado a Uribe, a
la ultraderecha estadounidense que financia los proyectos subversivos,
el bloqueo y las agresiones contra Cuba, a la que paga y se reúne con
los asalariados internos de la USAID (http://miradasencontradas.wordpress.com/2014/06/13/derechizacion-espontanea/)”,
todo lo cual ofrece un “aire fresco”, una brisa positiva hacia nuestra
imagen en ese hermano país. Y no es que el chovinismo me haya invadido
ni que sea tan ingenuo de pensar que la isla fue el epicentro de esas
elecciones, ni que Santos es un aliado de las ideas socialistas o
enemigo del stablishment norteamericano, no, claro está que no, pero
ignorar las diferencias entre ambos candidatos por el hecho de
pertenecer a un mismo segmento político o ignorar los intentos
imperiales de desacreditar a Cuba y Venezuela por los que financiaron la
campaña “Uribista” de Zuluaga sería caer en el otro extremo de la
ingenuidad. Todo ello ocurrió y Santos ganó.
En fin, es la primera vez en muchos años
que la izquierda colombiana –aún sin ganar- ha resultado fortalecida en
un proceso de este tipo. Fueron decisivas las alianzas de Santos con los
Partidos de izquierda, el propio presidente lo reconoció tras su
victoria, pero decisivo fue también el voto del ciudadano que con un
pensamiento de izquierda –incluso sin estar concientes de tenerlo-
recorre las calles de Bogotá y que optó por aquel candidato que se
esfuerza en intentar llevar la PAZ a su país, una paz que pudieran
disfrutar sus hijos y nietos en un futuro cercano, un ciudadano que al
mismo tiempo cerró las “entendederas” a la propaganda antichavista y
anticomunista y dejó que esas muestras de odio se convirtieran en otro
desgaste más de la larga lista de indiferentes acciones contra un país
que ofrece su suelo y su mano para resolver el mayor de los males de
aquella nación, la violencia.
Estoy seguro, ganamos un poquito con el
triunfo de Santos. Quien más ganó fue “su derecha” pero la que más
perdió fue “la derecha” de Uribe con sus “aliados” y por consecuencia
ganó la paz, ganaron los colombianos y ganamos también – al menos un
poquito- nosotros los cubanos.
Así lo veo yo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario