Por
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Hace unas semanas Emilio Cueto dio por
terminado su peregrinaje por las bibliotecas públicas provinciales de
Cuba. Recorrió el país, territorio a territorio, llevando de regalo un
libro, y pidiendo su diseminación por la red de bibliotecas del país:
“Yo me propuse que este libro iba llegar a todas las municipalidades de
Cuba”. Sin ceremonias, se le vio llegar a Cueto. Este cubano singular,
coleccionista enfebrecido, metódico, cubano emigrado residente en
Estados Unidos desde hace 50 años, fue repartiendo los voluminosos
ejemplares de La Virgen de la Caridad del Cobre en el alma del pueblo cubano, una obra descomunal.
Se trata de un libro bendecido por el
amor a su patria, que sistematiza y ordena las formas en que “Cachita”
ha sido representada en los más disímiles soportes, desde la estampita
religiosa, los poemas y los sones, hasta la orfebrería litúrgica o la
pintura artística; desde el luminoso vitral de las iglesias hasta la
propia piel de los devotos.
Recuperar el rastro de La Patrona de Cuba
fue el objeto de esta misión reconstructiva. Cuando se le pregunta,
Cueto responde que durante 40 años ha estado preparando este libro de
560 páginas y 1058 ilustraciones. Porque la Caridad ha tenido “un eco y
una recepción verdaderamente impresionantes” y “solo puedo imaginar
alcance parecido en nuestra cultura en relación con la figura de José
Martí. Que ya es decir.”
Cueto investigó, rastreó, fotografió,
compró, identificó, catalogó las evidencias de la devoción cubana por la
Virgen, a la que los hombres y mujeres de esta isla, más allá de su
elección religiosa, de su concepción del mundo, reconocemos como parte
esencial de nuestro devenir, como un símbolo de cubanía.
En 1973 el historiador cubano Leví
Marrero Artiles (1911-1995), estaba trabajando en el Archivo General de
Indias en Sevilla, y encontró el “documento de Juan Moreno”, el negrito
de la Virgen, testigo presencial del hallazgo de la imagen en la Bahía
de Nipe en 1612. Este documento fue notariado en Santiago de Cuba cuando
él tenía avanzada edad. En él se cuenta que era un niño de 10 años,
cuando junto a dos hermanos, aborígenes, Juan y Rodrigo Hoyos, iban a
buscar sal y se encontraron flotando algo que parecía una muñeca o una
paloma. Cuando se acercaron, cuenta, vieron la estatua de la Virgen y lo
que les llamó la atención fue que sus ropas no estaban mojadas.
“Un evento que pudo ser muy banal en la
historia de Cuba, llegó a ser uno de los de mayor trascendencia en
nuestra cultura. ¿Cuál es el camino que recorre esta presencia de la
Virgen en nuestra historia y cómo llega esta devoción a convertirse en
la devoción preeminente de los cubanos?” Esta fue la pregunta
movilizadora para encarar este empeño, llamémosle, puente.
Milena Recio: Este es un libro que une…
Emilio Cueto: Yo lo he presentado en
Miami, en Nueva York, en Boston, en México y en catorce ciudades de
Cuba, y pocos libros pueden presentarse en todos esos sitios, ante
audiencias tan disímiles y tener la reacción tan positiva que ha tenido.
Es por ella. Además es un libro hecho por personas de las dos orillas,
concebido por cuatro cubanos, uno allá y tres aquí de Cuba: la
diseñadora Yamilet Moya, la editora Magaly Silva, y el fotógrafo Julio
Larramendi. Esto sí que lo hace muy diferente a otros libros cubanos.
Son muy pocos los que tienen esa colaboración desde el principio.
MR: Hay también mucho de puente
dentro de la propia estructura del libro, o sea, de cómo fue concebido.
Es un libro que armoniza la relación entre las distintas artes, entre el
mundo ateo y el mundo religioso, entre el mundo cubano dentro de la
isla y el mundo cubano fuera de ella.
EC: Efectivamente. Quedaron integradas
mil obras plásticas, setecientas de literatura y doscientas de música,
ahí está todo el mundo. Como diría Guillén, ´todo mezclado´, como tiene
que ser, porque la Virgen nos convoca a todos, de diferentes maneras. Lo
interesante del libro es que es un puente también entre la religión
católica y las de origen africano. Mi libro realmente no excluye a
nadie, porque la Virgen no los excluye. La Virgen vino y cada persona
reaccionó ante ella de la manera en que se sintió cómodo.
MR: Usted hace referencias al
modo en que la Virgen, en la historia de Cuba, tuvo momentos de
esplendor y otros en que fue obliterada.
EC: Sin duda ninguna hubo un momento en
que perdió espacio público. Las procesiones estuvieron prohibidas por
treinta años. Fíjate que, anteriormente, se le dedicaban las portadas de
Bohemia y Carteles, todos los 8 de septiembre. Se veía en todos los
estanquillos de Cuba; en las escuelas públicas. O sea, sin duda, en ese
enfrentamiento de dos ideologías tan mutuamente excluyentes en tantas
cosas, –en otras no–, después del triunfo de la Revolución en 1959, la
Virgen perdió terreno.
MR: Pero ella siempre constituyó
un asidero, resistente, como símbolo. Nuestra memoria se conserva en
ella también. ¿Cómo nos podrá seguir uniendo?
EC: Hay muchos ejemplos. Cuando vino el
Papa Juan Pablo II en 1998 la Virgen vino a La Habana. En ese momento
muchas personas que vivían fuera y que no habían logrado que su corazón
les permitiera regresar, regresaron. La Virgen lo logró. Cuando la
peregrinación pro el 400 aniversario, ¡tantas personas emigradas fueron a
sus ciudades, a sus pueblos en Cuba, a compartir con la familia! Yo
creo que la Virgen va a seguir ese camino. Yo estaba en el Santuario del
Cobre el día que llegó la delegación de Miami y yo fui quien los
recibió. Casualmente, porque estaba en la puerta. Recibí al Obispo de
Miami y a compañeros míos y me acuerdo que vino uno, mi amigo Carlos y
me dijo: “Es la primera visita que hago a Cuba y es al Cobre a donde
llego por primera vez”. ¡Qué emotivo! Quizás no hubiera ido a Tropicana;
quizás la vida no le permitía dialogar con otra gente porque hay mucho
dolor. Pero con la Virgen, no cabe dudas…
MR: En la peregrinación con motivo de los 400 años, ¿no faltó una ciudad? ¿No pudo haber peregrinado la Virgen hacia Miami?
EC: Bueno, pudo haber peregrinado hacia
Miami. De hecho, en Miami hubo una peregrinación paralela que el Obispo
de Miami tuvo la gentileza de organizar. La Virgen estuvo en las
parroquias. De hecho en el libro quedó incluida una notificación donde
el Obispo agradece al pueblo de Miami por la acogida a la Virgen. Yo la
puse porque está en inglés, en español y en creole, el idioma de los
haitianos. O sea, en un papelito de Miami hay tres idiomas de las tres
grandes comunidades presentes allí. Esas cosas pueden ocurrir. Cuando la
beatificación de Olayo Valdés, en Camagüey, el primer beato cubano, el
Obispo de Camagüey mandó a hacer unos cuadros con la imagen y una
pequeña reliquia de un vestido del Santo y se la regaló a todos los
Obispos cubanos, incluyendo al Obispo de Miami, Monseñor Estévez, que
estaba presente.
MR: Me imagino que hay en usted una sensación muy fuerte de arraigo. Esta idea de contribuir a la nación…
EC: Sí, sin dudas. Con este libro yo le
estoy devolviendo a mi patria algo que le pertenece; se lo devuelvo
ordenadamente. Como bien dijo Monseñor Dionisio García, arzobispo de
Santiago de Cuba, este es un libro del pueblo de Cuba. Yo solamente
estoy devolviendo a los plásticos lo que ellos hicieron, a los literatos
sus poemas, a los músicos sus canciones. Y todos ellos se sintieron tan
cómodos para hacerlo que le han puesto al lado a Mickey Mouse, al Bobo,
de Abela, le han puesto una corona, se la han quitado…, y eso solo se
hace cuando uno se siente muy cómodo con un símbolo. Sabes que nadie se
va a ofender, sabes que es como un juego porque es alguien muy cercano a
tu vida, a ti, y tú haces eso con la abuelita, con el niño, como lo
haces con la Virgen. Ponerle flores, quitárselas, hacerla en madera, en
papier mache, ponerla como Mona Lisa…
MR: Esa misma ductilidad me hace
pensar en las diversas maneras en que cada uno de nosotros capta el
sentido de la patria, el sentido de lo que es Cuba.
EC: Yo creo que hay una manera de captar a
Cuba a través de La Virgen porque, además, ha estado con nosotros 400
años. ¿Cuántas cosas han estado con nosotros cuatro siglos? ¡Es tan
constante en nuestra historia! Cuando uno llega y se encuentra que un
esclavo camagüeyano la pintó en 1803 y que hoy en día la pintan o le
cantan un reguetón…
MR: La Virgen mambisa es una
Virgen patriótica y desde los inicios de ese arraigo en el pueblo
cubano, es una virgen soberanista. ¿Sigue siéndolo? ¿Cómo pensar desde
ella la soberanía de Cuba hoy?
EC: Bueno, sin duda alguna. En primer
lugar tiene una iconografía absolutamente nuestra. Una Virgen con un
niño es común, porque la Virgen es madre. Entonces hay muchas Vírgenes
que uno mira sin poder identificarlas. Eso no pasa con la Caridad del
Cobre. En parte por la luna, pero sobre todo por ese bote. Se le aparece
a tres, no a uno solo, como queriendo congregar a todo un pueblo, y
tres que son hijos de Cuba: nacidos aquí. La presencia del escudo es
constante desde que se hizo Patrona. Hay un escudo en la mayoría de las
imágenes. Cuando uno entra a una iglesia cubana, los ojos se van para la
bandera porque siempre se le pone una en los altares. Leal tiene una
frase muy linda aquí en el libro, que dice: “representa los más caros
anhelos de justicias”. Para Leal la Virgen “pertenece a la poesía de la
nación, al alma invisible de Cuba”. Pocas son las personas que la miran y
la rechazan; es muy raro. Porque incluso la persona que no cree siente
el factor unificador. Su nombre, además, porque el nombre Caridad, que
lo conocemos en la acepción castellana, pero viene de la palabra amor,
es la Virgen del amor. ´Caritas´ significa amor en latín. Entonces,
¿quién puede rechazar el amor? El amor no pone condiciones.
(Tomado de Progreso Semanal)
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