Como una sanguijuela que va extrayendo de su presa su más preciado nectar de la vida, así es la proyección un los objetivos del imperio del norte para su patio trasero. Y a ello se le suma las escorias de los presidentes de turnos que se dicen ser demócratas y no son más que unos usurpadores, tiranos y corruptos que viven de la explotación del hombre y de las riquezas mal distribuida de los recursos naturales de los pueblos que mal gobiernan.
En ese mítico extremo de Suramérica que inspiró a Julio Verne a escribir en 1905 la novela El faro del fin del mundo, Estados Unidos quiere emplazar ahora una base militar camuflada como base logística para apoyar las tareas científicas en la Antártida.
Las excusas que han permitido a Washington desplegar más de un centenar de bases militares en Latinoamérica, que se extienden desde Guatemala y el Caribe hasta la Patagonia, son siempre altruistas: ayuda humanitaria, apoyo ante catástrofes, combate al narcotráfico o apoyo al desarrollo y la investigación científica, pero la realidad indica que tanto la base que EEUU pretende emplazar en Tierra del Fuego, la zona más austral de la Argentina; como otra ubicada en la zona limítrofe entre Argentina, Brasil y Paraguay —conocida como la Triple Frontera—, están destinadas a asegurar a Estados Unidos un recurso estratégico cada vez más escaso: el agua potable. Las bases —que el Pentágono eufemísticamente denomina “centros de apoyo para movimientos militares”—, están en proceso de negociación entre Washington y el gobierno de Mauricio Macri.
Acuífero Guaraní
“Estados Unidos mantienen la 4ª Flota navegando en el Atlántico Sur, cerca de las reservas de petróleo que están debajo del “pré-sal”, el conjunto de formaciones rocosas ubicadas en la zona marítima de buena parte del litoral de Suramérica, con un gran potencial de generación y acumulación de petróleo”
Para el politólogo y diplomático brasileño, Alberto Moniz Bandeira, uno de los máximos especialistas en las tormentosas relaciones de Washington con sus vecinos del Sur, no son los piratas ni los náufragos que cautivaron la imaginación de Verne lo que lleva a Washington a apostar tropas del Comando Sur del Pentágono, allí donde se confunden los océanos Atlántico y Pacífico y en la zona de la Triple Frontera, que conforma el límite entre Argentina, Brasil y Paraguay. Moniz Bandeira, autor de La formación del Imperio Americano, afirmó al matutinoPágina12 que “Estados Unidos mantienen la 4ª Flota navegando en el Atlántico Sur, cerca de las reservas de petróleo que están debajo del “pré-sal”, el conjunto de formaciones rocosas ubicadas en la zona marítima de buena parte del litoral de Suramérica, con un gran potencial de generación y acumulación de petróleo”, al tiempo que subraya que la victoria de Mauricio Macri en Argentina y el desplazamiento del poder de Dilma Rousseff en Brasil aumentó el apetito de inversiones de Estados Unidos en la región. Éste es posiblemente uno de los factores que llevan a Estados Unidos a entablar negociaciones para la implantación de una base militar en la Patagonia, en la zona cercana a la Antártida, donde está emplazado el famoso faro del fin del mundo de Julio Verne.
Desde el Gobierno argentino aseguraron: “Queremos que la ciudad de Ushuaia se convierta en una base logística para apoyar las tareas científicas en la Antártida”. El discurso de los funcionarios de Cambiemos es el mismo que ha permitido que Washington genere una red de bases que rondan el centenar.
El mayor manantial de agua dulce del mundo
La otra base estaría emplazada en la Triple Frontera, donde está parte del Acuífero Guaraní, el mayor manantial subterráneo de agua dulce del mundo, con un total de 1.200.000 km². Es un manantial transfronterizo, que abarca a Brasil (840.000 Km²), Paraguay (72.500 km²), Uruguay (58.500 km²) y Argentina (225.000 km²).
En la jerga del Pentágono, las bases tienen una tipología común. Se llaman “quasi-bases”, módulos que puedan servir en caso de emergencia. En Paraguay empezaron con la construcción una gran pista de aeropuerto en Mariscal Estigarribia. Esa “quasi-base” fue empezada en 1980, con la construcción de módulos para alojamiento de 16.000 soldados, y después ampliada con la pista del aeropuerto, radares y hangares. Luego frenaron en gran medida debido a presiones de Brasil y no estacionaron ningún contingente militar, aunque ya tenían la garantía de inmunidad a los soldados por parte del Senado de Paraguay desde 2005.
Hay un diseño geopolítico y estratégico de Washington en la instalación de una base en la ciudad de Ushuaia, capital de Tierra del Fuego, y otra en la Triple Frontera: su objetivo es recuperar y aumentar la presencia militar en América del Sur, que parece haberse reducido desde que perdieron la base de Manta, en Ecuador, y desde que la Corte en Colombia consideró inconstitucional la instalación de siete bases. Bases reconocidas como tales existen en El Salvador (Comalpa), Cuba (Guantánamo), Aruba, Curaçao y Puerto Rico. Al mismo tiempo los Estados Unidos mantienen en América Latina bases informales y legalmente ambiguas. El Pentágono las llama quasi-bases para evitar tanto el escrutinio del Congreso como la reacción de los países que las albergan. Las quasi-bases están en Perú, Honduras, Costa Rica, Panamá, Ecuador y Colombia, entre otros países, a lo largo del litoral del Pacífico.
Elsa Bruzzone, especialista en temas de geopolítica, estrategia y defensa nacional y miembro del Centro de Militares para la Democracia Argentina (CEMIDA), asegura: “Lo que buscan es cerrar el cerco a todos los recursos naturales que tenemos en nuestra América. Las bases militares, cubiertas y encubiertas, que ha instalado en Centroamérica y el Caribe, sumadas a las que tienen en Colombia, Perú, Chile, Paraguay, junto a la base militar de la OTAN en Malvinas, más el destacamento británico en las Georgias cierran el cerco a todos nuestros recursos naturales y reafirman su presencia en la Antártida que es la mayor reserva de agua dulce congelada en el mundo”.
En ese sector se disputan soberanía Argentina, Chile y Gran Bretaña. En la Península Antártica se encuentran los mayores yacimientos de hidrocarburos de la región, y hay minerales altamente estratégicos que son indispensables para la industria militar y la aeroespacial.
El politólogo argentino, Atilio Borón enfatiza que la imperiosa necesidad de Estados Unidos es asegurarse el agua y no el petróleo: “El petróleo va a desaparecer y la humanidad va seguir su curso. Pero si no hay agua se acaba la especie humana. Y acá está casi la mitad del agua dulce del planeta Tierra. Las estimaciones van del 42 al 45% según como se midan los acuíferos subterráneos. Con el 7% de población mundial se tiene casi el 50% del agua dulce del mundo y ellos tienen un problema grave de desertificación”.
“En Estados Unidos ya piensan cómo se van a llevar el agua de esta región y ya hay propuestas. Sobre todo porque piensan primero llevarse el agua de la zona de Mesoamerica y el sur de México. De América Latina les importa el agua, el petróleo, los minerales estratégicos, la biodiversidad”, dice Borón.
En las páginas de la revista Contexto, Borón afirma que una de las grandes mentiras que circulan es que América Latina no es una prioridad para Estados Unidos: “Muy por el contrario, América Latina es la región que más les importa. La doctrina para América Latina (la Doctrina Monroe) es de 1823, la doctrina que hacen para Europa es de 1918, casi un siglo después. Cuando llega la reorganización global del Ejército norteamericano el primer comando que arman es el Sur, después piensan en el Europeo y el de Asia, pero primero el de América Latina. Cuando firman los famosos tratados para la contención del comunismo, el primero que firman es el TIAR (Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca) en 1947, recién en 1949 crean la OTAN (Organización del Tratado del Atlántico Norte)”.
Según Borón, lo primero que le interesaba a ellos era asegurar esta parte del mundo. Esto tiene que ver con las concepciones geopolíticas que plantean la tesis que Estados Unidos tiene una posibilidad de defensa en la medida que controle lo que ellos llaman “la gran isla americana”, que según esta concepción va desde Alaska a Tierra del Fuego. Desde esa mirada se cree que si esa “isla americana” cae en la parte sur en manos enemigas, tarde o temprano la seguridad de la superpotencia va a estar en riesgo
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