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jueves, agosto 15, 2013

¿Quiénes y por qué quieren suspender el juego de los Industriales en # Miami?

¿Quiénes? Los mismos de siempre. Aquellos que en el pasado ejercieron arbitrariamente su poder en Miami y que no se resignan a perderlo. Los batistianos y nostálgicos del batistato que idealizan la república entreguista y desigual y no permiten que los cubanos nuevos tengan sus ideas, su cultura, su gustos, su forma de ver la política y, por qué no, su propia nostalgia.

Contra el homenaje al equipo Industriales en Miami está el llamado Consejo por la Libertad de Cuba o CLC. Uno de cuyos ejecutivos, Diego Suárez, estuvo en el Canal 41 de Miami este martes 23 de julio y dijo con prepotencia que “Vamos a hacer todo lo posible porque el juego no se realice”. Cada tarde, desde que se anunció el tope entre veteranos de Industriales, otra ejecutiva del CLC, Ninoska Pérez Castellón, utiliza sus tediosas horas en Radio Mambí para atizar el odio contra los deportistas cubanos. Los calumnia y ofende sin cesar.


Como periodista Ninoska traiciona su trabajo porque tergiversa los hechos, pone como víctimas a los agresores y a los ofensores como ofendidos. Porque ella sabe muy bien, como saben todos, que fue Diego Tintorero quien viajó hasta Winnipeg donde se desarrollaron los Panamericanos en agosto de 1999 y se lanzó al terreno de pelota donde jugaban Cuba y Canadá para continuar el acoso a los deportistas cubanos que desde mucho antes él y otros como él habían estado realizando.

Pero hay algo que no se ha dicho y que reconoce hasta uno de esos libelos financiados por agencias de los Estados Unidos. Diego Tintorero no actuó a título personal: tal y como dice Cubanet en un artículo del 12 de agosto de aquel 1999, Tintorero se tiró al terreno con una camiseta que representaba a la llamada Fundación Lawton de Derechos Humanos, por lo que fue nombrado miembro de honor de ese grupo por su propio director Oscar Elías Biscet en declaraciones para una denominada Cooperativa de Periodistas Independientes.

Otros pesos menores del CLC como el propagandista Marcell Felipe, también han pasado por la televisión de Miami diciendo que juegos como el de Industriales no pueden celebrarse hasta que Cuba no haga cambios; porque en el fondo lo que les tiene molestos son las reformas emprendidas por el gobierno y el pueblo cubano. Reformas y cambios reales en lo económico, en lo político, en lo periodístico, en lo migratorio, en lo artístico y también en lo deportivo.

Un dato importante en la composición del CLC, que aclara mucho sobre la retractación de la Florida International University (FIU) de otorgar el permiso para celebrar el juego de Industriales en su estadio, es la presencia en su Comité Ejecutivo de miembros de la clase empresarial cubanoamericana de Miami que es la que está en condiciones de ejercer una verdadera presión. Porque FIU es una universidad pública que junto a las buenas relaciones que debe tener con los políticos, la prensa y abogados de la comunidad, también debe recibir apoyo y contribuciones para completar su presupuesto y sacar adelante sus planes de crecimiento.

Además de vocingleros como Luis Zúñiga, en el Comité Ejecutivo del CLC hay personas con poder económico como Felipe Valls y Remedios Díaz Oliver. El primero, condecorado recientemente por el ICCAS de Jaime Suchlicki junto a Berta Soler y Carlos Alberto Montaner, es dueño del restaurante más politizado de Miami (puede que más politizado que la cafetería del Congreso de los Estados Unidos); me refiero al restaurante Versailles; entre otros negocios. Por su parte Díaz Oliver, además de CEO de una compañía empaquetadora es presidenta del US-Cuba Democracy PAC, un comité de acción política o lobby contra la revolución cubana y su pueblo, que por si fuera poco mantiene en Washington DC al cabildero Mauricio Claver Carone.

Es esta gente la que dice que va a hacer todo lo posible porque el juego no se dé. Son ellos quienes han presionado sobre la misma Presidencia de FIU, más allá de lo que puedan haber hecho sobre el departamento de deportes FIU Athletics; cuyo director Pete García, por cierto, es nacido en La Habana, llegado con su familia a Estados Unidos en 1967 y educado en Hialeah.

El CLC está acostumbrado a hacer lobby contra Cuba y su pueblo y reconoce que ha contribuido a la creación de Radio y Televisión Martí, a la aprobación de la Ley Torricelli y la Ley Helms-Burton. No es de extrañar entonces que haga presión local contra el juego de Industriales. Otros empresarios cubanoamericanos como los urbanizadores Sergio Pino y Antonhy Seijas, han donado para proyectos de FIU; por ejemplo, $325,000 en un plan para “rescatar La Habana de las ruinas”, como dice un artículo de Wilfredo Cancio Isla en El Nuevo Herald del 23 de diciembre de 2007.

En otro artículo del 23 de diciembre de 2004, también en El Nuevo Herald, Daniel Shoer Roth informó sobre la “sorpresa” que recibió el empresario de origen cubano Eugenio Pino cuando sus hijos Sergio y Carlos, tras una donación de 2 millones de dólares a FIU, habían conseguido que se le diera su nombre (Eugenio Pino) al Centro Global para el Estudio de la Nueva Empresa de ese centro académico. El anuncio de esa decisión se dio en una recepción en la propia residencia del entonces presidente de FIU Modesto Maidique, en presencia de Jeb Bush, por la época gobernador de la Florida, y Carlos Álvarez, por la fecha alcalde de Miami.

No se sabe qué habrán dado a cambio, pero hay que recordar que la Escuela de Leyes de FIU lleva el nombre de Rafael Díaz-Balart. En cualquiera de dos posibilidades, tanto si se refiere al padre o al abuelo (los dos se llamaban Rafael) de los célebres políticos cubanoamericanos Lincoln y Mario Díaz-Balart, se da la paradoja de que una facultad de derecho se identifique con personas que apoyaron dictaduras y golpes de estado en su país de origen, Cuba.












En mayo de 2008 la propia FIU anunciaba que la compañía de servicios para la salud León Medical Centers, del cubanoamericano Benjamín León Jr., hacía una donación de $10 millones de dólares a Florida International University con el propósito de establecer un centro de estudios e investigación.

Tan reciente como el pasado martes 23 de julio de este 2013, un artículo de Silvia Higuera en El Nuevo Herald informaba que el empresario cubanoamericano Jorge M. Pérez, de Related Group, donaba al Cuban Research Institute (CRI) de FIU, en la persona de su nuevo Director Jorge Duany, una colección de arte cubano (que incluía obras deEduardo Abela, Víctor Manuel, Augusto Menocal, Carlos Enríquez, René Portocarrero), más un aporte de 250,000 dólares.

Al hablar de esta proximidad entre política y academia en el caso particular de Miami, no debe olvidarse el precedente de que Marco Rubio consiguió, siendo ya Senador, un trabajo como conferencista en la School of Internacional and Public Affairsde la Universidad Internacional de la Florida (FIU), que le dejaba el dinerito adicional de 24 mil dólares anuales. Con cierta ironía, un sitio conservador citada estas palabras de Rubio sobre su enganche: “I love teaching”.

He dado estos datos para que se comprenda que cuando la clase política y económica cubanoamericana dice que no le gusta el juego de los Industriales en Miami, o en FIU, y que “vamos a hacer todo lo posible por impedirlo”, está haciendo una amenaza respaldada por posiciones de poder que han maniatado a la sociedad del sur de la Florida por años. Por eso mismo es por lo que repito desde el programa La Tarde se Mueve, desde estos artículos, desde Twitter y donde quiera que puedo, que las nuevas generaciones en Miami, nacidas aquí o llegadas recientemente desde Cuba, tienen la misión histórica de contribuir en lo que puedan al fin de este monopolio civil y político sojuzgador.

Creo que he contestado el “¿quiénes?” desean impedir el juego de Industriales en Miami; vamos a ver ahora el “¿por qué?” les molesta tanto que ese juego se realice.

Por Miami, incluso por la Universidad Internacional de la Florida, han pasado destacados intelectuales residentes en Cuba como parte del intercambio académico y cultural. Unos ejemplos: El dramaturgo Antón Arrufat, Premio Nacional de Literatura; el poeta y Presidente de la UNEAC Miguel Barnet; el historiador y Director de la Biblioteca Nacional de Cuba Eduardo Torres Cuevas y el profesor y editor de la Revista Temas Rafael Hernández. Todos con reconocimiento nacional e internacional, incluyendo los Estados Unidos. Sin embargo, en el mejor de los casos estos profesionales cubanos generan alguna que otra nota en la prensa local, un ensayo especializado y una asistencia a sus conferencias de varias decenas de personas. La mayoría de ellas intelectuales también, colegas o estudiantes.

Pero un juego de pelota con miembros de un equipo emblemático como Industriales, con peloteros residentes dentro y fuera de la isla, reconocidos por varias generaciones de cubanos de todos los estratos sociales, con seguridad captará la atención de centenares y hasta de miles de cubanos que moverán la prensa nacional e internacional enviando un mensaje a todo Estados Unidos. La Casa Blanca y el Departamento de Estado tendrían que reconocer que algo está pasando en Miami cuando vean las imágenes de esos juegos o lean los reportes noticiosos.

Quienes primero saben esto son los extremistas, por eso, como dijo Diego Suárez en la televisión de Miami, van a hacer todo lo posible por evitar que se juegue. Y por eso, digo yo que me gusta ser sincero cuando hablo y cuando escribo, efectivamente no se trata ya solo de deporte. Esto tiene que ver también ahora con la política, tendrá que ver mañana con la historia y siempre con la moral. Tenemos que apoyar la celebración del juego de homenaje a Industriales en Miami porque puede ser ese momento de ruptura que confirme de una vez que la vieja clase política extremista cubanoamericana ya no lo decide todo en el sur de la Florida; que en este siglo XXI ya ese grupo está gastado y sin proyecto. Esta puede ser una buena oportunidad para que nuestra generación demuestre que se ha producido un cambio real en la composición y en la proyección política de la emigración cubana en los Estados Unidos.

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