Por: Nicanor León Cotayo.
A nadie sorprende que la congresista republicana Ileana Ros-Lehtinen y otros de su misma catadura sean delirantes partidarios de lanzar una agresión militar contra Siria.
En 2003 fue la abanderada de una manifestación llevada a cabo en Miami para respaldar la invasión de su gobierno a Iraq, la única de tal signo acontecida en el mundo.
Aquel devastador ataque lo ejecutó el presidente George W. Bush sin la autorización del Consejo de Seguridad de la ONU ni el aval de muchos gobiernos, en tanto pulularon manifestaciones de protesta.
El frágil pretexto montado entonces por la Casa Blanca para justificar su acción consistió en martillar la idea de que Bagdad poseía armas de exterminio masivo, pero nunca las presentó.
Ahora contra Siria esgrimen la versión de que ha utilizado armamento químico para reprimir a sus habitantes en las cercanías de Damasco, aunque sus pruebas no resultan convincentes.
Lo reafirmó un corresponsal de la Associated Press (AP) en ese país, Dale Gavlak, quien dijo el sábado que la muerte de civiles en ese lugar se debió a un error de bandas opositoras al manipular agentes tóxicos.
Según Gavlak, luego de numerosas entrevistas con residentes de la zona, se conoció que ese tipo de armas fueron enviadas al territorio sirio por el jefe de los Servicios de Inteligencia de Arabia Saudita, Bandar Bin Sultán.
Mientras, en Estados Unidos prosigue el rechazo a que la semana próxima su Congreso admita un ataque contra Siria.
Por ejemplo, uno de los integrantes de ese parlamento, Justin Amash, informó que en su cuenta ha recibido muchos tweets procedentes de militares en activo y veteranos que reclaman a sus legisladores no aprobar la solicitud bélica de Obama.
Fue en ese contexto que la señora Ileana Ros-Lehtinen clamó este miércoles, durante una visita a El Nuevo Herald, que se lance un ataque militar contra Siria.
De esta forma se afilió al bando de los halcones que tratan de lanzar una agresión contra ese país árabe, porque –según ella- lo contrario sería legalizar que el presidente Bashar Al Assad; “puede matar a civiles con balas”, pero no usar gas.
Lehtinen, jefa de la subcomisión de Asuntos del Medio Oriente y África del Norte, de la Cámara Baja, anunció que se reunirán con los secretarios de Estado y Defensa, John Kerry y Chuck Hagel para discutir “los pro y contras de una agresión a Siria.”
También se inclina a favor de autorizar que el jefe de la Casa Blanca efectúe ataques militares limitados contra blancos situados en territorio sirio.
Los inspectores de la ONU que exploraron sobre el terreno la posible utilización de armas químicas todavía no han formulado conclusiones, pero Ros-Lehtinen, desde Miami, asegura que las usó el gobierno.
No actuar, reiteró, socavaría las advertencias de Estados Unidos a Irán cuando le dice, tenemos “todas las opciones militares sobre la mesa”, y Teherán lo dude porque Washington no cumple su palabra.
Una sola pregunta a Ileana: ¿Estaría dispuesta con ese mismo ímpetu a juzgar por primera vez el arsenal de varios cientos de bombas atómicas que posee el régimen de Israel?
Después instruyó a Obama qué hacer antes de agredir a Siria. Primero, lograr apoyo dentro de Estados Unidos, “algún aval internacional, y, tal vez, “hasta el respaldo de la ONU”.
No confirió mucha seriedad al supuesto interés de condicionar el ataque a una decisión del Capitolio al subrayar que “el presidente lleva años ignorando al Congreso”.
A pesar de eso último, ya el Comité de Relaciones Exteriores del Senado, hizo suyo el proyecto guerrerista anunciado por Obama en un claro, peligroso e incierto desafío a la opinión pública mundial.
A nadie sorprende que la congresista republicana Ileana Ros-Lehtinen y otros de su misma catadura sean delirantes partidarios de lanzar una agresión militar contra Siria.
En 2003 fue la abanderada de una manifestación llevada a cabo en Miami para respaldar la invasión de su gobierno a Iraq, la única de tal signo acontecida en el mundo.
Aquel devastador ataque lo ejecutó el presidente George W. Bush sin la autorización del Consejo de Seguridad de la ONU ni el aval de muchos gobiernos, en tanto pulularon manifestaciones de protesta.
El frágil pretexto montado entonces por la Casa Blanca para justificar su acción consistió en martillar la idea de que Bagdad poseía armas de exterminio masivo, pero nunca las presentó.
Ahora contra Siria esgrimen la versión de que ha utilizado armamento químico para reprimir a sus habitantes en las cercanías de Damasco, aunque sus pruebas no resultan convincentes.
Lo reafirmó un corresponsal de la Associated Press (AP) en ese país, Dale Gavlak, quien dijo el sábado que la muerte de civiles en ese lugar se debió a un error de bandas opositoras al manipular agentes tóxicos.
Según Gavlak, luego de numerosas entrevistas con residentes de la zona, se conoció que ese tipo de armas fueron enviadas al territorio sirio por el jefe de los Servicios de Inteligencia de Arabia Saudita, Bandar Bin Sultán.
Mientras, en Estados Unidos prosigue el rechazo a que la semana próxima su Congreso admita un ataque contra Siria.
Por ejemplo, uno de los integrantes de ese parlamento, Justin Amash, informó que en su cuenta ha recibido muchos tweets procedentes de militares en activo y veteranos que reclaman a sus legisladores no aprobar la solicitud bélica de Obama.
Fue en ese contexto que la señora Ileana Ros-Lehtinen clamó este miércoles, durante una visita a El Nuevo Herald, que se lance un ataque militar contra Siria.
De esta forma se afilió al bando de los halcones que tratan de lanzar una agresión contra ese país árabe, porque –según ella- lo contrario sería legalizar que el presidente Bashar Al Assad; “puede matar a civiles con balas”, pero no usar gas.
Lehtinen, jefa de la subcomisión de Asuntos del Medio Oriente y África del Norte, de la Cámara Baja, anunció que se reunirán con los secretarios de Estado y Defensa, John Kerry y Chuck Hagel para discutir “los pro y contras de una agresión a Siria.”
También se inclina a favor de autorizar que el jefe de la Casa Blanca efectúe ataques militares limitados contra blancos situados en territorio sirio.
Los inspectores de la ONU que exploraron sobre el terreno la posible utilización de armas químicas todavía no han formulado conclusiones, pero Ros-Lehtinen, desde Miami, asegura que las usó el gobierno.
No actuar, reiteró, socavaría las advertencias de Estados Unidos a Irán cuando le dice, tenemos “todas las opciones militares sobre la mesa”, y Teherán lo dude porque Washington no cumple su palabra.
Una sola pregunta a Ileana: ¿Estaría dispuesta con ese mismo ímpetu a juzgar por primera vez el arsenal de varios cientos de bombas atómicas que posee el régimen de Israel?
Después instruyó a Obama qué hacer antes de agredir a Siria. Primero, lograr apoyo dentro de Estados Unidos, “algún aval internacional, y, tal vez, “hasta el respaldo de la ONU”.
No confirió mucha seriedad al supuesto interés de condicionar el ataque a una decisión del Capitolio al subrayar que “el presidente lleva años ignorando al Congreso”.
A pesar de eso último, ya el Comité de Relaciones Exteriores del Senado, hizo suyo el proyecto guerrerista anunciado por Obama en un claro, peligroso e incierto desafío a la opinión pública mundial.
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