Por: Yadira Escobar
A veces el público desconfía de los políticos o está prejuiciado y tiene suficientes razones para estar cansado de ellos, como ha demostrado mi estado natal. Desde 1976, en la Florida se ha condenado a 1 762 funcionarios públicos, según un nuevo estudio realizado por la organización sin fines de lucro Integrity Florida. Cada año tenemos alrededor de 71 condenas. ¿Por qué ha sido maldecido el “Estado del Sol” con tales estafadores cazafortunas?
Miami tiene la mayor colección de bancos internacionales con más de 1 400 corporaciones establecidas. La Florida no está industrializada y por tanto depende del turismo, por medio del cual recibió a más de 72,6 millones de visitantes durante los tres primeros trimestres de 2013. Tal popularidad es buen negocio. Desde enero hasta agosto de 2013, todos esos turistas gastaron $52,8 miles de millones de dólares en nuestro estado. Es por eso que la Florida trabaja muy duro para mantener su condición de “principal destino del mundo”. Pero extrañamente, Miami es la tercera ciudad más pobre de Estados Unidos.
Está claro que el sistema político no está funcionando y que a la gente le ha tocado una distribución injusta (pienso que el estado pudiera darse el lujo de al menos pagar los beneficios de desempleo). Lo peor es que los políticos inclinados al delito funcionan solamente como eficaces hombres de negocios en beneficio propio.
En este 2013, una vez más la Florida empeoró su estereotipo político y continuó manteniendo su vieja reputación.
Prueba al canto, como dice el refrán. En menos de un mes durante 2013, tres alcaldes del área de Miami (Steven C. Bateman, Manuel L. Maroño y Michael A. Pizzi) fueron detenidos durante una operación del FBI. Están acusados de conspiración, soborno y extorsión, y pudieran enfrentar hasta 20 años de cárcel si se les encuentra culpables. El gobernador ha suspendido a los tres.
Figuras como Alberto Gutman, Alex Daoud, Humberto Hernández, Cesar Odio, Julio Robaina, Miller Dawkins y muchos funcionarios elegidos y otros que “servidores públicos” son parte del legendario y sucio pasado de Miami. Aunque esta sórdida reputación a veces sirve como otra atracción turística, junto con las leyendas de cocaína y los rumores de prostitución, los residentes desde hace mucho tiempo son los que sufren los resultados negativos de esta tragedia.
La reacción natural de la gente ante esta repugnante violación de nuestra democracia es una indignación momentánea, la cual puede durar unas pocas semanas, o a lo más unos meses. Es por eso que los políticos corruptos cuentan con nuestra mala memoria de manera que nos sorprenden una y otra vez con sus maniobras de vieja escuela. Después de nuestros fallas de memoria proceden a hacer más picantes las cosas combinando diferentes elementos intercambiables de corrupción, sus tendencias a lo gangster pueden incluir el lavado de dinero y la evasión de impuestos, combinados con algún soborno decadente que es salpicado con alguna coima.
Sin embargo, cuando llegan las elecciones, seguimos siendo víctimas de sus campañas bien financiadas de publicidad. De pronto aparecen con nuevos rostros sonrientes que interrumpen los programas de TV y prometen despreocupación y prosperidad mientras aparecen rodeados de niños sonrientes. Los electores lo aceptan, como en un contrato, sin molestarse en leer la letra menuda.
Nuestros alcaldes, comisionados y congresistas pueden abusar de nuestra confianza y continuamente atentan contra el basamento mismo de nuestra ya frágil democracia, pero la respuesta nunca puede ser a su nivel. Si alguien jura que nos ama, pero luego demuestra lo contrario, ¿podemos culpar a la víctima de ser ingenua? No debemos permitir que los políticos corruptos saboteen o saqueen a nuestras sociedades. El contrato funciona, pero cuando una parte no cumple su palabra o las reglas, el elector burlado debe tener los medios legales para que se escuche su versión.
Necesitamos transparencia. Como ciudadanos, exigimos más claridad y participación pública en todas las decisiones tomadas por los políticos. La información a veces es asequible y los electores comprometidos deben usar esa información para vigilar e influir en lo que están haciendo los muchachos de trajes caros con el dinero de los contribuyentes, La mayoría de las leyes anticorrupción filtran los delitos menores, pero no los trucos escandalosos de los altos niveles que los ayudan a hacerse asquerosamente ricos a costa del pueblo. ¿Qué cámara escudriñadora de vigilancia supervisa a un alcalde en sus funciones?
Todos, no importa qué empleo en oficina de lujo tiene en el ayuntamiento, necesita ser vigilado si el problema va a tratarse con seriedad. Nadie tiene derecho a la impunidad, no importa cuán poderoso pueda ser. Necesitamos con urgencia una rendición de cuentas ejecutiva, judicial y legislativa.
Se necesita una puesta en vigor más fuerte de las leyes de integridad y un escrutinio más persistente de los servidores públicos, incluyendo a los políticos. Si insistimos en este campo, saldremos de la lista negra en 2014 y no seremos calificados vergonzosamente como el estado más corrupto de la nación.
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