Luis Hernández Serrano -La historia poco conocida del asesinato de Mella, desde la entrada de los criminales a México, hasta el final de esas personas, ha sido investigada por los historiadores y escritores Adys Cupull y Froilán González.
Ambos llegaron a conocer reveladores datos acerca de los cómplices del crimen, la mano oculta de los intereses del Gobierno norteamericano, los cables secretos intercambiados entonces por las embajadas de La Habana, México y Estados Unidos y otros pormenores de sumo interés histórico.
Algunos de los implicados en el asesinato de Julio Antonio murieron después de 1959. Según explicaron Adys y Froilán a este reportero, entre los papeles de las indagaciones que ambos escribían, tales personajes terminaron aplastados por la Historia, mientras que Mella resurgía cada vez con mayor fuerza.
Aclararon que los criminales fueron cubanos y se organizaron en Cuba por exigencias del imperialismo yanqui y de su Embajada en México. Dos de ellos residían en la capital azteca y otro se trasladó desde nuestro país hasta allá, especialmente para ejecutar el crimen.
El asesinato y sus cómplices
Según los investigadores nos explicaron (al revelar nuevos hallazgos al respecto), se ha conocido que uno de los participantes en el asesinato tuvo, sin embargo, una hoja de servicio importante en determinada etapa de su existencia.
«Por ejemplo, el embajador del tirano Machado en México, el doctor Guillermo Fernández Mascaró, puertorriqueño a quien Maceo ascendió a teniente coronel en la lucha por la independencia, organizó los hospitales de guerra en la zona oriental de El Cobre. Machado lo hizo ministro de Instrucción Pública y Bellas Artes, y en ese cargo desempeñó un papel nefasto contra Mella y contra la Universidad de La Habana».
Refieren los también periodistas que en documentos consultados por ellos en tierra azteca queda perfectamente claro que este diplomático de Machado tuvo que ver con el crimen, pues no solo ocultó pasaportes de los asesinos, sino que los deshizo.
Recordaron igualmente la indignación que sintieron cuando vieron la foto en el pasaporte del hombre que disparó y mató a Mella: José Agustín López Valiñas, un cubano blanco y rubio, de 23 años. «Uno se pregunta —dijeron— cómo fue posible que una persona tan joven, nacida en nuestra patria, haya cometido tal monstruosidad».
Explicaron que para ellos eso fue muy impresionante. Y que no saben si el asesino murió de muerte natural, pero encontraron esos valiosos documentos. Toda la información y la acusación que hace la mujer de López Valiñas, cómo se descubre el crimen, las declaraciones de la Policía, todo está en el libro.
«Uno de los que organiza el asesinato —según explicó Adys—, fue el también cubano José Magriñá. Eso sí se conoce. Fue ajusticiado en Cuba en una acción en la que participó, entre otros, un destacado internacionalista y revolucionario cubano, Pedro Vizcaíno, esposo de la profesora y luchadora María Luisa Laffita, quien intervino en la Guerra Civil Española y fue amiga de Tina Modotti».
La mano oculta de Estados Unidos
El libro sitúa históricamente a todo el que tuvo que ver con la muerte de Mella, incluyendo al Gobierno estadounidense. «Unos afirman —puntualizó Adys— que Machado lo mandó a matar, mientras otros aseguran que se enteró por el periódico, una mañana cuando desayunaba, y de esa forma la mano del imperialismo norteamericano queda como una cosa vaga, general, casi ajena».
«En nuestro libro —resalta Froilán— están los cables, las informaciones, los testimonios, lo que dice el Embajador estadounidense en México. Cómo calumnió a Mella diciendo que quería volar el Consulado norteamericano en esa ciudad; se informa al Departamento de Relaciones Exteriores de Cuba y a la Policía mexicana; se hace que lo detengan y lo encierren por ocho días junto a su esposa cubana, Olivín Zaldívar, y a dos cubanos más, acusados por el Embajador yanqui».
Es evidente que Estados Unidos estuvo detrás del crimen, porque entonces prácticamente gobernaban este país, argumentan los estudiosos, y dicen que tienen muchos detalles reveladores: casi todos los cables cifrados que se mandaron de la Embajada de México en La Habana a su Cancillería; de esta a su sede diplomática en La Habana; de esta a su representación en Estados Unidos; los cables de la embajada mexicana en Estados Unidos a la de Estados Unidos en México; los de la Embajada cubana en México a La Habana; y los de nuestra capital a Nueva York y a Washington, así como otros documentos secretos.
Lo cierto es que esa trama siniestra terminó con la vida del revolucionario cubano que más ha hecho en menos tiempo, como lo definiera Fidel.
Mella cayó abatido por dos balazos de los asesinos, quienes le dispararon desde un auto sobre las diez de la noche del 10 de enero de 1929, en una céntrica esquina de la capital mexic
Ambos llegaron a conocer reveladores datos acerca de los cómplices del crimen, la mano oculta de los intereses del Gobierno norteamericano, los cables secretos intercambiados entonces por las embajadas de La Habana, México y Estados Unidos y otros pormenores de sumo interés histórico.
Algunos de los implicados en el asesinato de Julio Antonio murieron después de 1959. Según explicaron Adys y Froilán a este reportero, entre los papeles de las indagaciones que ambos escribían, tales personajes terminaron aplastados por la Historia, mientras que Mella resurgía cada vez con mayor fuerza.
Aclararon que los criminales fueron cubanos y se organizaron en Cuba por exigencias del imperialismo yanqui y de su Embajada en México. Dos de ellos residían en la capital azteca y otro se trasladó desde nuestro país hasta allá, especialmente para ejecutar el crimen.
El asesinato y sus cómplices
Según los investigadores nos explicaron (al revelar nuevos hallazgos al respecto), se ha conocido que uno de los participantes en el asesinato tuvo, sin embargo, una hoja de servicio importante en determinada etapa de su existencia.
«Por ejemplo, el embajador del tirano Machado en México, el doctor Guillermo Fernández Mascaró, puertorriqueño a quien Maceo ascendió a teniente coronel en la lucha por la independencia, organizó los hospitales de guerra en la zona oriental de El Cobre. Machado lo hizo ministro de Instrucción Pública y Bellas Artes, y en ese cargo desempeñó un papel nefasto contra Mella y contra la Universidad de La Habana».
Refieren los también periodistas que en documentos consultados por ellos en tierra azteca queda perfectamente claro que este diplomático de Machado tuvo que ver con el crimen, pues no solo ocultó pasaportes de los asesinos, sino que los deshizo.
Recordaron igualmente la indignación que sintieron cuando vieron la foto en el pasaporte del hombre que disparó y mató a Mella: José Agustín López Valiñas, un cubano blanco y rubio, de 23 años. «Uno se pregunta —dijeron— cómo fue posible que una persona tan joven, nacida en nuestra patria, haya cometido tal monstruosidad».
Explicaron que para ellos eso fue muy impresionante. Y que no saben si el asesino murió de muerte natural, pero encontraron esos valiosos documentos. Toda la información y la acusación que hace la mujer de López Valiñas, cómo se descubre el crimen, las declaraciones de la Policía, todo está en el libro.
«Uno de los que organiza el asesinato —según explicó Adys—, fue el también cubano José Magriñá. Eso sí se conoce. Fue ajusticiado en Cuba en una acción en la que participó, entre otros, un destacado internacionalista y revolucionario cubano, Pedro Vizcaíno, esposo de la profesora y luchadora María Luisa Laffita, quien intervino en la Guerra Civil Española y fue amiga de Tina Modotti».
La mano oculta de Estados Unidos
El libro sitúa históricamente a todo el que tuvo que ver con la muerte de Mella, incluyendo al Gobierno estadounidense. «Unos afirman —puntualizó Adys— que Machado lo mandó a matar, mientras otros aseguran que se enteró por el periódico, una mañana cuando desayunaba, y de esa forma la mano del imperialismo norteamericano queda como una cosa vaga, general, casi ajena».
«En nuestro libro —resalta Froilán— están los cables, las informaciones, los testimonios, lo que dice el Embajador estadounidense en México. Cómo calumnió a Mella diciendo que quería volar el Consulado norteamericano en esa ciudad; se informa al Departamento de Relaciones Exteriores de Cuba y a la Policía mexicana; se hace que lo detengan y lo encierren por ocho días junto a su esposa cubana, Olivín Zaldívar, y a dos cubanos más, acusados por el Embajador yanqui».
Es evidente que Estados Unidos estuvo detrás del crimen, porque entonces prácticamente gobernaban este país, argumentan los estudiosos, y dicen que tienen muchos detalles reveladores: casi todos los cables cifrados que se mandaron de la Embajada de México en La Habana a su Cancillería; de esta a su sede diplomática en La Habana; de esta a su representación en Estados Unidos; los cables de la embajada mexicana en Estados Unidos a la de Estados Unidos en México; los de la Embajada cubana en México a La Habana; y los de nuestra capital a Nueva York y a Washington, así como otros documentos secretos.
Lo cierto es que esa trama siniestra terminó con la vida del revolucionario cubano que más ha hecho en menos tiempo, como lo definiera Fidel.
Mella cayó abatido por dos balazos de los asesinos, quienes le dispararon desde un auto sobre las diez de la noche del 10 de enero de 1929, en una céntrica esquina de la capital mexic
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