En la “Evangelii gaudium” el papa Francisco dicta las reglas de la relación con los musulmanes. El jesuita islamólogo Samir Khalil Samir las examina exhaustivamente una por una, y denuncia los límites.
Por: Sandro Magister
En el mensaje “urbi et orbi” de Navidad el papa Francisco elevó esta oración: “Tú, Señor de la vida, protege a cuantos sufren persecución a causa de tu nombre”. Y en el Angelus de la fiesta de san Esteban, el primero de los mártires, rezó de nuevo “por los cristianos que sufren discriminaciones a causa del testimonio brindado por Cristo y por el Evangelio”. Muchas veces el papa Jorge Mario Bergoglio manifestó su dolor por la suerte de los cristianos en Siria, en Medio Oriente, en África y en otros lugares del mundo, en todas partes que son perseguidos y asesinados, no pocas veces “en odio a la fe” y por obra de los musulmanes.
A todo esto el Papa responde invocando incesantemente “el diálogo como contribución para la paz”.
En la exhortación apostólica “Evangelii gaudium” del 24 de noviembre, el más importante de los documentos publicados hasta ahora por él, Francisco ha dedicado al diálogo con los musulmanes los dos siguientes parágrafos:A todo esto el Papa responde invocando incesantemente “el diálogo como contribución para la paz”.
252. En esta época adquiere gran importancia la relación con los creyentes del Islam, hoy particularmente presentes en muchos países de tradición cristiana donde pueden celebrar libremente su culto y vivir integrados en la sociedad. Nunca hay que olvidar que ellos, «confesando adherirse a la fe de Abraham, adoran con nosotros a un Dios único, misericordioso, que juzgará a los hombres en el día final». Los escritos sagrados del Islam conservan parte de las enseñanzas cristianas; Jesucristo y María son objeto de profunda veneración, y es admirable ver cómo jóvenes y ancianos, mujeres y varones del Islam son capaces de dedicar tiempo diariamente a la oración y de participar fielmente de sus ritos religiosos. Al mismo tiempo, muchos de ellos tienen una profunda convicción de que la propia vida, en su totalidad, es de Dios y para Él. También reconocen la necesidad de responderle con un compromiso ético y con la misericordia hacia los más pobres.
253. Para sostener el diálogo con el Islam es indispensable la adecuada formación de los interlocutores, no sólo para que estén sólida y gozosamente radicados en su propia identidad, sino para que sean capaces de reconocer los valores de los demás, de comprender las inquietudes que subyacen a sus reclamos y de sacar a luz las convicciones comunes. Los cristianos deberíamos acoger con afecto y respeto a los inmigrantes del Islam que llegan a nuestros países, del mismo modo que esperamos y rogamos ser acogidos y respetados en los países de tradición islámica. ¡Ruego, imploro humildemente a esos países que den libertad a los cristianos para poder celebrar su culto y vivir su fe, teniendo en cuenta la libertad que los creyentes del Islam gozan en los países occidentales! Frente a episodios de fundamentalismo violento que nos inquietan, el afecto hacia los verdaderos creyentes del Islam debe llevarnos a evitar odiosas generalizaciones, porque el verdadero Islam y una adecuada interpretación del Corán se oponen a toda violencia.
Los comentarios a la “Evangelii gaudium” han prestado escasa atención a estos dos parágrafos.
Pocos, por ejemplo, han advertido el insólito vigor con el que el Papa Francisco reclama también en los países musulmanes esa libertad de culto de la que gozan los creyentes del Islam en los países occidentales.
Pero quien ha puesto en evidencia este “coraje” del Papa – tal es el caso del jesuita e islamólogo egipcio Samir Khalil Samir – también ha avisado que él se ha limitado a pedir la sola libertad de culto, silenciando la privación de la libertad que obliga a convertirse de una religión a otra y que es el verdadero punto doloroso del mundo musulmán.
El padre Samir enseña en Beirut, Roma y París. Es autor de libros y de ensayos sobre el Islam y sobre su relación con el cristianismo y con Occidente, el último de los cuales fue publicado este año por EMI con el título: “Quelle tenaci primavere arabe” [Esas tenaces primaveras árabes]. Durante el pontificado de Benedicto XVI fue uno de los expertos más escuchados por las autoridades vaticanas y por el mismo Papa.
El pasado 19 de diciembre publicó en la importante agencia “Asia News” del Pontificio Instituto para las Misiones Extranjeras una amplia nota de comentario a los pasajes de la “Evangelii gaudium” dedicados al Islam.
Un comentario a dos caras. En la primera parte de la nota el padre Samir saca a la luz “las numerosas cosas positivas” dichas por el papa Francisco sobre el tema.
Pero en la segunda parte revisa los límites, con rara franqueza.
A continuación presentamos esta segunda parte de su comentario.
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PUNTOS DE LA “EVANGELII GAUDIUM” QUE REQUIEREN ACLARACIÓN
por Samir Khalil Samir
1. Los musulmanes “adoran con nosotros a un Dios único, misericordioso” (n. 252)
Tomaré con cautela esta frase. Es verdad que los musulmanes adoran un Dios único y misericordioso. Pero esta frase sugiere que las dos concepciones de Dios son iguales. Por el contrario, en el cristianismo Dios es Trinidad en su esencia, pluralidad unida en el amor. Es un poco más que la sola clemencia y misericordia. Tenemos dos concepciones bastante diferentes de la unicidad divina. La musulmana caracteriza a Dios como inaccesible. La visión cristiana de la unicidad trinitaria subraya que Dios es Amor que se comunica: Padre-Hijo-Espíritu Santo, o bien Amante-Amado-Amor, como sugería san Agustín.
Además, ¿qué significa también la misericordia del Dios islámico? Que Él practica misericordia con quien quiere y no la practica con los que no quiere. “Dios hace entrar en Su misericordia a quien Él quiere” (Corán 48:25). Estas expresiones se encuentran en forma casi literal en el Antiguo Testamento (Ex 33, 19). Pero no se llega jamás a decir que “Dios es Amor” (1 Jn 4, 16), tal como se expresa san Juan.
En el caso del Islam, la misericordia es la del rico que se inclina hacia el pobre y le concede algo. Pero el Dios cristiano es Aquél que desciende hacia el pobre para elevarlo a su nivel; no muestra su riqueza para ser respetado (o temido) por el pobre: se dona a sí mismo para hacer vivir al pobre.
2. “Los escritos sagrados del Islam conservan parte de las enseñanzas cristianas” (n. 252)
Es verdad en un cierto sentido, pero puede ser también ambiguo. Es verdad que los musulmanes retoman palabras o hechos de los evangelios canónicos, por ejemplo, el relato de la Anunciación se encuentra casi literalmente en los capítulos 3 (la familia de ‘Imr?n) y 19 (Mariam).
Pero más frecuentemente el Corán se inspira en los relatos píos de los evangelios apócrifos, y no extraen el sentido teológico que se encuentra en ellos y no dan a estos hechos o palabras el sentido que tienen en realidad, no por malicia, sino porque no tienen la visión global del mensaje cristiano.
3. La figura de Cristo en el Corán y en el Evangelio (n. 252)
El Corán se refiere a “Jesús y María [que] son objeto de profunda veneración”. A decir verdad, Jesús no es objeto de veneración en la tradición musulmana. Por el contrario, en el caso de María se puede hablar de una veneración, en particular por parte de las mujeres musulmanas, que van voluntariamente a los lugares de peregrinación mariana.
La ausencia de veneración para Jesucristo se explica probablemente por el hecho que, en el Corán, Jesús es un gran profeta, famoso por sus milagros a favor de la humanidad pobre y enferma, pero no es igual a Mahoma. Sólo por parte de los místicos se puede notar una cierta devoción, ellos lo llaman también “Espíritu de Dios”.
En realidad, todo lo que se dice de Jesús en el Corán es lo opuesto de las enseñanzas cristianas. Él no es Hijo de Dios: es un profeta y basta. No es ni siquiera el último de los profetas, porque por el contrario el “sello de los profetas” es Mahoma (Corán 33:40). La revelación cristiana es vista sólo como una etapa hacia la revelación última, traída por Mahoma, es decir, el Islam.
4. El Corán se opone a todos los dogmas cristianos fundamentales
La figura de Cristo como segunda persona de la Trinidad es condenada. En el Corán se dice en forma explícita a los cristianos: “Oh, gente de la Escritura, no se excedan en su religión y digan de Dios nada más que la verdad. El Mesías Jesús, hijo de María, no es más que un mensajero de Dios, una de sus palabras que Él pone en María, un Espíritu [que proviene] de Él. Crean entonces en Dios y en sus mensajeros. No digan ‘Tres’, ¡deténganse! Será mejor para ustedes. En verdad Dios es un dios único. ¿Tendría un hijo? Gloria a Él (Corán 4:171). Los versículos contra la Trinidad son muy claros y no tienen necesidad de tantas interpretaciones.
El Corán niega la divinidad de Cristo: “Oh, hijo de María, ¿eres tú quien dijo a la gente: ‘tomadme a mí y a mi madre como dos divinidades además de Dios’?” (Corán 5:116). ¡Jesús lo niega!
Por último, en el Corán se niega la redención. Directamente se afirma que Jesucristo no murió en la cruz, sino que fue crucificado un doble: “No lo han matado, no lo han crucificado, sino que les pareció” (Corán 4:157). De este modo Dios salvó a Jesús de la malicia de los judíos. ¡Pero entonces Cristo no ha salvado al mundo!
En síntesis, el Corán y los musulmanes niegan los dogmas esenciales del cristianismo; la Trinidad, la Encarnación y la Redención. ¡Se debe agregar que éste es su derecho más absoluto! Pero entonces no se puede decir que “los escritos sagrados del Islam conservan parte de las enseñanzas cristianas”. Se debe hablar simplemente del “Jesús coránico” que no tiene nada que ver con el Jesús de los Evangelios.
El Corán cita a Jesús porque pretende completar la revelación de Cristo para exaltar a Mahoma. En el resto, viendo cuánto Jesús y María hacen en el Corán, nos damos cuenta que ellos no hacen más que aplicar las oraciones y el ayuno según el Corán. María es ciertamente la figura más bella entre todas las presentadas en el Corán: es la Madre Virgen, que ningún hombre jamás ha tocado. Pero no puede ser la Theotokos; más bien es una buena musulmana.
LOS PUNTOS MÁS DELICADOS
1. Ética en el Islam y en el cristianismo (252)
La última frase de este parágrafo de la “Evangelii gaudium” dice, al hablar de los musulmanes: “También reconocen la necesidad de responderle [a Dios] con un compromiso ético y con la misericordia hacia los más pobres”. Esto es verdad y la piedad hacia los pobres es una exigencia del Islam.
Pero me parece que hay una doble diferencia entre la ética cristiana y la musulmana.
La primera es que la ética musulmana no es siempre universal. Se trata a menudo de ayuda dentro de la comunidad islámica, mientras que la obligación de ayuda, en la tradición cristiana, es de por sí universal. Se nota, por ejemplo, cuando hay una catástrofe natural en alguna región del mundo, que los países de tradición cristiana ayudan sin considerar la religión de quien es ayudado, mientras que los riquísimos países musulmanes (los de la Península Arábiga, por ejemplo) no lo hacen en este caso.
La segunda es que el Islam liga ética y legalidad. El que no ayuna durante el mes de Ramadán comete un delito y va a la cárcel (en muchos países). Si cumple el ayuno previsto, desde el alba hasta la puesta del sol, es perfecto, aunque luego de la puesta del sol come hasta el alba del día siguiente, más y mejor que lo que come habitualmente: “se comen las cosas mejores y en abundancia”, como me decían algunos amigos egipcios musulmanes. Parece que no hay otro significado en el ayuno si no es el de obedecer a la ley mismo del ayuno. El Ramadán se convierte en el período en el que los musulmanes comen más, y comen las cosas más deliciosas. Al día siguiente nadie trabaja, dado que por comer nadie ha dormido. Pero desde el punto de vista formal todos han ayunado durante algunas horas. Es una ética legalista: si usted hace esto, usted está en lo justo. Es una ética superficial.
Por el contrario, el ayuno cristiano es algo que tiene como fin aproximarse íntimamente al sacrificio de Jesús, a la solidaridad con los pobres y no es el momento en el que se recupera cuanto uno no ha comido.
Si alguno aplica la ley islámica, todo está en orden. El fiel no pretende ir más allá de la ley. La justicia es requerida por la ley, pero no es superada. Por eso, no está en el Corán la obligación del perdón. Por el contrario, en el Evangelio Jesús pide perdonar de modo infinito (setenta veces siete, cf. Mt 18, 21-22). En el Corán la misericordia no llega jamás al amor.
Lo mismo vale para la poligamia: se puede tener hasta cuatro esposas. Si quiero tener una quinta, basta repudiar a una de las que ya tengo, quizás la más vieja, y tomar una esposa más joven. Al tener siempre sólo cuatro esposas estoy en la legalidad perfecta.
Está también el efecto contrario, por ejemplo, para la homosexualidad. En todas las religiones es un pecado. Pero para los musulmanes, es también un delito que debería ser castigado con la muerte. En el cristianismo es un pecado, pero no un crimen. El motivo es obvio: el Islam es religión, cultura, sistema social y político; es una realidad integral. Es claramente así en el Corán. Por el contrario, el Evangelio distingue claramente la dimensión espiritual y ética de la dimensión socio-cultural y política.
Lo mismo vale para la pureza, como lo explica en forma clara Cristo a los fariseos: “No es lo que entra en la boca lo que contamina al hombre, sino que es lo que sale de su boca lo que contamina al hombre” (Mt 15, 11).
2. “Los fundamentalismos de ambas partes” (n. 250 y 253)
Por último, hay dos aspectos que querría criticar. El primero es aquél en el que el Papa pone juntos a todos los fundamentalismos. En el n. 250 se dice: “Una actitud de apertura en la verdad y en el amor debe caracterizar el diálogo con los creyentes de las religiones no cristianas, a pesar de los varios obstáculos y dificultades, particularmente los fundamentalismos de ambas partes”.
El otro es la conclusión de la sección sobre la relación con el Islam que termina con esta frase: “Frente a episodios de fundamentalismo violento que nos inquietan, el afecto hacia los verdaderos creyentes del Islam debe llevarnos a evitar odiosas generalizaciones, porque el verdadero Islam y una adecuada interpretación del Corán se oponen a toda violencia” (n. 253).
Personalmente, yo no pondría los dos fundamentalismos en el mismo plano: los fundamentalistas cristianos no llevan armas; el fundamentalismo islámico es criticado ante todo y precisamente por los propios musulmanes, porque este fundamentalismo armado busca reproducir el modelo mahometano. En su vida, Mahoma libró más de 60 guerras; ahora bien, si Mahoma es el modelo excelente (como dice el Corán en 33:21), no sorprende que algunos musulmanes usen su violencia a imitación del fundador del Islam.
3. La violencia en el Corán y en la vida de Mahoma (n. 253)
Por último, el Papa menciona la violencia en el Islam. En el parágrafo 253 se lee: “el verdadero Islam y una adecuada interpretación del Corán se oponen a toda violencia”.
Esta frase es bellísima, y expresa una actitud muy benévola del Papa hacia el Islam. Pero me parece que ella expresa más un deseo que una realidad. Que la mayoría de los musulmanes puede ser contraria a la violencia también puede darse. Pero decir que “el verdadero Islam es contrario a toda violencia” no me parece cierto: la violencia está en el Corán. Decir además que “una adecuada interpretación del Corán se opone a toda violencia” tiene necesidad de muchas explicaciones. Basta recordar los capítulos 2 y 9 del Corán.
Sin embargo, es verdad cuanto el pontífice afirma sobre el hecho que el Islam tiene necesidad de una “adecuada interpretación”. Este camino ha sido recorrido por algunos eruditos, pero no es lo suficientemente fuerte para contrastar la que recorre la mayoría. Esta minoría de eruditos busca reinterpretar los textos coránicos que hablan de la violencia, mostrando que ellos están ligados al contexto de la Arabia de la época y estaban en el contexto de la visión político-religiosa de Mahoma.
Si el Islam quiere permanecer hoy en esta visión ligada al tiempo de Mahoma, entonces siempre habrá violencia. Pero si el Islam – hay un buen número de místicos que lo han hecho – quiere encontrar una espiritualidad profunda, entonces la violencia no es aceptable.
El Islam se encuentra frente a una encrucijada: o la religión es un camino hacia la política y hacia una sociedad políticamente organizada, o la religión es una inspiración para vivir con más plenitud y amor.
El que critica al Islam a propósito de la violencia no hace una generalización injusta y odiosa: muestra las cuestiones presentes, vivas y sangrantes en el mundo musulmán.
En Oriente se comprende muy bien que el terrorismo islámico está motivado religiosamente, con citas, oraciones y fatwa por parte de imanes que fomentan la violencia. El hecho es que en el Islam no hay una autoridad central que corrija las manipulaciones. Esto hace que cada imán se crea un mufti, una autoridad nacional que puede emitir juicios inspirados por el Corán, hasta llegar a ordenar que se mate.
CONCLUSIÓN: UNA “ADECUADA INTERPRETACIÓN DEL CORÁN”
Para concluir, el punto verdaderamente importante es el de la “adecuada interpretación”. En el mundo musulmán, el debate más fuerte – que es también el más prohibido – es precisamente el de la interpretación del libro sagrado. Los musulmanes creen que el Corán salió de Mahoma, completo, en la forma que conocemos. No existe el concepto de inspiración del texto sagrado, la cual da espacio una interpretación del elemento humano presente en la palabra de Dios.
Tomemos un ejemplo. En tiempos de Mahoma, con tribus que vivían en el desierto, el castigo para un ladrón era cortarle la mano. ¿Para qué servía? ¿Cuál era la finalidad de este castigo? No permitir que el ladrón siguiera robando. Ahora debemos preguntarnos: ¿cómo podemos salvaguardar hoy esta finalidad, es decir, que el ladrón no robe? ¿Podemos utilizar otros métodos en lugar del corte de la mano?
Hoy todas las religiones tienen este problema: cómo reinterpretar el texto sagrado, el cual tiene un valor eterno, pero que se remonta a siglos o a milenios.
Cuando encuentro a amigos musulmanes, saco a la luz el hecho que hoy en día es necesario interrogarse sobre la “finalidad” (maqased) que tenían las indicaciones del Corán. Los teólogos y los juristas musulmanes dicen que se deben buscar las “finalidades de la Ley divina” (maq?sid al-shar?’a). Esta expresión corresponde a lo que el Evangelio llama “el espíritu” del texto, en oposición a la “letra”. Es necesario buscar la intención del texto sagrado del Islam.
Varios eruditos musulmanes hablan de la importancia de descubrir “la finalidad” de los textos coránicos para adecuar el texto del Corán al mundo moderno. Me parece que esto está muy próximo a cuanto el Santo Padre intenta sugerir al hablar de “una adecuada interpretación del Corán”.
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El texto íntegro del padre Samir Khalil Samir, en Asia News del 19 de diciembre:
> Papa Francesco e l’invito al dialogo con l’Islam
Y la exhortación apostólica del papa Francisco del 24 de noviembre:
> Evangelii gaudium
[Fuente: chiesa.espresso.repubblica.it]
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