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lunes, mayo 27, 2019

¿Permitirá en gobierno de Costa Rica la entrada de un terrorista a su territorio?

Un nuevo show mediático anticubano se organiza en Costa Rica bajo el nombre de “Adoctrinamiento de los pueblos a través de la educación castrista cubana” y organizado por la mal llamada Justice Cuba. El llamado foro tendrá lugar el próximo 30 de mayo en el Salón de Ex Presidentes de la Asamblea Legislativa. A todas luces esta maniobra está dirigida contra la labor solidaria cubana para erradicar el analfabetismo en otras naciones.
De acuerdo con la convocatoria participan varios terroristas y provocadores anticubanos como Luis Zúñiga Rey, Pedro Corzo, Orlando Gutiérrez-Boronat y Berta Antúnez, residentes en Miami, así como el abogado del derechista partido español VOX y uno de los patrocinadores de la lawfare anticubana a través de Justice Cuba, así como el escuálido venezolano Martín Paz.
De sus integrantes tomaré un solo caso pues las historias de los participantes son harto conocidas dentro la mafia anticubana. Me refiero a Luis Zúñiga Rey, reconocido terrorista implicado en los atentados con bomba contra instalaciones turísticas cubanas en la década de los 90. El FBI dispone de abundantes elementos sobre el historial de este bandido.
En un artículo publicado por mí hace algunos años bajo el título “Luis Zúñiga Rey, el terrorista que yo conocí”, expongo suficientes elementos sobre la larga data criminal de este criminal. Algunos de los pasajes de este artículo son elocuentes:

Aún lo recuerdo frente a mí aquella noche de noviembre de 1993, cuando me impuso de los tenebrosos planes de la Fundación Nacional Cubano Americana (FNCA), radicada en Miami, para hacer explotar poderosas bombas en el Hotel Nacional de Ciudad de la Habana y en un famoso restaurante de esta ciudad. No había en él ni pena ni preocupación por las consecuencias de la propuesta que me acababa de formular. ¡Hágalo, dijo, y será bien recompensado!
Acepté a cooperar con él en sus funestos planes en mi condición de colaborador secreto de la Seguridad cubana. Esa era mi misión: conocer y contribuir a desarticular los planes terroristas organizados por Zúñiga y sus socios de correrías desde Miami, territorio de los Estados Unidos. Sin embargo, escondiendo mi repulsa en lo más hondo de mí, soporté su presencia y la larga verborrea contra su propio pueblo. No podía entender cómo este camaleón, capaz de presentarse en diversos sitios, como lo hace hoy en Ginebra, para clamar «por su sufrida Cuba», era capaz de organizar asesinatos y atentados sin el menor pudor.
Zúñiga me dijo entonces, cara a cara, que era necesario ser violento y frío, calculador y despiadado, para derribar a Fidel y a la Revolución. Había que organizar un abastecimiento de armas y explosivos para que mi pretendida célula colocara las bombas en los hoteles y sitios visitados por turistas en la Habana. Me darían además, insistió, ocho cápsulas de fósforo vivo para incendiar también cines y teatros atestados de cubanos inocentes. Aquellas  noches de noviembre y diciembre de 1993 no había piedad en él, sólo odio irracional y sed de venganza. Supe, pues, sobre la necesidad de detenerlo en nombre de la cordura y la razón, y eso hice con plena convicción.
 No le bastó a Zúñiga sólo eso. Después que desarticulamos sus tenebrosos planes, continuó involucrándome en otros planes no menos dañinos y peligrosos. Había que estudiar la vulnerabilidad de los principales hoteles, termoeléctricas y refinerías cubanas para atentar posteriormente contra ellas. Había también que introducir dinero falso para caotizar a la circulación monetaria;  había que golpear a la dañada economía cubana y propiciar con ello la caída del gobierno y el fin de la Revolución.
En muchos planes contra Cuba estuvo comprometido Zúñiga Rey. No fue sólo el contrarrevolucionario involucrado en actos de subversión  que lo llevaron a la cárcel en 1970. No fue, exclusivamente, el infiltrado capturado aquel 1 de agosto de 1974, cerca de Boca Ciega, en la Habana, cuando venía cargado de explosivos y armas, junto a otros dos terroristas, a atentar contra su propio pueblo. Fue también el reclutador de  otras personas, de manera sistemática, para realizar actos terroristas contra ciudadanos  inocentes en Cuba. Eso hizo con un canadiense nombrado Trepanier en 1992. Eso mismo intentó hacer con el cubano Olfiris Pérez Cabrera en 1993, a quien encargó volar el cabaret Tropicana a cambio de 20 000  dólares, y que fue la misma oferta que repetirían conmigo unos meses después. Eso mismo siguió haciendo desde su cargo de director de la FNCA y desde su actual cargo de director ejecutivo del Consejo por la Libertad de Cuba, organización que reúne a lo más intolerante de la mafia miamense. “
Ante estos antecedentes, me pregunto, ¿permitirá en gobierno de Costa Rica la entrada de un terrorista a su territorio?

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