Todos sabemos las “facilidades” que ofrece Microsoft Word para quienes utilizan el procesador de textos más popular en el mundo. No voy a describir aquí sus bondades para la edición de materiales, la corrección, la utilización de diferentes estilos, para diseños, manejos de correspondencias, utilización de sinónimos, etc. Habría que dedicar a alguien, porque sus inventores seguro no lo harán, a que nos diga cuántas son las funcionalidades que ofrece esta herramienta de uso continuado y común en todas las partes de este planeta, por supuesto, computadora mediante. Sin embargo y ya una vez abordé el tema en este mismo blog; las tecnologías también nos tienden algunas trampas y para ellas debemos estar preparados.
No confiar plena y ciegamente en ellas es quizá el mejor antídoto para no caer en su engaño, que nos puede llevar a cometer errores que después no tienen solución si encontraron el fin en una edición impresa de cualquier publicación. En este post solo voy a hablar, a manera de alerta para quienes trabajamos en el mundo del Periodismo, sobre la necesidad de no confiar plenamente en las posibilidades que ofrece Word para corregir las palabras, que, según el procesador, están mal escritas. ¿Cuántas veces no hemos escrito una palabra bien, y el dichoso programa nos la marca en rojo, o la pone en azul, porque para “él” existe una mala conjugación? ¿No hemos sido víctimas de errores en la escritura de nombres y apellidos que el “querido programa” no reconoce, como por ejemplo el mismo apellido de este escribidor, el cual Word reconoce como Ferry y no como Terry? Es verdad que ofrece la posibilidad de agregar la palabra desconocida para que pase a formar parte de su “diccionario”, pero ello no elimina per se la posibilidad de la equivocación, sobre todo cuando el uso de la PC no es exclusivo de una sola persona y es múltiple el escenario donde se puede actuar.
Ejemplos puede haber muchos otros, pero lo más importante es confiar en nuestras capacidades y nuestros conocimientos. Las tecnologías pueden abrirnos ciertos caminos, pero lo principal es la preparación de quienes detrás de cada una de ellas se sientan, en la seguridad de que nunca, por muy avanzado que esté, habrá herramientas que pueda sustituir nuestra formación profesional. Y además, ello debe ir acompañado, al menos en mundo del Periodismo donde interactúo, de otras prácticas, como la autoedición de los contenidos que creamos, paso indispensable que todo profesional debía asimilar. Es la capacidad primera que tenemos para darnos cuenta nosotros mismos de si hemos cometido alguna pifia. Nos juega una mala pasada y no sabemos, luego, como distanciarnos de ella para mejorar lo que queremos.
Creo que sin demeritar el uso de las tecnologías de la información y las comunicaciones, lo más sensato siempre será confiar en nuestros instintos y nuestra formación cultural y académica, la cual, cada día debemos continuar cultivando. Solo así, los errores que Word “arregla”, no se convierten en errores que Word multiplica. Ahí les dejo la puerta abierta para que opinen y ofrezcan otras consideraciones. Tomado del blog de Pelayo Terry
No confiar plena y ciegamente en ellas es quizá el mejor antídoto para no caer en su engaño, que nos puede llevar a cometer errores que después no tienen solución si encontraron el fin en una edición impresa de cualquier publicación. En este post solo voy a hablar, a manera de alerta para quienes trabajamos en el mundo del Periodismo, sobre la necesidad de no confiar plenamente en las posibilidades que ofrece Word para corregir las palabras, que, según el procesador, están mal escritas. ¿Cuántas veces no hemos escrito una palabra bien, y el dichoso programa nos la marca en rojo, o la pone en azul, porque para “él” existe una mala conjugación? ¿No hemos sido víctimas de errores en la escritura de nombres y apellidos que el “querido programa” no reconoce, como por ejemplo el mismo apellido de este escribidor, el cual Word reconoce como Ferry y no como Terry? Es verdad que ofrece la posibilidad de agregar la palabra desconocida para que pase a formar parte de su “diccionario”, pero ello no elimina per se la posibilidad de la equivocación, sobre todo cuando el uso de la PC no es exclusivo de una sola persona y es múltiple el escenario donde se puede actuar.
Ejemplos puede haber muchos otros, pero lo más importante es confiar en nuestras capacidades y nuestros conocimientos. Las tecnologías pueden abrirnos ciertos caminos, pero lo principal es la preparación de quienes detrás de cada una de ellas se sientan, en la seguridad de que nunca, por muy avanzado que esté, habrá herramientas que pueda sustituir nuestra formación profesional. Y además, ello debe ir acompañado, al menos en mundo del Periodismo donde interactúo, de otras prácticas, como la autoedición de los contenidos que creamos, paso indispensable que todo profesional debía asimilar. Es la capacidad primera que tenemos para darnos cuenta nosotros mismos de si hemos cometido alguna pifia. Nos juega una mala pasada y no sabemos, luego, como distanciarnos de ella para mejorar lo que queremos.
Creo que sin demeritar el uso de las tecnologías de la información y las comunicaciones, lo más sensato siempre será confiar en nuestros instintos y nuestra formación cultural y académica, la cual, cada día debemos continuar cultivando. Solo así, los errores que Word “arregla”, no se convierten en errores que Word multiplica. Ahí les dejo la puerta abierta para que opinen y ofrezcan otras consideraciones. Tomado del blog de Pelayo Terry
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