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lunes, marzo 30, 2020

Tortuoso camino del interferón Alfa 2b cubano en Panamá

Qué pasa en Panamá con el medicamento cubano para combatir el COVID-19?


El mismo día de la detección del primer caso en Panamá la directora nacional de Farmacia y Drogas del Ministerio de Salud (MINSA),confirmó que el Interferón Alfa 2B cuenta con registro sanitario para su aplicación en este país, pero qué pasó ....


El mismo día de la detección del primer caso en Panamá (9.3), la directora nacional de Farmacia y Drogas del Ministerio de Salud (MINSA), Elvia Lau, confirmó que el Interferón Alfa 2B cuenta con registro sanitario para su aplicación en este país, por lo que no habría problemas de adquirirlo en caso de confirmarse casos de coronavirus (1), lo que indicaba la “intensión” abrir el camino al medicamento cubano.
Tres días después (12.3), el infectólogo Xavier Sáez-Llorens, en la entrevistas de prensa diaria descalifica el Interferón Cubano Alfa 2B, señala que no está probado su efectividad en el combate al Covid-19 y dirige la atención a otra serie de medicamentos, entre ellos la hidroxicloroquina  y señala “si usamos algo que no está probado podremos hacer más daño que beneficio”. (2)
El 23.3, el Ministerio de Salud panameño anuncia en su comunicado No 25 (3), la adquisición, sin mencionar lugar y costo, de un millón de tabletas de Hidroxicloroquina y Azitromicina, medicamentos que son utilizados en el tratamiento ensayado en otros países para combatir el COVID-19 y que como trascendió en medios de prensa “es una de las apuestas del presidente de Estados Unidos, Donald Trump, para atacar el patógeno en ese país” – ¿¡Casualidad?!

En un artículo del diario La Prensa, donde se publica la noticia de la adquisición de Hidroxicloroquina y Azitromicina, se señala que, según un reportaje de BBC Mundo, la FDA (agencia del gobierno de los EE.UU. para la administración de Medicamentos, Drogas y Alimentos​​) advierte que el medicamento estaba “siendo probado en exámenes de laboratorio” y que “deben continuar sus estudios para saber si realmente es la herramienta médica efectiva contra el virus”.

El 29.3, el mismo diario publicó un artículo bajo el título “Drogas para el virus carecen de estudios”, donde se resalta las limitaciones de la hidroxicloroquina y la azitromicina para el combate a la enfermedad, y apunta que el infectólogo y exdirector del Instituto Conmemorativo Gorgas de Estudios de la Salud, Néstor Sosa, detalló que “en Francia se realizó un estudio de laboratorio muy pequeño y metodológicamente deficiente, que demuestra un beneficio marginal”.
En resumen, al conocerse las primeras noticias de la penetración de la enfermedad en el Istmo, se comenzó a “manejar” el asunto de la adquisición del Interferon cubano por expertos panameños, pero el infectólogo que lleva la “voz cantante” en el despliegue mediático contra el COVID-19 en este país, dice que “no está probada su efectividad” y luego, la autoridad de salud panameña adquiere un medicamento, cuya eficacia se pone en dudas por expertos internacionales.
Entonces, ¿Por qué uno sí y otro no?, ¿quién pondera la eficacia de un medicamento sobre el otro y bajo qué criterios? ¿Por qué no manejar las dos variantes? Estas respuestas pudieran tenerlas el Ejecutivo panameño, sus asesores de la OPS-OMS, sus autoridades de salud o la influyente Embajada de EE.UU. aquí, pero no las han publicado, como tampoco tuvo respuesta una misiva que el 16.3 dirigieron grupos de solidaridad con Cuba en Panamá a la Ministra de Salud, Rosario Emilie Turner Montenegro, a quien instaron a establecer colaboración con Cuba para adquirir el Interferón Alfa 2b, dejando a un lado todo posicionamiento ideológico (6).
De las cualidades del medicamento cubano se ha hablado bastante por estos días, solo señalar que fue vital en el combate de la epidemia en su primer epicentro (China), que más de 45 países de diferentes áreas geográficas lo han solicitado y que sus efectos probados se centran en la prevención, al fortalecer el sistema inmunológico del individuo infectado o con riesgos, no así en la cura de los efectos del COVID-19, que como es sabido, aún la ciencia no cuenta con el fármaco ideal para ello. 
Cuba detectó su primer caso solo 3 días después que Panamá y hasta el 28.3, los números de contagiados y fallecidos por la enfermedad son muy superiores en el Istmo, en comparación con los de la isla, aun cuando como es conocido, Panamá adoptó medidas de aislamiento y cierre de sus fronteras más temprano que Cuba.

Muchos pueden ser los factores que marcan esta diferencia, pero sin dudas hay dos de especial relevancia, el primero asociado a las particularidades de los sistemas de salud de cada nación y el segundo, el medicamento empleado para combatir el virus.
La estructuración del sistema de salud define el alcance de las acciones preventivas y pesquisas, el nivel de control estricto de contagiados y sospechosos, el enfoque preventivo o curativo del enfrentamiento y la disponibilidad de recursos.  
Estas cuestiones sistémicas son difíciles de variar en el actual contexto, pero lo relativo al medicamento a emplear, es una cuestión de voluntad que pudiera tener mayor impacto en la situación que se enfrenta.
Los que niegan la posibilidad de aumentar la prevención y salvar al pueblo panameño con el medicamento cubano, pueden estar siguiendo el patrón de la propaganda del Gobierno estadounidense contra la colaboración médica de la isla, por cuestiones netamente ideológicas y de lo que se trata ahora es de SALVAR VIDAS.
Referencias.

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