Todos hablan de "nueva normalidad" como si ello cayera de un árbol, igual que los frutos y no como algo a construir y que requiere muchos cambios en el cómo hacemos las cosas hoy.
Sin un control efectivo de la expansión de la Covid-19, muchos gobiernos hablan de “nueva normalidad”, término en el que se pretende enmarcar solamente las “nuevas reglas” de convivencia, de incorporación de hábitos de salud a la cotidianidad, de la ponderación del acceso impersonal a servicios y actividades de ocio o al reacomodo del espacio y relaciones en el ámbito laboral, estudiantil y social. Sin embargo......
Sin
embargo, poco se habla de otras esferas que requieren también de nuevas formas
de hacer, y que, sobre todo, son la base en la que debe fundamentarse la “nueva
normalidad” a la que todos hacen referencia.
Poco se
habla de “nuevas” relaciones políticas, sociales y económicas, o de nuevos
conceptos comunicacionales más orientado a la educación que al consumo, o de un
orden mundial más equitativo, inclusivo y benévolo con el medio ambiente. Nada de
consolidar el multilateralismo o de conformar una economía solidaria o de
reestructurar la deuda externa que asfixia sobre todo a los países en desarrollo
o más pobres.
No hay acuerdos
concretos para unirnos realmente en el combate científico y preventivo a esta u
otras pandemias que puedan surgir ni en función de preservar los visibles síntomas
de recuperación del medio ambiente que generó la cuarentena. Nada del cese al
fuego de las armas ni el que genera los medios de difusión en manos de
sectores de poder que ponen en su colimador a los “incómodos” o a los “diferentes”.
A la “nueva
normalidad” le acompaña la vieja corrupción de cuello blanco, la dilapidación del
erario público, el oportunismo político de siempre y las históricas masas de
desempleados y pobres, ahora más expandida y visible, que ampliará las añejas
desigualdades que inundan nuestro mundo desde hace siglos.
Damos pasos
a la “nueva normalidad” con nuevos episodios del viejo racismo, con antiguas técnicas
de reprimir a los pueblos, con amenazas de guerras “pospuestas”, de bloqueos genocidas
de antaño, de las acostumbradas injerencias en los asuntos internos de otros países
y de listas espurias elaboradas por el país que se abrogó el derecho de ser el gendarme
mundial.
Viene esa “nueva
normalidad” preñada del egoísmo y la indolencia de siempre.
No habrá realmente
“nueva normalidad” sino adquirimos una nueva cultura, sobre todo en nuestra relación
con el medio ambiente y con nosotros mismos.
La tarea de
los revolucionarios es construir, desde todos los frentes, esa “nueva
normalidad”, pero no superficialmente, sino desde la base y con enfoque sistémico.
El Indio, 5
de junio de 2020
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