Texto: Dra. Ángeles Diez.
Desde que las guerras se libran
fundamentalmente contra la población civil, la mujer ocupa también el
lugar prioritario como víctima y justificación, no sólo de las bombas
sino de la propaganda de guerra. Pero el cambio de formato en la
representación de la guerra, la elaboración de los relatos
justificatorios, la manipulación de la opinión pública interna y
externa, y, fundamentalmente, las nuevas formas de guerra –la llamada
guerra de cuarta generación, guerra psicológica o guerra encubierta-,
han producido transformaciones en la imagen de la mujer al servicio de
las campañas bélicas. Su imagen se ha convertido en el eje
articulador de los relatos mediáticos en contra de los “Estados
canallas” en una nueva dirección, han pasado de víctimas o instigadoras a ser la representación más eficaz de la disidencia interna adoptando el rol de testigos y oposición pacífica.
No hay guerras sin medios de comunicación
Las guerras modernas son sobre todo
guerras encubiertas, o se inician como guerras encubiertas, y cuando no
consiguen derrocar a los gobiernos considerados enemigos pasan a ser
intervenciones armadas directas. La guerra total en cualquier parte del
mundo promovida por la administración Bush ha sido continuada por la
administración Obama (Skahill, 2013) con un mayor nivel de sofisticación
técnica y eficacia haciéndola a su vez más rentable económicamente al
necesitar un menor desplazamiento de soldados. Junto con esta nueva
configuración de las intervenciones armadas se ha acrecentado el papel
asignado a la propaganda de guerra. No cabe duda de que el desarrollo,
la especialización y sofisticación de las corporaciones mediáticas en su
compromiso con la expansión de los intereses de las potencias
hegemónicas ha ido en aumento. No hay que olvidar que la forma en que se
expande el capitalismo desde finales del XIX hasta hoy está
indisolublemente unida al desarrollo del capital mediático[1] o este
tipo de entramados de empresas que denominamos corporaciones mediáticas.
Desde hace años las empresas que reportan más beneficios económicos son
las industrias de armas y las relacionadas con los medios de
comunicación.
En la propaganda de guerra de la I Guerra Mundial nos dice el profesor Jo Fox (2013)[2] que
las mujeres fueron utilizadas como símbolos de víctimas a las que había
que defender, amas de casa que esperaban a los héroes y mujeres que se
incorporaban al trabajo fuera de casa para apoyar los esfuerzos de la
guerra: “Propaganda tended to depict women as guardians of the home,
their gentle nature and vulnerability making them both objects of men’s
affections and victims of the enemy’s barbarous acts, and yet also as
resilient, active participants in the war effort.[3]” . Los hombres
acudían a la guerra para defender el honor y la forma de vida, para
proteger, pues, a sus mujeres y niños, y las mujeres guardaban el hogar
al tiempo que se incorporaban a los esfuerzos bélicos en el ámbito de la
producción. Fox se ocupa especialmente de analizar el rol de las
mujeres ilustrándolo con los carteles publicitarios y no tanto con los
discursos generados en otros ámbitos no tan circunscritos a la
propaganda de guerra. Sin embargo, ya en la la I GM los medios de
comunicación de masas formaban parte de un sistema complejo de
propaganda que abarcaba los ámbitos de la publicidad, el ocio, la
educación y la información[4].
Tradicionalmente la imagen de la mujer en
el capitalismo ha venido asociada a imágenes que estereotipaban el
papel que en cada momento se necesitaba potenciar para esta parte de la
población. Los valores adscritos al género femenino cumplían y cumplen
una función clave en la reproducción del conjunto de los valores
hegemónicos que sostienen el capitalismo. De ahí que la propaganda de
guerra se ensartara en ese sistema general de representaciones de la
vida cotidiana.
En la cultura de masas contemporánea los
estereotipos básicos que han predominado serían tres. El crítico de cine
Romá Gubern hablaba en 1984 de dos de ellos que respondían a las
necesidades sectoriales “de los rectores y gestores de la cultura
mosaico masmediática”[5], por un lado la “Gran Tentadora del hombre”. Un
estereotipo que proviene de la cultura judeo-cristiana de carácter
patriarcal y que lleva implícita la culpabilidad de la caída o la
pérdida de la felicidad. Asociado a este mito estaría el arquetipo de
“la casta Susana” que se situaría en el otro extremo del eje
representacional mostrando a la mujer sumisa, vulnerable y dependiente.
El otro estereotipo básico de la cultura de masas provendría de la
producción europea y sería el de la “mujer pérfida, prepotente y
castradora”. Según este autor “Entre estos dos polos, entre la mujer
ofrecida y deseada (Susana) y la mujer fálica y antagónica (Wanda), se
mueven los sueños y ensueños de las fabulaciones fantásmáticas de la
cultura de masas, generada por el universo representacional masculino, y
que como puede verse jamás ofrecen relaciones democráticas o
simétricas”[6]
Cada una de estas dos coordenadas básicas
tendría un conjunto de roles asociados que son explotados por la
propaganda de guerra. El papel de la mujer sumisa y vulnerable se
despliega en su máxima expresión en las contiendas bélicas pasando a
ser la “víctima”. Pero también la mujer pérfida y castradora cumple su
papel con la culpabilización de los que renuncian a la guerra o se
muestran indecisos.
Junto con ambos estereotipos básicos
habría que señalar un tercero que concentraría la imagen de la nueva
mujer integrada en la modernidad desempeñando cualquier papel
tradicionalmente masculino, en la empresa, en el ámbito político o en el
militar. Adquiere así el papel de heroína capaz de desempeñar cualquier
rol incluso de forma simultánea, muy alejada de la heroína clásica
cuyas actividades se dan en la retaguardia.
La imagen de “víctima” se funde con la de heroína. Cambiar algo para que nada cambie
La incorporación masiva de la mujer al
ejército y el desarrollo de las nuevas formas de guerra en las que los
medios de comunicación que constituyen dispositivos fundamentales,
inauguran, aparentemente, un nuevo rol para la mujer que antes estaba
reservado a los hombres el de “héroe”. La irrupción de la mujer en el
ámbito de la guerra, no como parte de la sociedad civil que la colocaba
en el mismo nivel de víctima que los niños o los ancianos, sino en tanto
que mujer-soldado, implica una transformación de su imagen mediática,
es decir, se transforma su imagen clásica de víctima.
La mujer irrumpe en un espacio hasta este
momento reservado a los hombres, es un espacio público, el espacio de
la confrontación. Pero en ese nuevo rol, que aparentemente la equipara
al masculino, es sólo apariencia, como sostiene Deepa Kumar (2004)[7] en
el análisis de la historia de la liberación de la soldado Jewssica
Lynch en la guerra de Iraq, la narrativa que se construyó a raíz de su
liberación en un momento en el que las cosas no iban bien para EEUU
permitió convertirla en un símbolo de la actitud civilizada de Occidente
hacia las mujeres, justificando el argumento de que EEUU estaba
liberando a la población de Iraq. Es decir, la historia sirvió de
fundamento al objetivo de la propaganda de guerra.
Esta historia, junto con la mentira de
las incubadoras, en la primera guerra de Iraq (1991) de la que se
construyó la imagen de la mujer testigo (la hija del embajador
kuwaití en EEUU) se insertan en la doctrina de la guerra por motivos
humanitarios y funde el rol de la mujer víctima con el de la mujer
heroína.
Efectivamente, el rol fundamental de la
mujer en los relatos bélicos clásicos ha sido el de víctimas de forma
que el hombre pudiera tener la oportunidad de desarrollar su papel de
héroe salvador. Kumar cita a Susan Jeffords (1991) en su análisis de la
narrativa acerca de las víctimas en lo que denomina “escenario de
protección”, para esta autora habría tres actores en este escenario “la
víctima/a proteger”, el “villano” del que hay que protegerla y el
“héroe/protector”. Este esquema se puede visualizar nítidamente en la
primera guerra de Iraq, también en la guerra contra Afganistán y en la
guerra de ocupación de Iraq del 2003. A él habría que añadir el de la
mujer instigadora (Linda Grant De Pauw, 1998) que perteneciendo al grupo
del hombre que va a la guerra le sirve de inspiración en la lucha o le
castiga o le culpa si no va a la guerra.
En estos mitos clásicos subyace la
cosificación de la mujer, una representación que sustituye al ser humano
y le hace moldeable en función de los intereses en juego. En el nuevo
arquetipo, la mujer se convierte aparentemente en sujeto activo. Pasa al
espacio de lo público-político en su expresión más extrema, la guerra.
Para algunos movimientos feministas esta
irrupción en el espacio tradicionalmente masculino implicaría un
empoderamiento femenino que, junto con su participación efectiva en el
campo de batalla, sería un paso hacia su liberación. La realidad, como
señala Kumar es que el nuevo rol de las mujeres ocupando puestos de
poder en el ejército emerge de la negación de su feminidad (Kumar, 298),
y el caso de J. Lynch (víctima/heroína) en tanto construcción mediática
y militar al servicio de un objetivo de propaganda, refuerza las
nociones patriarcales de feminidad. Además, este tipo de historias son
la base de los argumentos pro-guerra emocionales. La elección de la
mujer como heroína sirve también para demostrar la superioridad de la
civilización occidental, “For over two centurias, colonial and
imperialist nations have justified brutal wars through the logia of
“liberation”, “protection” or “humanitarianism” (Kumar, 2004; 310).
Sin embargo, en la nueva concepción de la
guerra, como señalé anteriormente, conviven ambos imaginarios. No se
abandona el papel de víctima que suministra las razones para la guerra
pero ahora tendrá nombre y apellidos, por ejemplo el caso de la niña
pakistaní Malala Yousafza, o se identifica con un grupo cultural o
étnico específico. Frente a la mujer abstracta la mujer árabe o las
mujeres de los disidentes en Cuba y Venezuela. Anteriormente las mujeres
kosovares víctimas de la limpieza étnica, luego las mujeres afganas y
paquistaníes sometidas por los talibanes, las mujeres liderando las
llamadas revoluciones árabes, o las madres y esposas cubanas y
venezolanas asumiendo la causa de sus maridos.
La mujer en la propaganda de las “nuevas guerras humanitarias”
El formato de las guerras ha cambiado y
con él las formas en las que la propaganda utiliza la representación de
la mujer. En las llamadas guerras de cuarta generación las corporaciones
mediáticas adquieren un papel hegemónico y la “venta” de las acciones
de guerra se adapta a los nuevos formatos y los nuevos contextos
geográficos. La liberación de la mujer como paradigma de “sujeto-objeto
oprimido” junto con el discurso del empoderamiento serán el leitmotiv
de las nuevas intervenciones humanitarias. En ambos casos los discursos
siguen tributando a la imagen de un Occidente civilizado frente a un
mundo colonial bárbaro: liberar a las mujeres y convertirlas en sujetos
activos de su propia liberación. En cierta forma las transforma en
agentes inconscientes al servicio de intereses ajenos.
Las nuevas intervenciones humanitarias
necesitan de un mayor protagonismo del ámbito de intelectuales y
artistas que son los replicadores y difusores de las imágenes adecuadas.
Para Jean Bricmont, a partir de la guerra de Yugoslavia en 1999 se
genera una cohorte de clero secularizado que se pone al servicio de la
propaganda de guerra favoreciendo la ingerencia apoyándose en claves
morales. Según Bricmont, la propaganda bélica se habría movido en dos
direcciones: a) lo que llama el imperialismo humanitario, que se apoya
en creer que nuestros “valores universales” (la idea de libertad,
democracia) nos obligan a intervenir en cualquier lugar. Sería una
especie de deber moral (derecho de injerencia); b) el “relativismo
cultural”, que parte de que no hay costumbres buenas o malas. Los
valores universales (occidentales) en relación a la “liberación de la
mujer” suministrarán las coartadas para las intervenciones en el mundo
árabe musulmán. Pero paradójicamente, una vez implantado el gobierno
adecuado, será el relativismo cultural el que justifique la vuelta a la Sharia
como fuente de derecho en Afganistán y Libia o la promoción de leyes
restrictivas para las mujeres en el caso de Túnez con el partido
islamista Ennahda en el poder.
También Chomsky en El nuevo humanismo militar. Lecciones de Kosovo
analiza que el presidente Clinton justificó los bombardeos de la OTAN a
la República Federal de Yugoslavia para detener la limpieza étnica y
“devolver la estabilidad a Europa oriental” (Chomsky, 2002) La guerra se
vendió para propiciar los valores occidentales de libertad y democracia
convirtiéndose, en palabras de Clinton en “una guerra justa y
necesaria”. Cyril Capdevielle en su artículo sobre la guerra de la
información señala que un documento desclasificado por el Archivo
Nacional de Seguridad, daba cuenta de que ya en el 2003 había una
estrategia del Pentágono para controlar la información que iba desde la
guerra electrónica a la intoxicación masiva de los medios, pasando por
la “guerra a Internet” y múltiples operaciones psicológicas. Un nuevo documento desclasificado del 2006
volvía a señalar la importancia de las Operaciones de Información que
debían ser complementarias de las fuerzas aéreas, terrestres, navales y
de las fuerzas especiales[8].
No cabe duda de que en estas particulares
formas de control de la información la representación de la mujer que
hicieron los medios en estos conflictos fue una de las claves de la
intoxicación informativa, lo cual no quiere decir que no se apoye en
elementos de verdad que son la base para la instrumentalización de los
estereotipos de género (lo veremos más adelante).
Especialmente en el caso de la guerra
contra Afganistán la campaña previa a la intervención fue muy prolífica
en imágenes que sintetizaban magistralmente el relato de la necesidad de
la intervención humanitaria. Mujeres cubiertas con el burka completo,
sentadas y en actitud pasiva, rodeadas por uniformes y hombres armados a
los que tampoco se les ve la cara, mujeres cubiertas retratadas por la
espalda llevando de la mano a niños, ojos de mujeres enjaulados en la
ventana de su burka… todas ellas inundaron los medios, las redes
sociales, Internet, artículos académicos convirtiéndose en un grito
desesperado hacia las poblaciones occidentales para justificar la
intervención. Por un lado se reafirmaban los valores universales
respecto de las mujeres, aparentemente asumidos y defendidos por
Occidente frente al mundo musulmán, por otro se suministraban los
principales argumentos para apoyar el esfuerzo de guerra.
En el artículo de Julien Levesque publicado en Global Reserch “From Afghanistan to Syria: Women’s Rights, War Propaganda and the CIA”[9],
esta autora nos señala que el caso de las mujeres afganas ha sido
utilizado por Estados unidos y sus aliados para legitimar la
intervenición con el objetivo real de defender sus propios intereses. En
octubre del 2001
“Western
heads of state, UN officials and military spokespersons will invariably
praise the humanitarian dimension of the October 2001 US-NATO led
invasion of Afghanistan, which allegedly was to fight religious
fundamentalists, help little girls go to school, liberate women
subjected to the yoke of the Taliban”[10].
Como sabemos fue Estados Unidos quien en
1996 instauró el régimen Talibán e Afganistán lo que dio lugar al en
1996 a una supresión de los derechos de las mujeres.
Como afirma Levesque los Estados Unidos destruyeron la educación secular en Afganistán.[11] Es más gastaron ingentes cantidades de dinero para favorecer la educación religiosa en las escuelas:
“Los libros de texto publicados en
las principales lenguas afganas Dari y pashtún, se desarrollaron en la
década de 1980 bajo una subvención de ayuda a la Universidad de
Nebraska-Omaha y su centro de estudios de Afganistán. La Agencia (AID)
gastó $ 51 millones en programas de Educación de la Universidad en
Afganistán desde 1984 a 1994.” (Washington Post, 23 de marzo de 2002)
Es interesante cómo esta misma autora
recoge imágenes de la vida cotidiana de las mujeres afganas antes del
ascenso de los talibanes. En ellas, como vemos, la representación de las
mujeres encajaba perfectamente en los estándares occidentales y en la
política soviética respecto a la educación y la igualdad entre mujeres y
hombres. Vemos en ellas a mujeres universitarias compartiendo reuniones
y grupos de estudio, paseando por Kabul luciendo minifaldas. Pero estas
imágenes fueron borradas de todos los relatos sobre Afganistán, incluso
de aquellos más críticos que traban de contextualizar con más detalle
la situación del país. Para que funcionara la propaganda bélica ninguna
imagen disonante podía salir a la luz.
En 1979, señala Levesque que hay una
directiva del president Carter de ayuda encubierta a los opositores al
régimen con la finalidad de socavar la influencia soviética. Es decir,
la guerra encubierta utilizando la ayuda económica para incidir en las
mentalidades. La operación encubierta tuvo bastante éxito como sabemos.
El propio asesor estadounidense Zbigniew
Brzezinski en una entrevista en 1998 señala que la causa de la
destrucción de Afganistán como nación está precisamente en esta
directiva presidencial[12]. También Carol Stabile y Deepa Kumar[13]
analizando la atención de los medios de comunicación estadounidenses y
los discursos presidenciales del momento en relación a las mujeres y los
niños en Afganistan responde a un tratamiento cínico e interesado cuyo
objetivo fue el servir de pilar ideológico mediante el cual las élites
vendieron a la población la guerra. Además señalan, se dio visibilidad a
las mujeres precisamente en una sociedad tan sexista como la
estadounidense apoyándose en las dos narrativas tradicionales que dieron
fuerza retórica al discurso imperial: el escenario de protección y el
Orientalismo.
La mujer empoderada liderando “primaveras”
En estos momentos la historia parece
repetirse para el caso de Siria donde podemos encontrar, no sólo la
misma estrategia de alimentar el conflicto interno apoyando a los grupos
yijadistas (Chossudovsky[14])
sino que surgen gran cantidad de páginas web, ongs que difunden a
través de las redes sociales e Internet las “peticiones de las mujeres
sirias” respecto a una “transición y reconciliación”[15]
Por supuesto la USAID participa promoviendo los encuentros de las
mujeres sirias a las que recomienda se unan en su trabajo, en una agenda
común que las haga más poderosas. [16]
En enero del 2013 en lo que ellos llaman el aniversario de la
“revolución siria” se organizó un encuentro del que surge la
articulación y creación de una estructura en red de grupos de mujeres a
las que se alienta a tener un papel relevante en la “transición siria”
No sólo EEUU a través de USAID sino sus socios europeos, concretamente
en este caso el Olof Palme International Center Se crea la Red de mujeres por la democracia con patrocinio de U.S. Department of State’s Office of Global Women’s Issues. Y se presentan en Qatar como “We,
a diverse group of Syrian women, gathered to discuss the role of women
in Syria’s transition to a peaceful democracy bound by the rule of
law…will seek to establish an independent and inclusive women’s
network.” En este caso, el giro discursivo supondrá una
redefinición del rol de la mujer con una función clara de desplazar la
imagen negativa y deslegitimada de los grupos disidentes en el exilio.
Sin embargo esta representación
de la mujer en los conflictos como figura de consenso que despierta más
simpatías y funciona mejor de cara a conformar una opinión pública
favorable a los cambios de gobierno, lleva años operando para el caso de
Cuba y más recientemente también para la desestabilización en
Venezuela.
En los conflictos denominados eufemísticamente guerras de baja intensidad,
los medios al servicio de la propaganda de guerra ensartan sus
representaciones de la mujer en las representaciones tradicionales de
estos países. Así tenemos que en el caso de Cuba y por contraste con el
caso de Oriente se da un juego con el imaginario de la mujer caribeña en
un doble sentido: liberación respecto de la prostitución y
empoderamiento como sociedad civil capaz de rebelarse. El caso de la blogera Yoani
o el de las Damas de Blanco son construcciones estereotipadas al
servicio del discurso del “protagonismo de la sociedad civil” liderada
por las mujeres.
La explotación mediática de estos
estereotipos se adapta al contexto del conocimiento europeo y
estadounidense y a los objetivos de la intervención. Así la condición de
la mujer en estos países es irrelevante, se suprimen del discurso todos
aquellos datos que pudieran entrar en contradicción con la imagen de
una mujer que sufre con mayor rigor la represión o la falta de
libertades. También esta representación queda desgajada del resto de las
condiciones que vive la población cubana. Especialmente en Cuba
cualquier representación que reflejara mínimamente la condición social
de la mujer quitaría relevancia a la función propagandística negativa
que ha de cumplir la imagen de la mujer que se construye como arma de
propaganda contra el gobierno:
“..la fuerza de un estereotipo, su acogimiento y uso como concepto comunicativo, se mide en relación directa al grado en que éste es percibido por sus oyentes como representación válida de la realidad” (Robyn Quin).
Los intentos recientes de derrocar al
gobierno legítimo de Venezuela han puesto en marcha una campaña de
propaganda similar a la de Cuba. Según Cubainformación
“Pareciera que la
CIA intenta en Venezuela clonar a una de sus criaturas creadas para
Cuba: las llamadas Damas de Blanco. Lilian Tintori, esposa del líder
derechista venezolano detenido, Leopoldo López, sería el exponente
principal de esta operación […] Hace unos días, hacía un llamada en los
medios “a la unidad de las mujeres venezolanas que marchan por las
calles” que “no quieren más violencia, sangre, ni muertos”. Curioso. Nos
habla de paz en Venezuela quien dice llevar el mensaje de su esposo,
Leopoldo López”[17]
De modo similar, la imagen violenta de la oposición al gobierno de Nicolás Maduro
intenta ser contrarrestada por la imagen amable de su joven esposa que
se manifiesta pacíficamente pidiendo “un cambio de gobierno”. En este
caso, la condición social de las mujeres venezolanas que se presentan
liderando el movimiento también desaparece de la escena. Deducir que se
trata de mujeres de extracción social alta que han visto afectados sus
intereses de clase por las políticas sociales del gobierno venezolano
entraría en contradicción con la propaganda elaborada, de modo que la
imagen construida a través de las fotografías y los discursos pierde
todo rasgo contextual.
Mujeres vestidas de blanco sin ningún
rasgo en el vestir que delate su condición social. Fotografiadas con
flores y palomas tratando de forzar mediante la simbología más simple la
construcción de una imagen de paz y diálogo. La función principal de
estas representaciones será sustituir el estereotipo clásico de la
disidencia interna.
El estereotipo anterior prioritariamente
masculino jugaba igualmente con la simplificación pero en el campo de
los contenidos políticos y generaba dudas y cuestionamientos
relacionados con la confrontación de ideologías. La construcción de la
imagen de la disidencia cubana ha tenido serias dificultades por la
evidencia objetiva de ser una realidad muy marginal. Sin embargo, las
construcciones recientes utilizando la imagen de la mujer parecen estar
dando mejores resultados ante la opinión pública europea y
estadounidense.
Si los estereotipos son tan eficaces como
propaganda de guerra es porque una de sus principales funciones es la
de fundamentar o legitimar nuestras opiniones sobre “los buenos y los
malos”; organizar las informaciones que se vayan produciendo (que se
ensamblarán en estos marcos de referencia) a modo de sistema cognitivo
selectivo y reforzar nuestros prejuicios que se convierten en “el
sentido común evaluativo” de un gobierno.
Siguiendo a Robyn Quin,
“un estereotipo es una representación repetida frecuentemente que convierte algo complejo en algo simple. Es un proceso reduccionista que suele causar, a menudo, distorsión porque depende de su selección, categorización y generalización, haciendo énfasis en algunos atributos en detrimento de otros”.
Esta definición nos permite entender la
utilidad del hábil manejo de la representación de la mujer en los
conflictos y su necesaria estereotipación. El estereotipo cumple la
función ideológica de demonizar al gobierno al que se ha declarado
enemigo y tiene una relación muy estrecha, en los casos que analizamos,
con la difusión e implantación de la ideología liberal.
Las imágenes que se difunden a través de
los medios, ya sea la de una bloguera o la de una Dama de Blanco
manifestándose, estarán llenas de connotaciones negativas hacia Cuba
derivadas de la ideología liberal respecto a la libertad de expresión,
por ejemplo. Así mismo la ideología anticomunista permitirá explicar la
represión de las “manifestaciones pacíficas” sobre la base del
imaginario preconstruido del comunismo como régimen totalitario y sin
libertades.
El caso específico de las Damas de Blanco: una imagen con mucha munición
El caso de las damas de blanco emerge
como una construcción propagandística con dos ejes articuladores: el
pacifismo (para contrarrestar la imagen negativa de las campañas
estadounidenses contra Cuba y Venezuela) y los valores humanitarios. En
el caso concreto de Cuba hay dos representaciones de la mujer que
funcionan como propaganda de guerra: la bloguera Yoani (joven y
tecnológica) que se convierte en el caso típico (Zizek) generalizable de
la situación de los jóvenes cubanos y las damas de blanco (madres y
esposas) que se dirige a cambiar el imaginario sobre la “disidencia
cubana”.
La función instrumental de estas
representaciones puede analizarse en función de los efectos de
penalización del gobierno cubano y del venezolano en tanto que países
comunistas, es decir, una reconstrucción del estereotipo del comunismo como dictadura.
La imagen de la mujer que toma el testigo de sus esposos o hijos frente
a la represión de las dictaduras ya contaba con antecedentes en el
contexto latinoamericano: Las Madres de la Plaza de Mayo. De
modo que conformar una imagen con alto poder connotativo específico en
relación a los gobiernos latinamericanos no ha sido demasiado
complicado.
Al mismo tiempo, la inversión
causa-efecto propia de los estereotipos se cumple en ambos casos. Las
actuaciones de los gobiernos cuando se producen manifestaciones de estas
mujeres les coloca en la tesitura de o bien renunciar a sus funciones
de garantizar el orden social o de ser estigmatizados como “gobiernos
totalitarios”. En el primer caso, las mujeres que se manifiestan son
“duramente reprimidas” por la policía cubana aunque las imágenes no
reflejen dicha brutalidad, el texto que acompaña a estas imágenes así
lo califica. La inversión se produce porque la causa de las detenciones
no es la realización de ningún acto ilegal –en muchas ocasiones
promovido por una potencia extranjera- sino que es la propia naturaleza
del gobierno cubano o venezolano (represivos) lo que explica las
detenciones.
Por contraste, las imágenes inmaculadas
de las mujeres contribuyen a la demonización de los gobiernos cubano y
venezolano. Los continuos intentos, especialmente en Venezuela, para
crear foros de diálogo con la oposición y favorecer la utilización de
los cauces institucionales, son constantemente negados por las imágenes
de los medios. Al mismo tiempo, frente a la imagen esterotipada, ya
habitual, de las manifestaciones con gran carga de violencia de las
poblaciones latinoamericanas –por ejemplo las más recientes en Chile o
en Brasil-, los medios lanzan un doble mensaje asociado a la condición
de madres y esposas de las mujeres: la paz y el diálogo.
Otro de los aspectos que refuerza la
eficacia de la imagen de la mujer como nueva representación de la
“oposición” es la posibilidad de conseguir un reconocimiento
internacional. La concesión de los premios Sajarov a las Damas de Blanco
cubanas, o los premios de periodismo a Yoani proyectan una imagen
“homologada” de la protesta social en Cuba. Protestas “pacíficas” -y
colateralmente su vínculo con lo “religioso”- son dos imaginarios de
consumo interno de las poblaciones europeas y estadounidenses que
además, enlazan subliminalmente con las campañas institucionales contra
la violencia de género.[18]
Al
igual que ocurre para los casos de las llamadas primaveras árabes, la
oposición encabezada por mujeres permite más fácilmente apelar al
sentimiento de la ayuda, es decir, la intervención. Son las propias
mujeres como representantes de la oposición quienes piden la
intervención extranjera[19]. Sobre
una imagen de la nueva líder de las Damas de Blanco, Berta Soler, una
mujer negra que aparece vestida de blanco inmaculado y con una flor en
la mano, aparece el titular “Berta Soler pide “mano dura” con el
gobierno de Cuba”. De la misma forma que en los casos de Siria por
ejemplo, los refugiados son los que pedían la intervención de la OTAN.
Mientras que la imagen tradicional de la “oposición” no podía
permitirse el llamamiento a la intervención extranjera, quedaba
constreñida a su papel de denuncia, el imaginario, tan potente, de la
mujer como símbolo de paz permite este tipo de llamados.
A modo de cierre
Estudiar las nuevas representaciones de
la mujer en la propaganda de las guerras encubiertas nos ayuda a
entender cómo funciona el nexo entre la imagen y la ideología. Si como
dice V. Dijk las “ideologías se relacionan con los sistemas de ideas y
especialmente con las ideas sociales, políticas o religiosas que
comparte un grupo o movimiento” y “no sólo dan sentido al mundo (desde
el punto de vista del grupo), sino que también fundamentan las prácticas
sociales de sus miembros” el manejo y control de la “imagen de la
mujer” en relación a los conflictos bélicos constituye una pieza clave
de transmisión ideológica y de motivador del posicionamiento en relación
a determinado conflicto.
Consideradas las ideologías como
“sistemas básicos” de creencias, habría un conjunto de creencias más
específicas que se organizarían a su alrededor, es decir, los prejuicios
y actitudes negativas hacia Cuba y Venezuela que se ensamblarían en el
conjunto de creencias compartidas por las poblaciones estadounidenses y
europeas. De ahí que el cambio de roles de la mujer en estos contextos
haya provocado también una reconfiguración de la utilización de las
imágenes de las mujeres en los conflictos.
Una pregunta que no deberíamos dejar de
hacernos respecto a la función que cumplen estas representaciones es a
quién benefician y a quién perjudican y en qué grado. Las
representaciones estereotipadas pueden utilizarse para estigmatizar y
convertir en una amenaza al grupo que es representado, pero en el caso
de la imagen de la mujer como propaganda de guerra el grupo que queda
estigmatizado y al que se quiere “demonizar” suele ser un gobierno, un
sistema como en el caso del comunismo en la guerra fría, o determinadas
políticas.
Bibliografía
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………
Notas
[1] Con el adjetivo de mediático no
pretendemos más que una distinción analítica respecto del término
genérico Capital. En realidad no hay un capital industrial, un capital
financiero, o un capital mediático, se trata de distintas formas en las
que se concreta el proceso de acumulación, y todas ellas son formas
entreveradas pues no hay corporaciones que se dediquen única y
exclusivamente al área de los medios y la mayoría de las empresas, sobre
todo las grandes, invierten importantes sumas de dinero en estas áreas.
[2] Jo Fox, Women in World War One Propaganda,http://www.bl.uk/world-war-one/articles/women-in-world-war-one-propaganda
[3] “ La propaganda tendía a representar a
las mujeres como guardianas del hogar, su naturaleza amable y su
vulnerabilidad las hacía doblemente objetos de los afectos de los
hombres, por un lado como víctimas de los actos bárbaros del enemigo y
también en la medida en que se quedaban en el hogar, participantes
activos de los esfuerzos de guerra.”
[4] También se suele señalar el papel de
la prensa norteamericana durante la guerra hispano-americana
especialmente con el caso del magnate Randolph Hearst, propietario del
New York Journal comenzaba a dar indicios de constituir un sistema más
integrado con la política internacional.
[5] R. Gubert, Estereotipos femeninos en la cultura de la imagen contemporánea; Análisis, nº 9, 1984, 33-40
[6] op.cit, p. 35
[7] Deepa Kumar, War propaganda and the
(ab)uses of women. Media constructions of the Jessica Lynch story;
Feminist Media Studies, Vol. u, No. 3, 2004)
[8] Cyrille Capdeville, La Guerra de la
información, «The importance of dominating the information spectrum
explains the objective of transforming IO into a core military
competency on a par with air, ground, maritime and special operations»).
[10] ”.Los jefes de Estado occidentales,
funcionarios de Naciones Unidas y portavoces militares han alabado la
dimensión humanitaria de la invasión de Afganistán. Supuestamente se
debía luchar contra los fundamentalistas religiosos, ayudar a las niñas a
ir a la escuela y liberar a las mujeres sometidas al yugo de los
talibanes”
[11] The number of CIA sponsored religious schools (madrassas) increased from 2,500 in 1980 to over 39,000 [in 2001]. (I
[12]http://www.globalresearch.ca/articles/BRZ110A.html
[13] Profesoras de la Universidad de
Wisconsin y Rutgers en Unveiling imperialism: media, gender and the war
on Afghanistan, Media, Culture & Society © 2005 SAGE Publications
(London, Thousand Oaks and New Delhi), Vol. 27(5): 765–782
[14] Michel Chossudovsky, Syria: Women’s
Rights and Islamist Education in a “Liberated” Area of Aleppo, Global
Research, March 27, 2013.)http://www.globalresearch.ca/syria-womens-rights-and-islamist-education-in-a-liberated-area-of-aleppo/5328510
[15]http://www.wdn.org/news-events-press-center/events/women-demand-role-syria%25E2%2580%2599s-transition-and-reconciliation
[16] In her remarks, Carla Koppell,
senior coordinator for Gender Equality and Women’s Empowerment at the
United States Agency for International Development, advised, “If the
most diverse group of women can find a common agenda, it will have
enormous strength.”
[17] Cubainformación, “La CIA intenta clonar las Damas de Blanco en Venezuela”,http://www.cubainformacion.tv/index.php/objetivo-falsimedia/55287-ila-cia-intenta-clonar-a-las-damas-de-blanco-en-venezuela
[18] El País, Cuba detiene a 70 Damas de Blanco en vísperas de la visita del papa, 18/03/2012http://internacional.elpais.com/internacional/2012/03/18/actualidad/1332105094_812293.html
[19] El País, Berta Soler pide “mano dura” con el gobierno de Cuba; 1/o5/2013http://internacional.elpais.com/internacional/2013/05/01/actualidad/1367361654_823778.html
*Este texto fue presentado por la Dra. Ángeles Diez en la inauguración del XI Encuentro Iberoamericano de Género y Comunicación,
en La Habana, el 28 de mayo de 2014. El encuentro, que sesionará hasta
el próximo viernes, es organizado por la Unión de Periodistas de Cuba
(UPEC), la Federación de Mujeres Cubanas (FMC) y la Asociación Cubana de
Comunicadores Sociales (ACCS).
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