Por: Maria Carla González
Santo Padre, los cubanos hemos sufrido un
brutal bloqueo genocida que ha arrebatado vidas inocentes y ha puesto a
prueba nuestra capacidad para subsistir dignamente. Hemos sufrido el
dolor de nuestros hermanos presos injustamente en cárceles
estadounidenses, el suyo y el de sus familias. Hemos resistido
agresiones militares como la invasión a Playa Girón. Hemos sido víctimas
de actos terroristas como la explosión en pleno vuelo de un avión que
transportaba jóvenes inocentes. Hace casi 40 años que los lloramos, pero
también exigimos que se les haga justicia. Todavía se pasea impunemente
por las calles de Miami el responsable de tal atrocidad, Posada
Carriles, ese abominable ser que no merece llamarse Hombre.
Santo Padre, aún así, conservamos nuestra
alegría, nos levantamos y perseveramos en la construcción de un
proyecto esencialmente Humanista, donde la justicia social sea ley.
Santo Padre, sus palabras nos consuelan e
impulsan a permanecer firmes en nuestras convicciones revolucionarias
en el camino hacia la vida eterna, no importa cuánto intenten
doblegarnos con violaciones a nuestros derechos humanos como el bloqueo o
la prisión de Los Cinco luchadores antiterroristas, no importa el odio
de aquellos que pretenden separar a los cubanos. Nada de esto importa
cuando se tiene Fé y Esperanza.
Con la Alegría del Evangelio en el alma,
los cubanos nos levantamos contra toda injusticia donde quiera que esta
se encuentre como el Genocidio en Gaza y el sufrimiento del pueblo
Palestino y perseveramos en nuestra voluntad de solidarizarnos con los
pobres de la Tierra, llevando con alegría y valentía nuestra sabiduría
en materia de educación, deporte y salud. Los cubanos somos
cooperativos, somos gente sensible y por sobre todo Humana, no nos
importa el peligro a la muerte cuando urge el deber de salvar vidas
inocentes, como una vez lo demostró nuestra lucha contra el Apartheid y
ahora lo demuestra nuestra desinteresada cooperación médica para
enfrentar la epidemia del Ébola, todo ello a cientos de miles de
kilómetros de la isla en que vivimos, en pleno suelo africano, donde
solo dejaremos nuestra voluntad, nuestra sangre y nuestro sudor sin
extraer nada a cambio, no buscamos riquezas, no intentamos hacer
prevalecer ningún tipo de poder solo intentamos ayudar al prójimo acorde
a los principios cristianos y martianos, tal como nos ha enseñado
nuestro Fidel.
Gracias, Santo Padre por sus sabias
palabras. Rezamos por usted, un Hombre Bueno en este mundo corroído por
el desenfreno del capital.
Dios bendiga nuestras almas.
Dios bendiga nuestras almas.
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