espués de la aplastante derrota de su Partido en las elecciones de medio término el 6 de noviembre, el presidente Barack Obama parece decidido a gobernar, al menos en el tema migratorio.
Sin ir a las causas que llevan a que los mexicanos busquen cruzar la frontera desde un campo arrasado por el Tratado de Libre Comercio con EE.UU.
que ha abierto ese país a las producciones subsidiadas de los
agriculotres norteamericanos y han convertido en empleo atractivo para
los jóvenes el sicariato y el narcotráfico, el hombre del “Yes, we can”
ha podido -o más bien intentado- algo.
Cerrando más la frontera Sur y sin dejar
de hacer honor a los que lo han denominado “deportador en jefe”, Obama
ha decidido desafiar a los Republicanos que controlan el Congreso y
hacer algo por una parte de los indocumentados que recibirán un permiso
de trabajo por tres años si y sólo si cumplen con tres condiciones:
- Tienen hijos que son ciudadanos americanos o residentes legales
- Llevan más de cinco años en EE.UU.
- Demuestran que no tiene antecedentes delictivos
No se le puede negar inteligencia a las medidas.
Los hispanos que son ciudadanos o
residentes legales votan o votarán y Obama quiere tratar de arrimar los
25 millones de votos hispanos a la candidatura de su Partido en 2016.
La cifra de beneficiarios se calcula en
cinco millones de personas que pagarían impuestos, aportarían legalmente
a la economía estadounidense y reducirían en poco menos de la mitad la
cifra de ilegales a perseguir y deportar.
Obama prometió que “se hará más sencillo
para los inmigrantes con estudios, empresarios y de alto perfil quedarse
y contribuir a nuestra economía” con lo que coopta al sector líder de
la la comunidad hispana.
Las decisiones ejecutivas convertirán a
los republicanos en enemigos de los hispanos para las próximas
elecciones. Los más conservadores ya acusan al presidente de actuar como
un “emperador” y anuncian que intentarán desde el impeachment hasta bloquear el presupuesto federal como hicieron un año atrás.
En su discurso el presidente habló de
“hipocresía” y denunció que “los políticos usan el asunto para asustar a
la gente y obtener votos en las elecciones”. Ayer también fue la
jornada global de solidaridad con las víctimas del crimen de Ayotzinapa.
Además de distraer la atención sobre ella con la expectativa por su
anuncio nocturno, cabe preguntarse si la presidencia de Obama ha
atenuado, o profundizado, las causas que propician una guerra civil en
la mayor fuente de emigración hacia su país y vecino más cercano.
O si se trata de posponer -quizás hasta
después de las próximas elecciones- la explosión de una bomba, sin que
cese la acumulación de material incendiario. Entonces será más grave la
situación que Fidel advirtió hace quince años y Obama parece ignorar:
“Los miles de
millones de pobres que en número creciente habitan este planeta se harán
ingobernables. No habrá leyes de inmigración ni líneas amuralladas que
puedan contenerlos. La propia civilización estará amenazada. Los
políticos, por soberbios e incapaces que sean, tendrán que comprender
que en nuestra época y en nuestro planeta la paz y la cooperación
estrecha entre los pueblos es la única alternativa posible.”
(Publicado en CubAhora)
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