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martes, noviembre 25, 2014

Reflexiones acerca de la caída del Muro de Berlín Por: José Luis Rodríguez

La presencia de las celebraciones por el 25 aniversario de la caída del Muro de Berlín inundaron prácticamente los medios de todo el mundo occidental en las pasadas semanas.
La propaganda desplegada insistió en hacernos ver cómo la población de la antigua RDA había accedido a un mundo de mayores libertades y nivel de vida, luego de una larga noche de frustraciones y calamidades provocadas por el socialismo alemán después de la II Guerra Mundial.

Sin embargo, la historia que se nos cuenta deja fuera de la vista todo aquello que no encaja en la propaganda triunfalista del anticomunismo de nueva data que continúa desplegándose en nuestros días para seguir demonizando a la Revolución Cubana –que tozudamente ha resistido todas las profecías de desaparición- a lo que se añade el ataque a los gobiernos que defienden la alternativa socialista en las actuales condiciones de Venezuela, Ecuador o Bolivia.
Lo cierto históricamente es que la construcción del socialismo en la zona de ocupación soviética de Alemania, que en 1949 se organizaría como la República Democrática Alemana, enfrentó formidables desafíos.
Se trataba del país derrotado en la guerra, que tenía que pagar las mayores reparaciones por el conflicto, muy penetrado por la ideología del fascismo y que resultaba, además, un país dividido.[2] Desde el punto de vista económico, la zona oriental de Alemania solo creaba una pequeña porción de la producción industrial del país y su estructura de propiedad agrícola era latifundiaria, careciendo además, de una base energética propia.
La reforma agraria se dictó en 1945 distribuyó la tercera parte de la tierra agrícola, creándose un gran número de pequeñas parcelas que ocuparon no sólo campesinos, sino también obreros y artesanos repatriados que habían sido desplazados de otros territorios ocupados por los nazis.
La industria fue nacionalizada[3] paulatinamente y además de la confiscación de las propiedades de los nazis y criminales de guerra, figuraban un número elevado de empresas que quedaron bajo administración soviética entre 1946 y 1954 para el pago de las reparaciones de guerra.[4]
En Alemania también se produjo la fusión del Partido Socialdemócrata Alemán y el Partido Comunista Alemán en 1946 creándose el Partido Socialista Unificado de Alemania (PSUA), proceso donde la influencia de la ideología socialdemócrata fue menor a otros casos de Europa Oriental. Posterior a la creación de la RDA funcionaron otros cuatro partidos políticos junto al PSUA: La Unión Democrática Cristiana, el Partido Liberal Democrático de Alemania, el Partido Democrático Campesino de Alemania y el Partido Nacional Democrático de Alemania.[5]
El período de transición al socialismo se inició en 1950, al aprobarse el Primer Plan Quinquenal 1951-55 al que dio continuidad el Plan 1956-60[6]. Parejamente en 1952, se comenzó el proceso de cooperativización agrícola que culminó en 1960.
Desde su creación, este país se vio sometido a una intensa lucha ideológica y a provocaciones contrarrevolucionarias de todo tipo. En ese contexto y producto de errores en la política económica que afectaron los ingresos de los trabajadores, se produjo un estallido social en junio de 1953, que fue abortado por las tropas soviéticas, pero que alertó a las autoridades sobre la alta sensibilidad del proceso político alemán en medio de la guerra fría y de la confrontación con la RFA. Con posterioridad y para frenar las constantes provocaciones y ataques provenientes de Berlín Oeste, se tomo la decisión –sin dudas polémica- de levantar un muro, que a partir de agosto de 1961 y hasta noviembre de 1989, dividió en dos la ciudad.[7]
En los años 60 la reforma económica que caracterizó a los modelos socialistas europeos se llevó a cabo en la RDA tomando muchos elementos similares a la reforma soviética, aunque con algunas características propias.
La aplicación de la reforma y especialmente la elevación de precios que conllevó, puso de manifiesto la irrentabilidad de muchas empresas y creo tensiones adicionales, a lo que se añadieron nuevos cambios en las estructuras de dirección territorial y nacional. A partir de 1967 se rediseñó la reforma, apuntando nuevamente hacia un mayor nivel de centralización, tendencia que se fortaleció hacia 1970 cuando se recortó aún más el poder de decisión empresarial, especialmente en la sensible área de la formación de precios.
Los resultados económicos a partir de la aplicación de la reforma en la RDA mostraron al igual que otros países de Europa Oriental, una tasa decreciente, aunque aquí fue más atenuada. La renta nacional creció como promedio anual un 5,4% entre 1971-75 y en 1981-85 el crecimiento bajó a 4,5%; las inversiones capitales en la economía descendieron hasta un -0,1% en 1981-85, la producción agrícola prácticamente se estancó y mostró un desempeño negativo a partir de 1985.
No obstante, el gobierno de la RDA prestó especial atención al nivel de vida de la población, logrando que el ritmo de crecimiento del ingreso real de la misma se mantuviera entre un 4 y un 5% durante todos estos años. A pesar de todos los esfuerzos, los desequilibrios en el crecimiento económico, el déficit permanente de mano de obra y el desbalance financiero externo[8], llevaron a que la economía no asegurara un crecimiento estable y compatible con el nivel de vida alcanzado, que fue –sin dudas- el más elevado entre todos los países socialistas europeos.
En síntesis, aun corriendo en riesgo de una valoración muy simplificada, a finales de los años 80 la RDA no puede decirse que se encontrara en un proceso irreversible de crisis económica y social producto de graves errores como los cometidos en otros países socialistas europeos. La propia ausencia de fuerzas contrarrevolucionarias que lograran penetrar en la población –como el caso del movimiento Solidaridad en Polonia o Carta 77 en Checoslovaquia- evidenciaba una situación diferente.
Sí hubo en el caso de la RDA que enfrentar la compleja situación de ser parte de una nación alemana, lo que la acercaba histórica y culturalmente a la RFA, al mismo tiempo que debía enfrentar una intensa lucha ideológica y sabotajes de todo tipo por parte de sus enemigos, con un enclave en la propia capital de la nación que permaneció dividida en dos sistemas antagónicos desde la creación del estado socialista alemán.
En ese difícil contexto se cometieron importantes errores. El enfrentamiento del crucial tema de la “identidad alemana”, al cual del PSUA trató de contraponer el concepto de “nación socialista alemana”, fue un error que se percibió por la población como un intento de renuncia a la memoria histórica. A ello se añade el nivel de acercamiento a la RFA a partir de los años 70, que llevó a un punto de dependencia económica significativa de la RDA con relación a la misma, todo ello en medio de una “distención” que redujo la confrontación política y creó confusión ideológica en la población, despertando en ella la admiración por los valores morales y culturales de Occidente, en detrimento de la solidaridad social y de una cultura auténticamente socialista
A los factores internos hay que agregar las causas externas que coadyuvaron a crear una situación más difícil aún.
La guerra fría que se inició en 1946, tuvo una incidencia no tanto en relación al gasto militar total, como en la estructura productiva que debió adoptarse ante la eventualidad de una guerra nuclear, lo que explica en parte también, la tendencia a reproducir estructuras industriales similares en todos los países. Por otro lado, en el caso de la RDA la presencia de miles de soldados soviéticos estacionados permanentemente en su territorio producto de los acuerdos derivados de la II Guerra Mundial, creó una situación muy sensible entre la población.
Adicionalmente la negativa influencia que ejerció la política soviética que subestimó las peculiaridades nacionales presentes en la RDA, alimentando la sensación en su pueblo de subordinación unilateral a los intereses de la URSS, se vio incrementada a partir de la aplicación de la perestroika y la glasnost. Al respecto los testimonios de los últimos dirigentes socialistas de la RDA explican cómo las consignas y los principios de la política exterior soviética ejercieron una influencia negativa sobre la causa del socialismo. [9]
El efecto paralizante sobre los dirigentes alemanes de esta situación llevó a la vacilación y la incertidumbre que condujo finalmente a que se produjera el desmoronamiento del gobierno en noviembre de 1989 marcado por el derrumbe del Muro de Berlín.
La antigua RDA transitó a su absorción por la RFA bajo la presidencia de Hans Modrow ex dirigente del PSUA entre noviembre de 1989 y marzo de 1990. Posteriormente ocupó el cargo Lothar de Maziere, dirigente de la Democracia Cristiana desde marzo y hasta octubre de 1990 en que culmina la unificación de Alemania.
Cabe destacar que con posterioridad a la unificación, fue desatada una sistemática represión contra los antiguos dirigentes comunistas[10]. Esta persecución llevó a la cárcel en 1992 a Erich Hónecker[11] ex Secretario General del PSUA y.también a Egon Krenz[12] que ocupara el mismo cargo en 1989. Ambos fueron acusados de crímenes como gobernantes relacionados con las personas muertas cuando intentaban atravesar ilegalmente el Muro de Berlín.
La transición al capitalismo del territorio que ocupara la RDA –llamado a partir de entonces como el territorio de los nuevos estados federados- ocurrió como la anexión a un país previamente existente, por lo que la política económica aplicada en este caso no fue otra que la vigente en Alemania Occidental. Adicionalmente, la zona este de Alemania recibió cuantiosos recursos no reintegrables para emprender la reconversión, a diferencia de lo que ocurrió en el resto de Europa Oriental.[13]
En este caso el proceso de transformaciones más importante lo constituyó la privatización de la propiedad estatal, la que transcurrió entre 1990 y 1994. Para ello se organizó una agencia estatal especializada (Treuhandanstalt) la que privatizó 14 mil empresas grandes y tramitó la desnacionalización de 23500 en ese período. De este total, 15 mil fueron privatizadas mediante la venta negociada; 4500 fueron restituidas a sus antiguos dueños; 500 fueron absorbidas por otras empresas y 3500 fueron cerradas.[14]
En el proceso de transición jugó un papel decisivo el llamado Pacto de la Solidaridad, mediante el cual se habían transferido hasta el 2009 1,6 billones de dólares a la antigua RDA, con vistas a compensar los desequilibrios entre las economías del oeste y el este alemán y amortiguar el impacto de la transición. Para lograr la equiparación, estos fondos debían asegurar tasas de crecimiento mayores en la zona de la RDA en relación al oeste, pero ese objetivo no se logró en los últimos 25 años. Las tasas de crecimiento de la antigua RDA alcanzaron niveles del 6,2, 8,7 y 8,1% entre 1991 y 1994, pero ese ritmo de crecimiento descendió y de 1996 al 2004 no rebasó el 2% e incluso hubo decrecimientos en el 2001 y el 2003. Esta situación volvió a repetirse posteriormente como consecuencia de la crisis del 2009.
Como resultado de esta evolución, el PIB de la zona este que representaba el 33% del de la RFA en 1991, alcanzaba el 70% de la zona oeste en el 2013, en tanto que la productividad del trabajo llegaba a un 80%, un avance notable que no obstante se mantuvo por debajo de las expectativas y no se correspondió con los recursos asignados con ese propósito.
Por su parte el valor agregado de la producción industrial de los territorios de la antigua RDA representa el 15% del PIB frente al 23% en Alemania occidental y la productividad fabril llega solo al 71%.
Desde el punto de vista social el mayor impacto de la reunificación alemana ha estado en el desempleo. La reestructuración económica llevada a cabo presionó para la eliminación de los puestos de trabajo ineficientes, elevando la tasa de desempleo nominal en esos años hasta el 20%, aunque otros cálculos la situaban entre el 26 y el 32%. Todavía en estos momentos la falta oportunidades de empleo no se ha superado completamente y la tasa de desocupados en los territorios del este alcanzaba el 13,5%, frente a un 7,4% en el oeste a finales del 2010.
De tal modo, la fuerza de trabajo en los llamados nuevos estados federados se redujo en 2,3 millones de personas –una caída del 21%- y entre 1990 y el 2013 emigraron al oeste 1,9 millones de alemanes.[15] Como consecuencia de este éxodo se han demolido 300,000 viviendas desocupadas en la antigua RDA y se demolerán unas 30,000 anualmente hasta el año 2020.
La incorporación de los nuevos estados federados a Alemania ha sido un proceso que comenzó con grandes promesas y al cabo de 25 años muestra importantes cicatrices.
Si bien es cierto que la construcción del socialismo alemán adoleció de importantes deficiencias, propició que la población de la RDA tuviera un nivel de vida digno y estable, sin desempleo y sin necesidad de emigrar para ganarse la vida.
Hoy de aquella nación, cuya memoria se intenta borrar de la historia, es solo una sombra y llama la atención que en una encuesta realizada hace solo unos años el 57% de los alemanes del este aún defiendan la RDA, un sentimiento todavía bastante generalizado a pesar de los años transcurridos desde que cayó el Muro de Berlín.

Notas

[1] Este artículo se apoya en una síntesis tomada del libro del autor “El derrumbe del socialismo en Europa” en proceso de edición por Ruth Casa Editorial y Editorial de Ciencias Sociales.
[2] En septiembre de 1949 se constituyó la República Federal Alemana (RFA) en los territorios anteriormente ocupados por Estados Unidos, Inglaterra y Francia.
[3] El sector socialista de la economía en 1950 sólo participaba en un 56,8% del producto neto del país.
[4] En 1948 las empresas industriales nacionalizadas representaban el 39% del PIB, el sector privado el 39% y las administradas por los soviéticos el 22%.
[5] Si bien estos partidos se subordinaban al PSUA, su existencia obedecía a la necesidad de brindar un mayor espacio a fuerzas que se habían enfrentado al nazismo, pero que no eran comunistas, fenómeno que fue abordado de esta forma solamente por la RDA en Europa Oriental.
[6] La renta nacional creció un 13,1% promedio anual en el primer caso y 7,1% en el segundo.
[7] La presencia del “muro de Berlín” si bien frenó las formas más burdas de penetración enemiga, tuvo un alto costo político para la RDA donde la población lo percibió como un obstáculo para visitar la RFA y eventualmente emigrar al oeste.
[8] La deuda en divisas convertibles de la RDA ya alcanzaba 3,500 millones de dólares en 1976 y aumentó hasta un 16% del PIB en 1989.
[9] En el caso de la RDA existe una valoración de Erich Honecker que sustenta una acusación en este sentido. Ver Honecker “Notas desde la cárcel. Moabiter Notizen” (2006) enwww.civilizacionsocialista.blospot.com/2006/04 y también de Egon Krenz “Otoño de 1989” Editorial Cultura Popular, La Habana 2007.
[10] En Alemania existen disposiciones legales que impiden ocupar cargos públicos a los dirigentes comunistas de la RDA.
[11] Honecker fue excarcelado en 1993 y viajó a Chile donde murió en mayo de 1994.
[12] Krenz cumplió cuatro años de cárcel entre 1997 y el 2003.
[13] Ya en julio de 1990 cuando se aplicó la reforma monetaria, los ciudadanos de la RDA recibieron un marco de la RFA por cada marco de la RDA, lo cual produjo un impacto favorable en la población a partir del mayor poder de compra de la moneda occidental. No obstante, la revalorización de la moneda del este creó condiciones desfavorables para la ya de por sí inferior competitividad de los productos de la RDA en relación a la RFA, al abaratar las importaciones y encarecer las exportaciones.
[14] Ver Zschiesche, Juan (2003) “Reunificación alemana: Aproximación a las consecuencias económicas y sociales para los Länder orientales.” Revista Papeles del Este, Nº5, 2003 en www.ucm.es
[15] Ver Halle Institute for Economic Research (IWH) The Economic Integration of East Germany Halle, 2014 en www.iwh.halle.de

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