Nancy Bravo/El Telégrafo
¡Caramba! Esto resulta tan descabellado,
tan fuera de todo acto lógico y razonable, que hasta parece una broma de
muy mal gusto. Que un premio Nobel de la Paz -nadie sabe en
consideración a qué acto suyo se lo concedieron- vaya por el mundo
metiendo miedo a diestra y siniestra, sin ninguna base legal y ni
siquiera cuidando de pronunciar sus amenazas con algo de sensatez.
Quizás para contentar a los círculos de poder que presionan las
decisiones del presidente Barack Obama, el primer magistrado de la
nación norteña, siguiendo la línea de sus antecesores, por un extraño
proceso de comportamiento, ha terminado convencido de que él, como
gobernante de EE.UU., es el
‘amo, dueño y señor del mundo’. Parece creer, además, que todos los
Estados del orbe deben ceñirse al formato de comportamiento elaborado
por él y que cualquiera de ellos que desobedezca aquel patrón de
conducta será destruido totalmente, luego de haber sido despojado de sus
riquezas, como sucedió con Libia. Quiero
creer que el pueblo estadounidense no está de acuerdo con tales
delirios, pues aquella nación también está conformada por trabajadores
honestos, disciplinados, esforzados y amantes de la justicia y de la
convivencia pacífica entre las naciones, con base en los principios de
igualdad entre los pueblos y de respeto a su soberanía. Pero Obama
parece desconocer estos principios y basta que un pueblo defienda lo que
es suyo y proteja abiertamente su autodeterminación, para que el primer
magistrado en cuestión entre en cólera y profiera una serie de
amenazas. Venezuela es dueña de las mayores reservas de petróleo
probadas del mundo, con 297.000 millones de barriles. ¿Esto apetecen
Obama y los representantes de los sectores de poder de EE.UU.? ¿O es que tal vez lo enfureció la decisión del pueblo venezolano por defender su integridad y su soberanía?
Interviniendo de la manera más descarada
en los asuntos internos de Venezuela, Obama dice que aplicará
diferentes sanciones a siete funcionarios del Gobierno de Venezuela. “La
orden es bloquear las propiedades y los intereses de las personas
mencionadas (…) y bloquearía la propiedad y los intereses de cualquier
persona considerada (…) ser responsable por/o en complicidad de dar la
orden, controlar o de otra manera dirigir, o haber participado en,
directa o indirectamente, cualquiera de los siguientes casos en relación
a Venezuela”, y enseguida señala “actos que constituyen un abuso o
violación seria de derechos humanos, incluyendo contra personas
involucradas en protestas antigubernamentales en Venezuela desde febrero
de 2014; acciones que prohíben, limitan o penalizan el ejercicio de la
libertad de expresión o de asamblea pacífica; o corrupción pública por
funcionarios de alto rango del Gobierno de Venezuela”.
¿Qué pasó? ¿Es que de repente la patria
de nuestro héroe Simón Bolívar y Hugo Chávez dejó de ser libre y
soberana, para adquirir un estatus de colonia de EE.UU.?
Por lo pronto, la Unasur, el pasado sábado 14 de marzo, rechazó la
injerencia del Gobierno de Estados Unidos y le exige derogar el decreto
ley que califica a Venezuela como una “amenaza inusual y extraordinaria
para Estados Unidos”.
Además, reitera el llamado al Gobierno de
Estados Unidos de América para que evalúe y ponga en práctica
alternativas de diálogo con el Gobierno de Venezuela, bajo los
principios de respeto a la soberanía y autodeterminación de los pueblos.
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