Por J.M. del Río
Olvidar la historia viene a ser algo así como hacerle un atentado al futuro. A eso nos invitó, en un momento de pretendida lucidez imperial, el anterior Presidente de los EE.UU., por lo que luego de conocer la inaudita aberración que pretenden revivir un reducido grupo de émulos de Hitler que habitan en el otro Miami[i], me decido a escribir estas líneas para rememorar uno de esos episodios históricos que –con perdón del Premio Nobel de la Paz y Presidente saliente de los EE.UU- no pueden ser borradas de la memoria colectiva del pueblo cubano.
Si usted ha leído los Versos sencillos escritos por José Martí, Apóstol de la Independencia y Héroe Nacional de Cuba, es posible que conozca uno de sus más bellos poemas que dice: Cultivo una rosa blanca/ en junio como en enero/ para el amigo sincero/ que me da su mano franca/ y para el cruel que me arranca/ el corazón con que vivo/ cardo ni ortiga cultivo/ cultivo una rosa blanca.
Pretendiendo apropiarse del concepto recogido en estos versos, que despliegan hermosamente los valores morales que sustentan el pensamiento martiano, un grupo de antiguos elementos batistianos huidos de Cuba al triunfo de la Revolución, fundaron el 28 de enero de 1959 la Rosa Blanca, estructura de carácter terrorista que es considerada como la “organización madre” de la contrarrevolución y el terrorismo contra Cuba desde los Estados Unidos. Su objetivo, según Rafael Díaz Balart, uno de sus ideólogos y principal cabecilla era: “luchar por la recuperación y la libertad de Cuba”.
En la dirección de esta organización figuraba entre otros sicarios, Merob Sosa García, Teniente Coronel del antiguo ejército de Batista y uno de los más connotados asesinos del régimen que cometió incontables crueldades y atropellos, sobre todo torturas y asesinatos a la población civil de la Sierra Maestra y se hizo célebre en aquellos contornos por la costumbre de quemar los bohíos de los campesinos cubanos, como el mismo dijera “con los guajiros dentro”. A partir de enero de 1959 se refugió en los Estados Unidos, donde se vanagloriaba por sus acciones genocidas en la Sierra Maestra. Por tales “méritos” fue designado en territorio norteamericano, jefe militar de La Rosa Blanca, organización terrorista creada para seguir causando daños materiales y humanos al pueblo cubano.
Si usted llega a la conclusión de que en la creación de esa diabólica estructura contrarrevolucionaria, la Agencia Central de Inteligencia de los EE.UU (CIA según sus siglas en inglés), con la anuencia del Gobierno del Presidente Eisenhower, tuvo participación hegemónica, le aseguro que usted ha acertado. No lo dice el que escribe esas líneas. Lo puede usted encontrar en los documentos desclasificados de ese Gobierno.
Traigo a colación este accidente histórico, porque hemos conocido el desnaturalizado y fuera de toda lógica intento del ex congresista Lincoln Díaz Balart, hijo del finado ex personero de la sangrienta dictadura batistiana Rafael Díaz Balart, fundador del referido engendro anti-martiano, de tratar de revitalizar la organización contrarrevolucionaria denominada “La Rosa Blanca”.
Y cómo para “ponerle la tapa al pomo”, hace unos días han proclamado la intención de otorgar reconocimientos a organizaciones y personas que se “hayan destacado en la lucha contra el castrismo”, iniciando ese aberrado periplo con un grupo de los bandidos que se alzaron en las montañas del Escambray y cometieron infinidad de crímenes y fechorías, incluyendo la quema de bohíos, tiendas y escuelas y el asesinato de maestros y humildes campesinos y trabajadores agrícolas.
Dime con quién andas y te diré lo que eres. ¿A quién se le ocurre pedirle al pueblo de Cuba que olvide el pasado? ¿Cómo olvidar estos acontecimientos que colmaron de luto a innumerables familias cubanas e hicieron que nuevamente sonara el clarín llamando al combate y que el pueblo entero se movilizara en defensa de la patria hasta acabar con esa escoria que ahora pretenden revitalizar?
[i] Hemos dicho que en Miami reside una mayoría de cubanos emigrados que mantienen buenas relaciones con su familia y abogan por que EE.UU normalice sus relaciones con Cuba y también existe lo que llamamos “el otro Miami”, integrado por una minoría recalcitrante, anexionista y anti-cubana.
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