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viernes, marzo 02, 2018

¿Cambiará EE.UU. su estrategia fracasada? (III)


Frente a México y Cuba seguía la línea trazada en función de su política interna: migración de mano de obra barata mexicana y la cuestión cubana
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Marco A. Gandásegui, Hijo
opinion@laestrella.com.pa

Este es el tercer y último artículo de una serie sobre la gestión del presidente Trump en su primer año en la Casa Blanca. Había cierta incertidumbre con relación a su política frente a América Latina. Frente a México y Cuba seguía la línea trazada en función de su política interna: migración de mano de obra barata mexicana y la cuestión cubana. Con relación a Venezuela, prima el temor en el ‘establishment' de perder los ricos yacimientos de petróleo.
Aparentemente todo se aclaró a principios de febrero de 2018 con la gira por la región del secretario de Estado, Rex Tillerson. Preparó una adenda a la Doctrina Monroe en preparación de su visita a cinco capitales de la región. El encargado de dirigir las relaciones exteriores de Washington le dio coherencia a los múltiples tuits del presidente Trump. En primer lugar, dejó claro que los principios establecidos por EE.UU. hace dos siglos, estampados en la Doctrina Monroe, están vigentes: el hemisferio occidental le pertenece a Washington.

Le envió un mensaje a China: EE.UU. es el único ‘predador' en la región. Señaló que ‘América Latina no necesita nuevos poderes imperiales. El modelo de desarrollo que ofrece China es una reminiscencia del pasado. No tiene que ser el futuro de este hemisferio'.
En segundo lugar, Tillerson reivindicó el derecho de EE.UU. de intervenir militarmente en la región. El llamado ‘poder suave' de Barak Obama fue engavetado y salió a relucir el ‘poder duro'. ‘En la historia de Venezuela a menudo son los militares (quienes) se dan cuenta de que no pueden servir a los ciudadanos... e intervienen'. Por su lado, el senador Marco Rubio declaró que ‘el mundo apoyaría a las fuerzas armadas de Venezuela, si deciden proteger a las personas y restaurar la democracia mediante la eliminación de un dictador'.
En tercer lugar, el secretario de Estado reactivó la OEA y logró aprobar una resolución diplomática contra Venezuela. Le dejó al Grupo de Lima la tarea de agitar la consigna de la intervención militar en Venezuela.
EE.UU. tiene tres planes de contingencia para deshacerse del proceso revolucionario bolivariano. Plan A: promover un golpe militar desde adentro llamando a un levantamiento del Ejército Bolivariano. Plan B: movilizar los ejércitos de Colombia, Perú y Brasil (con el apoyo logístico de Panamá, Holanda y Argentina) para copar las fronteras venezolanas. Plan C: lanzar a las fuerzas aéreas, navales y terrestres del Comando Sur en un ataque ‘total' contra Venezuela.
En Colombia, EE.UU. tiene nueve bases preparadas para atacar. Hay dos bases militares del Comando Sur en las comunidades de Vichada y Leticia, en el Amazonas. Estas forman un arco con las de Palanquero y Tolemaida (altiplano). Otras en Malambo, (costa atlántica), Apiay y Larandia, (llanuras orientales), Saravena, (en el río Arauca) y por último, en la Bahía Málaga (costa del Pacífico). Además, en el cerco hay tropas de asalto de EE.UU. en Aruba y Curazao, que operan con la base de Palmerola, Honduras.
En la década de 1970, EE.UU. aplicó el Plan A en Chile, derrocando el Gobierno de la Unidad Popular y asesinando al presidente Allende. En la década de 1980, activó el Plan C y el Comando Sur invadió a Panamá, poniendo fin al régimen militar del general Noriega. En el siglo XXI introdujo una modalidad nueva dando ‘golpes' parlamentarios en Paraguay y Brasil.
Tillerson mostró todas las cartas que tiene en la mano el presidente Trump en su juego con América Latina. Por un lado, la decisión de intervenir, incluso usando la fuerza militar para proteger sus intereses estratégicos (energía). Por el otro, rechazar las intenciones de Pekín de establecer una relación comercial dominante con América Latina. Sin embargo, a Tillerson le faltó presentar la otra mitad de la ecuación: ¿qué ofrece EE.UU. a cambio? Las oligarquías latinoamericanas dependen de Washington para mantenerse en el poder. En los últimos 200 años exportan mano de obra barata y materias primas al mercado norteamericano y, en cambio, reciben armas y asesoría militar.
En Texas, el secretario de Estado ofreció los valores que supuestamente comparte EE.UU. con la región. No serán suficientes. Las oligarquías de la región tienen que negociar con los otros sectores sociales que también tienen intereses. Todo indica que las relaciones entre ambas regiones se encuentran en una encrucijada: ¿Aprovechará China la coyuntura? ¿Aprovechará América Latina la oportunidad para independizarse? ¿Cambiará EE.UU. su crónica de una estrategia fracasada?
EL AUTOR ES PROFESOR DE SOCIOLOGÍA DE LA UP E INVESTIGADOR ASOCIADO DEL CELA.

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