Por Ricardo Estévez (colaborador de Miradas Encontradas)
Yo tengo mil razones para votar por el sí el 24 de febrero y no se trata de que yo sea comunista o socialista, se trata de que pienso en mi hijo, en mi familia, en mis amigos. Toda ley con el paso del tiempo necesita cambios, porque la sociedad evoluciona, aparecen gustos nuevos, formas diferentes de ver y vivir la vida, y aunque algunos no les guste ya es parte nuestra y no aceptarlos es como quedar anclado en el pasado sin avanzar. Así ocurre con la Constitución de Cuba de 1976, necesita cambios. Si analizamos y comparamos con la nueva propuesta va a mejorar nuestro presente y futuro, entonces ¿por qué no aceptarla?
Durante mucho tiempo los enemigos de Cuba han usado como pretexto que no cambiamos nada, sin embargo, ahora hay una nueva oportunidad de “cambiar lo que debe ser cambiado” pero no, tampoco les gusta y fomentan el voto por el no, “preocupados por el pueblo de Cuba”. Para los que se creen que esa es la intención del gobierno de Estados Unidos, sugiero que recuerden las plagas y enfermedades que en los años 80 introdujeron en la Isla para exterminar a la población cubana. Piensen que desde hace más de 50 años tienen impuesto un bloqueo económico, comercial y financiero que afecta al pueblo cubano y provoca en un año pérdidas superiores a los 4 000 millones de dólares, y por supuesto, nos limita de adquirir muchos medicamentos que podrían salvar y prolongar la vida de los cubanos.
Mi voto por el sí y el de muchos como yo, tiene fundamentos razonables, basados en principios de amor a la patria y a todo lo que amamos. La Constitución de Cuba necesitaba ya una renovación, acorde a los tiempos que vivimos, a las nuevas generaciones. Si las leyes como las sociedades no evolucionaran, aún vistiéramos como indígenas, viviríamos en cuevas o casas de pajas, cazaríamos con las manos y hablaríamos un lenguaje diferente. Es real que siempre existe el miedo al cambio, es parte de nosotros, ¿quién no ha sentido miedo alguna vez? pero dejarnos influir por otros que dicen NO sin razones lógicas, porque les pagan por ello, es asunto bien distinto. Decir SÍ no tiene que ver con ideologías políticas, es un sí por nosotros mismos, por el mejoramiento que soñamos cada día, ¿o vamos a dejar que quien no nos quiere influya en nuestras decisiones? Eso sería, sin afán de ofender a nadie, de cobardes.
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