Como se conoce, en la fría madrugada del 1 de enero de 1959 el dictador Fulgencio Batista huía de Cuba acompañado por más de cien de sus principales compinches, en tres aviones de las Aerovías Q que despegaron del aeropuerto militar de Columbia (hoy Ciudad Libertad).
Dicen que Batista embarcó veinticinco maletas y que llevaba en la mano un abultado maletín que apretaba contra su pecho una vez sentado dentro de la nave. Eran dólares y Batista como era muy desconfiado temía perderlos. Conocía perfectamente la calaña de sus compañeros de viaje y de tropelías de todo tipo en turbios negocios que compartía con ellos.
El dinero se lo habían entregado sus testaferros más allegados que le controlaban sus “negocios”, como Andrés Domingo y Morales del Castillo, secretario de la presidencia; Manuel Pérez Benitoa y José López Vilaboy, entre otros socios. Por cierto,