Por Nydia Egremy/Mejico Global
Ya sea mediante el
soborno o el acoso, los periodistas que colaboran con agencias de
inteligencia difunden o silencian contenidos para ocultar la verdad. En
ese juego sucio, comunicadores inescrupulosos incumplen su función
social para transformarse en voceros del poder: no confirman la
veracidad de los hechos y destruyen reputaciones al tiempo que
descalifican a gobiernos legítimos. Esa añeja simbiosis busca el control
social y empaña el trabajo de periodistas comprometidos y críticos que
exponen su vida al cubrir fielmente conflictos y crisis.
Ocultar la verdad y
subvertir el ejercicio del derecho a la información es lo que está
detrás del uso de periodistas y medios de comunicación por cuenta de los
servicios de inteligencia del planeta que desorientan, atizan las
diferencias y tergiversan los hechos. Se ignora cuántos periodistas
están en las nóminas de esos servicios, qué países están más penetrados y
cuáles son los servicios que prestan al poder. Lo que sí se confirma es
que ese vínculo se expresa en textos e imágenes engañosos y
tendenciosos a partir de fuentes dudosas, cifras poco confiables y
eufemismos que distorsionan la realidad.
Aunque los gobiernos y las agencias
niegan que integren en su nómina a reporteros y medios, es usual que
paguen sobornos para difundir información a modo. Destaca la Operación
Zenzontle (Mockingbird, cuyo canto engaña a otras aves), que a mediados
del siglo pasado fue ideada por la Agencia Central de Inteligencia (CIA)
de Estados Unidos (EE. UU.) para infiltrar a medios impresos y
electrónicos, periodistas y escritores afines, a cambio de sobornos.
Antes de dirigir la CIA,
Richard Helms se desempeñó como periodista en la agencia United Press
International (UPI) y actuó como agente de inteligencia. Con estos
logros, Zenzontle fue tan efectiva que el copropietario de The
Washington Post, Phillip Graham, expresó: “Siempre puedes encontrar a un
periodista más barato que una prostituta de lujo”.
En la actualidad esto sigue vigente. El
analista Jason Simpkins señala que el Gobierno de George W. Bush, en su
guerra contra el terrorismo, falsificó datos sobre el supuesto éxito en
la guerra de Irak y los transmitió en 77 canales televisivos. Es un
hecho que al menos 20 agencias federales, incluido el Departamento de
Estado, producen y distribuyen información manipulada a los medios. Es
el triunfo de la propaganda sobre la información legítima, concluye
Simpkins.
Periodismo direccionado
Esa perversa complicidad fue analizada
por el Premio Pulitzer Carl Bernstein en su texto La CIA y los Medios,
publicado en octubre de 1977. Ahí explicaba el tráfico de influencias y
compromisos editoriales entre el poder político y los medios; en el
subtítulo, Bernstein describía que los más poderosos medios
estadounidenses trabajaban, guantes en la mano, con esa agencia y que la
misión de los periodistas cooptados consistía en servir de ojos y oídos
para la CIA; reportar lo que habían visto o escuchado en una fábrica
del este europeo, en una recepción diplomática en Bonn o en el perímetro
de una base militar en Portugal.
En otras ocasiones, su misión era más
compleja: plantar sutilmente piezas de información errónea fabricadas
por los servicios secretos, reunir a espías extranjeros con agentes
estadounidenses u ofrecer almuerzos o cenas donde se aleccionaba a
periodistas extranjeros con propaganda para que la repitieran. También
era usual dotarlos de hotel y oficinas para obtener información
sensible, citaba Bernstein.
Aunque esa nefasta complicidad parecía
cosa del pasado, en noviembre de 2014 resurgió el recuerdo de la
Operación Mockingbird, cuando un informe del Senado de EE. UU. concluyó
que la CIA dio a medios y periodistas información manipulada sobre las
supuestas bondades de sus técnicas de interrogatorio en sospechosos de
terrorismo para que elaboraran artículos, libros y emisiones. Con ello,
la agencia buscaba aminorar las críticas públicas tras conocerse el
fracaso de su Programa de Detención e Interrogatorios, calificado por
muchos de abierta tortura.
El informe agrega que desde 2005
periodistas y medios aceptaron promover la falsa versión de la CIA sobre
la eficiencia de la tortura; uno de ellos fue el reportero de The New
York Times (NYT) Douglas Jehl. En junio de ese año, y con testimonios de
ex agentes, la cadena NBC sostuvo la falsedad de la versión de Jehl;
con ello, la cadena no buscaba el interés público sino salvar su imagen
ante el creciente rechazo de la sociedad a este rol de los medios.
El informe añade que a fines de 2002, el
entonces vicepresidente Richard Cheney y otros funcionarios de la CIA
convencieron al NYT para censurar en un artículo el nombre de un país
(Tailandia) que aceptó albergar una prisión secreta de la CIA. Esa
información salió a la luz por el trabajo de periodistas comprometidos
con la verdad.
Una sorprendente confesión
El diario alemán Frankfurter Allgemaine
Zeitug (FAZ) es el de mayor distribución diaria en el extranjero (148
países) y su línea editorial de centro-derecha o liberal-conservadora es
definida por una cooperativa de cinco editores. Uno de ellos era Udo
Ulfkotte. En octubre pasado Ulfkotte admitió que a cambio de sobornos
publicó artículos redactados por la CIA y otros servicios de
inteligencia, incluidos los alemanes, así como de la Organización del
Tratado del Atlántico Norte (OTAN).
En su inédita confesión, Ulfkotte afirma:
“Mentí, desinformé, manipulé la verdad a cambio de dinero”. El también
ex asesor del Gobierno alemán explica que actuó así porque fue educado
para mentir, traicionar y no decir la verdad al público; admite que se
hartó de ser pro estadounidense y de que Alemania sea una colonia de EE.
UU. Y confesó que la actual cobertura de la prensa occidental –y de
FAZ– en la crisis de Ucrania es, además de sesgada, un “claro ejemplo de
manipulación de la opinión pública”.
Parecía que editores y periodistas se
pusieron cascos virtuales impermeables al sonido para publicar que Rusia
preparaba una guerra inminente, destaca Ulfkotte. En su libro
Periodistas comprados reseña que como él, muchos colegas desinforman a
solicitud de las agencias de inteligencia y afirma que la revista
alemana Der Spiegel publicó que el Boeing malasio derribado sobre
Ucrania (julio de 2014) fue por un misil ruso. Tal afirmación, admite,
fue bajo el dictado de los servicios secretos pues no había pruebas.
Antes de la confesión de Ulfkotte, los
documentos filtrados por Edward Snowden en julio de 2013 revelaron la
estrecha relación entre la prensa corporativa y las agencias de
inteligencia. Sin embargo, a tres meses de esa revelación, el periodista
Robert Vargas, de The Telegraph, preguntaba: ¿Por qué los medios
ignoran la relación entre la Agencia de Seguridad Nacional (ASN) con la
inteligencia alemana? Contra lo que se supondría de que estarían
ansiosos por abordarlo, Vargas subrayaba que medios estadounidenses,
británicos y alemanes no habían publicado nada.
Calumniar por consigna
Desde el triunfo de la Revolución Cubana
las agencias de inteligencia estadounidenses han gestado masivas
campañas de tergiversación contra la isla. A esa sistemática ofensiva de
los medios de ese país, se suma la reciente filtración de un informe de
cinco páginas de la Oficina Federal de Investigación (FBI) sobre la
presunta injerencia de la Dirección de Inteligencia (DI) cubana en el
ámbito académico de EE. UU.
En su artículo Jugando a la noria.
Periodismo recalentado y refritos del FBI, el periodista Miguel
Fernández Díaz explicaba en septiembre pasado que el columnista
especializado en seguridad nacional en The Washington Post, Bill Gertz,
se apresuró a comentarlo sin cotejar la veracidad y enseguida Fox News
reprodujo el documento que exacerbó a la oposición cubana.
El mayor caso de manipulación mediática
por el Gobierno y las agencias estadounidenses ocurrió entre 1999 y
2001, cuando la prensa de aquel país se sumó a la feroz campaña contra
los cinco antiterroristas cubanos procesados injustamente por espionaje.
Documentos oficiales obtenidos por el mecanismo de transparencia
estadounidense (FOIA), confirman que periodistas y medios recibieron
fuertes sumas para influir en el jurado y la opinión pública.
Entre quienes escribieron por consigna
figuran la Oficina de Transmisiones Cuba –que opera Radio y TV Martí- a
cambio de 37 millones de dólares anuales; Ariel Remos, del Diario las
Américas (quien recibió unos 25 mil dólares); el reportero del Miami
Herald, Wilfredi Cancio Isla (22 mil dólares); la editora del Diario Las
Américas, Herren Fele (5 mil 800 dólares) y el conductor de Radio Mambí
Enrique Espinosa (10 mil dólares).
Carlos Alberto Montaner recibió más de 40
mil dólares por atacar a Los Cinco en su columna del Miami Herald y el
reportero del Nuevo Herald Pablo Alfonso que recibió pagos totales por
252 mil 325 mil dólares. Todos deslizaron falsos vínculos de los
acusados con el espionaje, aludieron evidencias espurias, omitieron
pruebas a su favor y tergiversaron los hechos.
En el mundo han salido a la luz otros
casos de medios y directivos pagados por los servicios de inteligencia.
Un cable de WikiLeaks reveló que el director de Al Jazeera, Wadah
Khanfar, manipuló información al gusto de la Agencia de Inteligencia de
Defensa (AID) estadunidense y tuvo que dimitir. Cuando esa agencia
protestó por la cobertura negativa del canal, Khanfar retocó la
información.
El hacker Chris Coleman afirmó que la
Dirección General de Estudios y Documentación (el servicio de
inteligencia en el exterior de Marruecos) pagó a periodistas extranjeros
para que sus artículos y reportajes vincularan al Frente Polisario, de
la República Árabe Saharauí Democrática (RASD), con el terrorismo
yihadista. Así se revela en el artículo WikiLeaks del maizen: graves
secretos del régimen marroquí al descubierto, del catedrático español
Carlos Ruiz Miguel.
En su blog Desde el Atlántico, Ruiz cita a
Coleman cuando afirma que esa agencia habría pagado a periodistas como
Richard Miniter (NYT, The Washington Post y Forbes), así como al
periodista Joseph Braude, que transmitían en sus despachos la falsa
impresión de que los saharauís del Frente Polisario se vinculaban con el
terrorismo yihadista.
Periodismo infiltrado
La abogada Eva Golinger ha denunciado el financiamiento del Departamento de Estado a prensa y periodistas opositores en Venezuela y ha advertido que programas similares existen en otros países de América Latina. A su vez, el periodista estadounidense Jeremy Bigwood sostiene que agencias estadounidenses, como el muy polémico Consejo Superior de Radiodifusión (Broadcassting Board of Governors), financian en secreto a medios y periodistas con el argumento de apoyar el desarrollo de los medios en más de 70 países.
La abogada Eva Golinger ha denunciado el financiamiento del Departamento de Estado a prensa y periodistas opositores en Venezuela y ha advertido que programas similares existen en otros países de América Latina. A su vez, el periodista estadounidense Jeremy Bigwood sostiene que agencias estadounidenses, como el muy polémico Consejo Superior de Radiodifusión (Broadcassting Board of Governors), financian en secreto a medios y periodistas con el argumento de apoyar el desarrollo de los medios en más de 70 países.
Entre 1993 y 2005 la inteligencia de
Alemania (BND) reclutó a periodistas para vigilar a sus colegas: qué
temas investigaban, sus fuentes y vida privada. Según el ex espía
Wilhelm Dielt, que trabajó para la revista Focus a cambio de 380 mil
dólares bajo el nombre clave Dalí, otras redacciones infiltradas fueron
Der Spiegel, Stern, Berliner Zeitung y Süddeutsche Zeitung.
En 2012, el periodista del NYT Mark
Mazzett envió copia de un artículo de su colega la columnista Maureen
Dowd, a la vocera de la CIA Marie Harf. El artículo de Dowd se refería a
una filtración de la agencia en Hollywood sobre la cinta Zero Dart
Thirty (sobre Osama bin Laden).
En agosto de 2013, el editor y redactor
Wayne Madsen citaba que agentes de inteligencia que operan bajo
cobertura periodística asumen distintos roles y trabajan para los
servicios de inteligencia. Los medios donde se infiltran son Radio Free
Europe, Radio Free Liberty, Radio Free Asia, Alhurra, Radio Sawa, Radio y
TV Martí, así como en La Voz de América. Otros medios señalados como
fachada de la CIA son Kyuv Oistm Cambodia Daily y Lidove Noviny de
Praga.
No son pocos los periodistas que,
amparados en la imagen de “independientes”, logran financiamiento y
autorización para acompañar al Ejército y la Armada de EE. UU. en sus
operaciones, a cambio de artículos benevolentes. Para el analista
británico del Centro de Estudios para la Defensa y la Seguridad, Martin
Edmonds, esa subordinación es inaceptable, pues afecta su rol en la
democracia y pierden toda credibilidad e independencia, afirma.
Corresponsales, periodistas
independientes, editores, directivos de canales informativos,
columnistas y comentaristas están hoy en la mira de los servicios de
inteligencia. Documentos de Snowden confirman que el Centro
Gubernamental de Comunicaciones (GCHQ), una de las tres principales
agencias de inteligencia británicas, clasifica a los periodistas de
investigación como amenaza similar a los terroristas, hackers y
criminales. Además, ésa y otras agencias envían mensajes spam,
monitorean medios sociales y usan sofisticadas herramientas para
manipular por internet encuestas, estadísticas y cifras.
A modo de conclusión, cabe subrayar que
por esa oscura relación aumenta la desconfianza ciudadana en los medios y
nadie rinde cuentas.
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